Los seres humanos tienen una predisposición natural hacia la contemplación, pero necesitan un guía para conducir la mente a través de los estrechos y angostos valles del ego, dirigiéndola hacia la Verdad y el Bien. La guía más segura es la del Noble Qur’an, la Palabra del Todopoderoso, y su personificación y clarificación es el Bendito Profeta, qué Allah le bendiga y le de la paz. Para los creyentes, el Noble Qur’an es una majestuosa puerta hacia las profundidades del reino de la contemplación, un horizonte inmenso de reflexión. Es el idioma de los Cielos y de la Tierra. Sus sabias palabras, el único alimento del espíritu, constituyen una inagotable fuente de inspiración, un milagro de elocuencia concedido a los seres humanos. El Noble Qur’an es la elucidación del hombre y del Universo.
El Universo, el hombre y el Qur’an son tres planos conectados que se iluminan entre sí. Una persona que conoce bien el Qur’an puede empezar a leer las bendiciones Divinas tanto en sí misma como en el Universo, y comenzar a pasar las hojas del libro de la sabiduría. Se manifiestan ante ella numerosos secretos Divinos y se abren ante su corazón incontables ventanas hacia el Más Allá.
El remedio para controlar los deseos del ego que empujan a la humanidad por el camino de la destrucción, es el Qur’an. También es una cura para la depravación moral que puede arrastrar al hombre a un nivel más bajo que el de las bestias, por la incontrolable opresión que supone. Es indudable que el Noble Qur’an es la medicina más potente que pueda tomar el hombre para curar todas las enfermedades del corazón.
Allah enseñó el Noble Qur’an
El Noble Qur’an es el regalo más grande que ha recibido la humanidad del Todopoderoso. En él se nos dice:
“El Misericordioso ha enseñado el Qur’an, ha creado al hombre, le ha enseñado a hablar.” (ar-Rahman, 55:1-4)
La enseñanza que contiene el Qur’an y la aclaración de numerosos misterios, constituyen una increí- ble manifestación de Su eterna Misericordia. Con ella se exhorta a la humanidad a estudiarlo, a desarrollar su mundo interior y a ponerlo en práctica, en todos los actos de nuestro comportamiento, para finalmente comunicarlo al resto de la humanidad de la manera más efectiva.
Todos los libros son Un Libro
Miles de libros han sido escritos en el mundo islámico durante los últimos 1400 años con el propósito de entender las profundidades de un “Libro”, y de ahondar en la relación con un “Hombre”, para ser menos nosotros mismos y parecernos más a él. Si todos los árboles del mundo fueran a convertirse en plumas y los mares en tinta, sería imposible enumerar la sabiduría y verdad contenidas en el Noble Qur’an.
En él tenemos codificado todo el conocimiento y la sabiduría, junto a la guía que lleva a la felicidad tanto en este mundo como en el Más Allá. El Noble Qur’an le lleva la delantera a la ciencia en todos los campos del saber. Cada descubrimiento científico confirma y descubre la verdad del Qur’an. Allah, glorificado sea, ha dicho:
“Les haremos ver Nuestros signos en el horizonte y en ellos mismos hasta que se les haga evidente que es la verdad. ¿Es que no basta con que Tu Señor es Testigo de todas las cosas?” (Fusillat, 41:53)
Cada vez que profundizamos en el texto del Qur’an, descubrimos nuevos milagros. El Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, nos ha informado, de hecho, de que incluso para los más sabios jamás se agotará el beneficio de su lectura, ya que el Qur’an nunca pierde su frescura, incluso si es recitado continuamente. Cada letra, cada palabra, cada frase… nos llenan de admiración y nos conducen a una sabiduría infinita.
