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LA RECEPCIÓN QUE TUVO EL MIRAY

Cuando llegó el momento de hablarles a los idólatras mequinenses del Isra y del Miray, el Noble Mensajero (s.a.s) transmitió a Yibril (a.s) sus preocupaciones al respecto:

– Mi tribu no me va a creer.

– Abu Bakr sí te va a creer. Es el Siddiq (el Confirmador), le aseguró Yibril. (Ibn Sad, I, 215)

Los idólatras se negaron rotundamente a aceptar la veracidad del Miray. Aprovechando esta oportunidad, empezaron a sembrar rumores y calumnias por toda la ciudad con la esperanza de debilitar la fe de los Musulmanes y anular en sus corazones la credibilidad en el Profeta (s.a.s). Hablaron también con Abu Bakr (r.a) quien, para su gran asombro, respondió con una excepcional firmeza:

– Cualquier cosa de diga el Mensajero de Allah es verdad. No hay ninguna posibilidad de que mienta. Creeré en cualquier cosa que diga.

– Así que crees que fue al masyid’ul aqsa y volvió de nuevo en una sola noche,- comentaban burlándose de él.

– Sí, así fue como sucedió. No hay razón para que os sorprendáis. Más aún, me dice que recibe las noticias del Todopoderoso de día y de noche… y yo le creo.

Después fue a ver al Profeta (s.a.s), que se encontraba cerca de la Ka’aba, para oírlo de sus propios labios. Le dijo:

– Oh Mensajero de Allah, dices la verdad.

El Profeta (s.a.s), con una sonrisa que podía iluminar el Universo entero, respondió:

– Realmente eres el Siddiq, Abu Bakr.

Desde entonces, la gente solía llamar a Abu Bakr, as-Siddiq.

Todos los demás Compañeros reaccionaron de la misma manera, confirmando plenamente el relato del Noble Profeta (s.a.s). Al fallar sus intentos de sembrar la confusión y la discordia, los idólatras recurrieron ahora al examen, interrogando al Profeta (s.a.s) acerca del masyid’ul aqsa. Entonces el Todopoderoso puso delante del Profeta (s.a.s) la visión del Sagrado Templo, por lo que pudo contestar, una a una, a las preguntas de los idólatras. (Bujari, Manaqib’ul Ansar, 41; Tafsir, 17/3; Muslim, Iman, 276)

No sintiéndose satisfechos, le hicieron una pregunta más:

– Oh Muhammad, háblanos de una caravana nuestra que está de camino y a la que estamos esperando, y que vale más para nosotros que el masyid’ul aqsa.

– Me encontré con la caravana de fulano, por encima de aquel valle. Un camello suyo se espantó al oír el rugido de una bestia salvaje, y se escapó. Les mostré donde lo podían encontrar. Y cerca de Daynan vi la caravana del clan. Los hombres estaban dormidos.

Tenían una tinaja tapada, llena de agua. Retiré el tapón y bebí de ella. Luego la volví a cerrar. La caravana debería ahora estar bajando la pendiente de Tania, desde Baida. A la cabeza va un camello macho, de color marrón, que lleva dos sacos, uno negro y otro con motas.

Asombrados por respuestas tan precisas, los idólatras exclamaron:

– ¡Por Lat y Uzza! ¡Esto decidirá si dice la verdad!

Con la esperanza de que encontrarían algún fallo en lo que habían oído, se dirigieron a la pendiente de Tania para esperar a la caravana. Poco tiempo después, la divisaron en lontananza y tuvieron que admitir, decepcionados:

– Ahí está la caravana… guiada por un camello marrón…

Al mirarlo de cerca encontraron que el camello era exactamente como el Profeta (s.a.s) lo había descrito. Preguntaron a los miembros de la caravana por la tinaja tapada, en la que debería faltar algo de agua. Recibieron la confirmación de todos esos detalles. Podemos concluir, por otro lado, que el hecho de que el Profeta (s.a.s) bebiera agua es una indicación de que el Isra y el Miray fueron tanto físicos como espirituales. Luego los idólatras preguntaron al otro grupo acerca del camello espantado.

– ¡Es cierto! Nos asustó un rugido en aquel valle, y entonces uno de los camellos se espantó. Después, alguien nos llamó, indicándonos dónde estaba el camello. Lo encontramos justo dónde nos dijo, y lo llevamos de vuelta a la caravana. Algunos incluso llegaron a decir que reconocieron que la voz que les habló era como la de Muhammad.

Los idólatras, de hecho, le hicieron al Profeta (s.a.s) incontables preguntas, desde la cantidad de camellos en las caravanas, hasta el número de pastores. El Mensajero de Allah (s.a.s) pudo contestar a todas, igual que a las referentes al Masyid’ul Aqsa, porque, como es el caso anterior, tenía la caravana ante sus ojos. Pero la gente, cuyos corazones estaban sellados ante la verdad, persistían en su terca actitud, y se limitaban a decir:

– Tiene que ser magia. (Ibn Hisham, II, 10; Ibn Sayyid, I, 243; Haizami, I, 75; Baihaqi; Dalail, II, 356)

El Todopoderoso ha dicho:

“¿Acaso no fuimos capaces de crear la primera vez? Al contrario; sin embargo ellos hablan con asombro de una nueva creación.” (Qaf, 50:15)

¿Qué podría ser más fácil para Allah el Glorioso, Quien ha creado todo de la nada, que elevar a Su siervo en el Isra y el Miray?

Solamente una total falta de sentido común puede ser la causa de rechazar tal posibilidad.

Así pues, los miserables idólatras de Mekka rehusaron de nuevo creer al Profeta (s.a.s), y de nuevo recurrieron a la mofa y al escarnio. Pero ahora, su comportamiento, desagradecido e injusto, iba a ser la causa de perder para siempre la bendición de tenerle a su lado, a él por quien ellos mismos habían sido creados. No quedaba otro remedio -Allah el Altísimo iba a sacarle de su medio y dárselo a la gente que era capaz de apreciar tal bendición.

No mucho después del viaje a Taif, el Todopoderoso le enviaba a Su Amado Mensajero (s.a.s) los representantes de esta gente extraordinaria que iba a aceptar el Pacto de Alianza.