Las primeras ayaat del Qur’an hablan de los aspectos de la aqida, o credo, e invitan al tawhid y a la creencia en la Resurrección, prometen el Paraíso a los creyentes y amenazan a los incrédulos y rebeldes con el Fuego.
Cuando la creencia se afianzó en los corazones y el convencimiento fue total, se mencionaron los aspectos sociales de la vida. No era fácil para la gente, atrapada como estaba en la superstición desde tiempos inmemoriales, abandonar sus antiguos hábitos. Si no se hubiese aplicado un proceso gradual de desprendimiento de las costumbres anteriores, la gente habría sentido desaliento y rechazo, y la misión profética habría fracasado.
Aisha (r.ha) nos ha transmitido:
“La primera surah que se reveló era una de las mufasssal.81 Hablaba del Paraíso y del Infierno. Los juicios referentes a lo permitido y lo prohibido se revelaron después de que la gente aceptase plenamente el Islam. Si se les hubiera dicho desde el principio que dejasen de beber, habrían dicho que les resultaba imposible; y si se les hubiera dicho que dejasen de fornicar, habrían dicho lo mismo. Cuando era todavía niña, jugando en Mekka con otras niñas, le fueron reveladas al Mensajero de Allah (s.a.s) ayaat sobre la fe y el Más Allá como:
“Pero la Hora será su cita y ella será aún más terrible y más amarga.” (al-Qamar, 54:46)
La surah Baqarah y Nisa, que contienen mandatos legales, fueron reveladas cuando estaba con él en Medina.” (Bujari, Fadail’ul Qur’an, 6)
Con su estilo elegante y conciso, las suwar mequinenses se caracterizan por su firme e inflexible denuncia de la idolatría.
Los mequinenses, siendo tan aficionados a la poesía y grandes conocedores de la métrica, no podían ser indiferentes a estas palabras de una medida y elocuencia insuperables. Reduciendo a la nada la maestría literaria de los idólatras, el Todopoderoso utilizó las letras del alfabeto, huruf’al muqatta’a, para comenzar las suwar de manera nunca vista hasta entonces.
Con excepción de al-Baqarah y al-Imran, todas la suwar que empiezan con huruf’al muqatta’a pertenecen al periodo mequinense. Por ello, las primeras ayaat fueron tan efectivas, llegando al fondo mismo de los corazones, y cautivando a sus oyentes con su bella y fluida elocuencia.
Otra de las características de la Revelación mequinense es su manera de dirigirse al oyente que toma, salvando algunas excepciones, la forma de “Oh hombres”.
Para persuadir a los idólatras de que aceptasen una serie de asuntos que iban en contra de sus opiniones y prácticas, la Revelación mequinense incluye juramentos hechos en nombre de varias cosas que consideraban sagradas, como por ejemplo el sol, la luna, las estrellas, el día y la noche, y también por el hecho de que estos objetos creados, por los que se hace el juramento, constituyen la muestra del Poder del Todopoderoso, perceptible en todo el Universo.
Entre las Revelaciones mequinenses se encuentran la mayoría de los relatos históricos del Qur’an –qasas, cuyas ayaat contienen enseñanzas extraídas de la historia. La mayoría de las suwar que hablan de los Profetas y de los pueblos anteriores, especialmente de Adam (a.s) e Iblis, a excepción de al-Baqarah, son de Mekka.
La narración de los acontecimientos de las naciones que ya habían pasado, junto a la enseñanza que contienen, con el tawhid siempre en primer plano, jugaron un papel fundamental a la hora de transmitir gradualmente la verdad a los idólatras.
Las ayaat mequinenses trazan, asimismo, el método que debe seguir la persona que llama al Islam, recalcando que tal persona debe actuar buscando, solamente, la complacencia del Todopoderoso, no la del mundo, y esperando la recompensa de Él y de nadie más. Un ejemplo de ello lo tenemos en la surah as-Shuara. Exhortando a sus conciudadanos al taqwah y a la virtud, los Profetas Hud, Salih, Lut y Shuaib, paz sobre todos ellos, les dicen:
“No so pido ningún pago por ello, mi recompensa sólo incumbe al Señor de los Mundos.” (ash-Shua’ra, 26:109, 127, 145, 164, 180)
La mitad del Qur’an se reveló mayoritariamente en Mekka. Dado que los mequinense eran, por lo general, gente vanidosa, se utilizaba allí la palabra َ كلاَّ , el definitivo “pero no”, que rechaza la actitud de los idólatras, y les amenaza con un castigo inexorable.
De ahí que las suwar que emplean esta palabra sean mequinenses y estén en la segunda parte del Qur’an. De la misma manera, las suwar que contienen las ayaat de saydah, o postración, también fueron reveladas en Mekka. Con ellas se exhortaba a la gente, acostumbrada a postrarse ante sus ídolos, a que adorasen a Allah con la forma de adoración que Le es debida, y que al mismo tiempo reflexionasen sobre tales ayaat.
Las ayaat reveladas en Mekka declaran que sus viejos y supersticiosos hábitos estaban basados en la ignorancia, y que había llegado el momento de substituirlos por los nuevos principios de conducta.
Las ayaat mequinenses ponen las bases de una sociedad firme en cuanto a la creencia, al pensamiento y a la forma de vida, siendo su propósito liberar a los Musulmanes de las falsas creencias anteriores y establecer comportamientos basados en la Verdad, la paciencia, la voluntad y la perseverancia. Dado que la Revelación mequinense no contiene juicios legales, exceptuando la salah, tampoco contiene juicios referentes a los actos de adoración.
Por ejemplo, no hay juicios legales en las suwar mequinenses, como en el caso de Yunus, ar-Rad, Furqan, Yasin y al-Hadid. En cambio, encontramos en ellas las bases de la creencia, los atributos de Allah el Altísimo, estimulantes relatos acerca de los Profetas anteriores y escenas del Más Allá.