La lectura contemplativa del Qur’an
Los grandes sabios Musulmanes han definido el propósito de la recitación del Noble Qur’an como contemplación de sus significados, de su sabiduría interna, para después actuar acorde a su mandato. Para la estimulación del pensamiento no existe nada mejor que el Qur’an ya que es la Palabra del Todopoderoso, Quien conoce a la perfección lo intricado de la condición humana.
En otras palabras, el Noble Qur’an pone delante de cada uno un espejo que le permite verse a sí mismo exactamente como es. Por eso mismo, cada Musulmán debe recitar frecuentemente el Qur’an y reflexionar sobre lo que el Todopoderoso expone en cada uno de los versos. Dado que cada palabra del Qur’an contiene incontables secretos, es preferible leer un ayah de manera contemplativa, que leer el Qur’an entero de forma mecánica. No obstante, solamente un corazón puro y un espíritu refinado por una profunda contemplación, buenas obras y rectitud de comportamiento pueden obtener acceso a la verdad de esos misterios. Allah, glorificado sea, ha dicho:
“Es una surah que hemos hecho descender, haciendo de ella un precepto y revelando en ella signos claros para que podáis recordar.” (an-Nur, 24:1)
“Es un libro bendito, que te hemos hecho descender, para que mediten sus signos y para que recuerden los dotados de lo esencial.” (Sad, 38:29)
“¿Acaso no meditan el Qur’an o es que tienen cerrojos en el corazón?” (Muhammad, 47:24)
Le preguntaron una vez al Bendito Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, acerca del mejor tono de voz y la mejor manera de recitar (qiraah) el Qur’an. Dijo:
Es la recitación de aquel que, por medio de su voz, te hace sentir el temor de Allah. (Darimi, Fadail’ul-Qur’an, 34)
La lectura del Qur’an es uno de los actos más expuestos al susurro del shaytan ya que la persona que lo hace, reflexiona sobre lo que promete, sobre lo que advierte, sobre sus signos y explicaciones claros, se dará a las buenas obras con gran entusiasmo, y se alejará de lo prohibido y de lo dudoso con más determinación.
Siendo así, el shaytan no dejará de hacer todo lo que esté a su alcance para alejar a la gente de la Palabra de Allah, glorificado sea. Por eso se nos ha ordenado buscar refugio en el Todopoderoso antes de empezar la lectura del Qur’an, diciendo , ‘authu billahi minash-shaytannir rajiim’ tal como lo dice la ayah:
“Y cuando vayas a recitar el Qur’an pide refugio en Allah del Shaytan lapidado.” (an-Nahl, 16:98)
¿Cómo leía el Qur’an el Profeta de Allah? El Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, solía recitar el Noble Qur’an despacio, con un profundo sentimiento. Contemplaba los significados de cada verso e inmediatamente ponía en práctica sus mandatos. Cuando recitaba una ayah que ordenaba la glorificación (tasbih) del Todopoderoso, solía decir subhan-Allah, negando de esta manera cualquier deficiencia en el Creador; y cuando leía una ayah que hablaba de la súplica, solía suplicar; y al leer una ayah que sugería buscar refugio en el Todopoderoso, lo hacía.
A veces se concentraba tan intensamente en alguna ayah que su contemplación duraba hasta el amanecer. Abu Dharr, que Allah esté satisfecho de él, ha transmitido:
“Una vez, el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le de la paz, se quedó repitiendo la siguiente ayah del salah hasta el amanecer: ْ
“Si los castigas… son Tus siervos. Y si los perdonas… Tú eres ciertamente el Poderoso, el Sabio.” (alMaidah, 5:118) (Nasai, Iftiah, 79; Ahmad, V, 156)
El Bendito Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, añadió una vez a la ayah anterior la siguiente:
“¡Señor mío! Es cierto que ellos extravían a muchos hombres. Quien me siga será de los míos pero quien me desobedezca… Realmente Tú eres Perdonador, Compasivo.” (Ibrahim, 36)
Después elevó sus brazos y suplicó con lágrimas en los ojos:
¡Oh Allah! ¡Mi ummah! ¡Mi ummah!’
Allah, glorificado sea, le dijo entonces a Yibril, sobre él la paz:
‘Ve y pregunta por qué Muhammad está llorando, para que los hombres lo sepan ya que es cierto que tu Señor sabe por qué.’
Yibril, sobre él la paz, hizo lo que Allah le había ordenado, y cuando volvió Le informó al Todopoderoso que Su Mensajero lloraba a causa de la preocupación que sentía por su ummah. Entonces Allah, glorificado sea, le envió una vez más con la orden de transmitirle a Muhammad la buena nueva de que le complacería en cuanto a su petición y que nunca le causaría dolor.” (Muslim, Iman, 346)
Tal fue la compasión y el amor que sentía el Profeta, que Allah le bendiga y le da la paz, por su ummah. Debemos reflexionar constantemente sobre lo que acabamos de citar y honestamente valorar el grado de nuestro amor por el Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, y también hasta qué punto somos capaces de seguir su sunnah, como muestra de este amor. Abdullah ibn Masud, que Allah esté satisfecho con él, ha transmitido:
Un día, el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le de la paz, me preguntó:
-¿Puedes recitarme algo del Qur’an?
-¿Cómo te lo voy a recitar cuando es a ti a quien se le ha revelado?’
-Me gusta oírlo de los demás.
Entonces empecé a recitar surah an-Nisa, y cuando llegué a la ayah que dice
“¿Y qué pasará cuando traigamos a un testigo de cada comunidad y te traigamos a ti como testigo sobre ellos?” (4:41) Entonces me dijo que era suficiente por el momento. Cuando le miré, vi que sus ojos rebosaban de lágrimas. (Bujari, Tafsir, 4/9; Muslim, Musafirin, 247)
Aisha, que Allah esté satisfecho con ella, nos ha descrito una situación en la que podemos vislumbrar la sensibilidad del corazón del Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, y la profundidad de su contemplación:
Una noche el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le de la paz, me dijo:
-Con tu permiso, Aisha, me gustaría pasar la noche adorando a mi Señor.
Le contesté:
-Me encanta estar contigo pero aún más me gusta lo que te hace feliz. Entonces se levantó, hizo wudu completo y empezó la salah. Estaba llorando. Lloraba tanto que se empaparon sus ropas, su barba e incluso el suelo sobre el que se postraba. Mientras lo estaba haciendo, llegó Bilal para llamarle al salah de fayr. Viendo su estado, Bilal le preguntó:
-¿Por qué estas llorando, oh Mensajero de Allah, cuando Allah te ha perdonado tus faltas pasadas y futuras? Contestó:
¿Acaso no debo ser entonces el siervo más agradecido? Me han sido reveladas esta noche unas ayaat que quien las recite sin la debida contemplación debería sentirse avergonzado. Y recitó:
“Es cierto que en la creación de los cielos y la Tierra y en la sucesión del día y la noche, hay signos para los que saben reconocer la esencia de las cosas. Los que recuerdan a Allah de pie, sentados y acostados y reflexionan sobre la creación de los cielos y la Tierra: ¡Señor nuestro! No creaste todo esto en vano. ¡Gloria a Ti! Presérvanos del castigo del Fuego.” (Al-i Imran, 3:190-191)
La noche en la que le fueron reveladas estas ayaat el Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, lloró hasta el amanecer. Las lágrimas de los creyentes durante la contemplación del Poder y del Esplendor Divinos, con la bendición del Todopoderoso, adornan las noches, iluminan la oscuridad de la tumba y reaparecen como gotas de rocío en los jardines del Paraíso.
Hablando de la necesidad de la lectura del Qur’an de manera pensativa y contemplativa, y de la recompensa por ello, el Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, dijo:
Si un grupo de personas se reúne en una de las casas de Allah, lee el Libro de Allah y habla de él, descenderá sobre ellos la serenidad; les envolverá la misericordia y les rodearán los ángeles. Y Allah, glorificado sea, los mencionará en Su Presencia. (Muslim, Dhikr, 38; Abu Dawud, Witr, 14/1455; Tirmidhi, Qiraah, 10/2945)
Alguien que completa la lectura del Qur’an entero en menos de tres días no puede comprenderlo correctamente ni tampoco contemplarlo. (Abu Dawud, Witr, 8/1390; Tirmidhi, Qiraah, 11/2949; Darimi, Salat, 173)
Recitad el Qur’an de manera que os aparte del mal. Si vuestra lectura no os aparta del mal, entonces no lo habéis leído. (Ahmed ibn Hanbal, Zuhd, p. 401/1649)
La lectura del Qur’an de los Compañeros
Los Compañeros se concentraban en la contemplación del Noble Qur’an y en la meditación de la Palabra de Allah, glorificado sea, para luego ponerlo en práctica. Un ejemplo perfecto de esta actitud son las palabras de Umar, que Allah esté satisfecho con él:
He completado la surah al-Baqarah en doce años, y he sacrificado un camello para agradecer. (Qurtubi, I, 40)
También se nos ha transmitido que Abdullah, el hijo de Umar, que Allah esté satisfecho de ambos, estudió la surah al-Baqarah durante ocho años para poder poner en práctica su mandato. (Muwatta, Qur’an, 11)
Leían el Qur’an estudiando cada uno de sus preceptos y prohibiciones, y la profundidad de este estudio hizo posible su puesta en práctica. (Kattani, Taratib, II, 191)
Un hombre fue una vez a ver a Zaid ibn Thabit, que Allah este satisfecho de él, y le preguntó su opinión en cuanto a la lectura completa del Qur’an en una semana. “Es bueno,” respondió aquel Compañero, añadiendo:
Pero a mi me gusta leerlo en quince días, incluso en veinte. Si me preguntas por qué, te diré que es porque de esta manera puedo reflexionar cuidadosamente y entender mejor los significados. (Muwatta’, Quran, 4; Ibn Abdilbarr, Istidhkar, Beirut, 2000, II, 477)
Abdullah ibn Masud, que Allah esté satisfecho de él, ha transmitido:
El que busca el conocimiento debe contemplar los significados del Qur’an y centrarse en su interpretación y recitación, porque el Qur’an contiene el conocimiento del pasado y del futuro. (Haythami, VII, 165; Bayhaki, Shuab, II, 331)
Un Beduino oyó una vez al Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, recitar:
Y el que haya hecho el peso de una brizna de bien, lo verá. Y el que haya hecho el peso de una brizna de mal, lo verá. (az-Zalzala, 99:7-8)
Le preguntó asombrado:
¿El peso de una brizna, oh Mensajero de Allah? Sí. El Beduino se puso pálido y empezó a lamentarse: ¡Cuánto me avergüenzo de mis faltas!Lo repetía sin cesar, y luego repetía las ayaat del Qur’an, y finalmente desapareció.
Entonces el Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, comentó:
Hoy ha entrado la fe en el corazón del beduino. (Suyuti, ad-Durr’ul-Mansur, VIII, 595)
La lectura del Qur’an de los rectamente guiados
Fudail ibn Iyad, que Allah esté satisfecho de él, dijo:
El Qur’an fue revelado para ser practicado. Pero el hombre solamente puso en práctica su lectura. Entonces alguien le preguntó:
¿Cómo se pone en práctica el Qur’an?
Aceptando sus afirmaciones en cuanto a lo permitido y lo prohibido, poniéndolo en práctica, siguiendo sus mandatos, evitando las prohibiciones, y parándose a pensar en su asombrosa sabiduría. (Khatib al-Baghdadi, Iqtida’ul-Ilm’il-Amala, p. 76)
Incluso la ayah más corta del Noble Qur’an contiene numerosos significados. Imam Shafi’, que Allah esté satisfecho de él, dijo:
La surah al-Asr sería suficiente si la gente reflexionase sobre ella y la contemplase adecuadamente. (Ibn Kathir, Tafsir, ‘al-Asr’)
Asmai, un gran sabio Musulmán, nos recuerda lo siguiente acerca de la contemplación del Qur’an:
Un Beduino se le acercó una vez al Califa Hisham ibn Abdulmalik.
-Dame un consejo, le dijo al Califa.
El Qur’an es el mejor consejero. Busco refugio en Allah del Shaytan lapidado. En nombre de Allah, el Compasivo, el Misericordioso:
“¡Perdición para los defraudadores! Que cuando le compran a al gente le exigen la medida y el peso cumplidos, pero cuando son ellos los que mide o pesan, cometen fraude.
¿Es que no tienen certeza de que serán devueltos a la vida para un día transcendente? El día en el que los hombres se levantarán ante el Señor de los mundos.” (al-Muttaffifin, 83:1-6)
Luego dijo:
-Este es el castigo, mi Califa, para los que engañan cuando miden y pesan para los demás. Eres tú quien debe procurar el castigo para los que se apropian de lo que no es suyo. (Ibn Abdirabbih, Bedevî Arapların Özdeyiş ve Âdetleri, Estambul 2004, p. 57)
El famoso sabio otomano, Muhammad Hadimi, dijo:
La única manera de salvarse de los problemas, tribulaciones y desgracias que nos asolan por doquier, es abrazar el Qur’an y actualizarlo en nuestras vidas; realizar actos de adoración, sobre todo la lectura del Qur’an de manera contemplativa –es el mejor de los actos. Leerlo de esta manera es hablar con Allah, glorificado sea. (Ver Hadimi, Majmuat’ur-Rasail, p. 112, 194, 200)
Ejemplos de la contemplación en el Noble Qur’an
La contemplación del conocimiento de Allah, glorificado sea.
En numerosas ayaat el Noble Qur’an habla de lo infinito que es el conocimiento de Allah, glorificado sea, e invita al hombre a la contemplación. Por ejemplo:
“Él tiene las llaves del No-Visto y sólo Él lo conoce, y sabe lo que hay en la Tierra y en el mar. No cae una sola hoja sin que Él no lo sepa, ni hay semilla en la profundidad de la tierra ni nada húmedo o seco que no esté en un libro claro.” (al-An’am, 6:59)
Leyéndolo, el creyente debería pararse a pensar: Hay tantos tesoros que desconocemos, cuyas llaves están junto al Todopoderoso, nunca antes vistos, fuera de la comprensión del hombre. Nadie, salvo Allah, glorificado sea, los conoce. Aparte de tener el conocimiento infinito de estos tesoros del No-Visto, el Todopoderoso tiene el conocimiento de cada ser vivo, hasta de los detalles más insignificantes. Ni siquiera una hoja cae sin Su conocimiento; Él sabe cuándo y dónde ha caído, y sabe también cuántas veces dio vueltas en el aire antes de caer, finalmente, al suelo. El Todopoderoso sabe cuándo un grano que ha caído en la tierra va a brotar y quién lo va a comer.
Todo lo visto y lo no-visto, sentido o no sentido, grande o pequeño, conocido u oculto, cada acontecimiento que ha ocurrido o va a ocurrir –los conoce Allah, glorificado sea, hasta el más mínimo detalle. La lectura de la ayah citada estimula la imaginación, abre nuevos horizontes y regiones desconocidos; hace que la imaginación se desplace a los rincones más recónditos de la Tierra y hasta las más insondables profundidades de los mares.
Con cada una de estas experiencias la mente contempla el Conocimiento y el Arte de Allah, glorificado sea, y cómo se manifiestan en cada rincón del inconmensurable espacio y más allá del Universo visible. Contempla las incontables hojas que caen de todos y cada uno de los árboles que pueblan la Tierra, plenamente consciente de que el Todopoderoso las ve todas mientras caen aquí y allá. Se da cuenta de que ni una sola semilla escondida en la profundidad de la tierra puede eludir la Vista Divina, y que cada partícula, sea húmeda o seca, se mueve según Su Mandato.
Este viaje mental a través de la existencia nos lleva, inevitablemente, al asombro. Es una expedición hacia las fronteras del Tiempo, a los más lejanos horizontes del espacio, hacia los mundos lejanos, conocidos y desconocidos. El viaje es tremendamente largo, la distancia inimaginable; todo queda fuera de la comprensión humana. Sin embargo, todo esto ha sido descrito con perfecta sencillez en unas pocas palabras, en la ayah anteriormente citada. (Sayyid Qutub, Fi Zilal, II, 1111-1113, al-An’am, 59)
Cuando contemplamos el Noble Qur’an de esta manera, empezamos a vislumbrar algo del Poder y del Conocimiento del Todopoderoso. Alguien que, por otro lado, está alejado de la contemplación, queda arrastrado por los remolinos del ego, privado de la Sabiduría y Majestad Divinas, ocultas y, sin embargo, expuestas a la vista de todos. Sadi Shirazi ha dicho:
Para los sabios cada hoja de un árbol es un Libro que contiene la Sabiduría Divina. Sin embargo, para los ignorantes, todos los árboles juntos no tienen el valor de una hoja.
En otra ayah el Todopoderoso, dice:
“Sabe lo que entra en la tierra y lo que sale de ella, lo que baja desde el cielo y lo que a él asciende. Él es el Compasivo, el Perdonador.” (Saba, 34:2)
Al leer estas palabras, la mente recibe la visión de incontables objetos, movimientos y formas que la imaginación no es capaz de acomodar. Incluso la identificación y la cuenta de una infinitesimal parte de estos fenómenos está fuera de nuestro alcance. Si toda la humanidad pudiera reunirse y dedicar la vida entera a esta tarea, quedaría exhausta viendo su impotencia a la hora de cumplir con ella.
¿Qué cosas penetran en la tierra? ¿Qué semillas caen en ella? ¿Qué especies de insectos y animales viven bajo nuestros pies? ¿Quién conoce el agua, las moléculas de gas y rayos radioactivos que se filtran en el inconmensurable suelo? De hecho, muchos –todos con el permiso de Allah, glorificado sea. Por otro lado, ¿qué es lo que sale de la tierra? ¿Cuántas plantas brotan de ella? El Noble Qur’an afirma:
“¿Es que no ven la tierra y cuántas nobles especies hemos hecho crecer en ella?” (as-Shuara, 26:7)
“Es cierto que hacemos que caiga agua en forma de precipitaciones y seguidamente hendimos la tierra en surcos, y hacemos que en ella broten granos, viñedos y hierbas comestibles, olivos y palmeras, frondosos vergeles, fruta y pastos. Como disfrute para vosotros y vuestros rebaños.” (Abasa, 80:25-32; también Qaf, 50:7-11)
¿Y las incontables fuentes? ¿Cuántos volcanes entran en erupción, vomitando lava? ¿Cuántos tipos de gas se vaporizan? ¿Cuántos insectos salen a la superficie de la Tierra de sus escondites? ¿No es acaso asombroso que cuando la nieve cubre la superficie de la Tierra incontables seres buscan refugio en su seno y, gracias a la protección Divina, permanecen allí durante semanas, incluso meses? El Todopoderoso ha hecho de la tierra una verdadera cuna para ellos. Cuando la nieve se derrite, no aparecen ante nuestros ojos montones de cadáveres de estos seres e insectos. Otra vez salen a la superficie como si nada hubiese pasado y su existencia empieza de nuevo. Si nos paramos por un momento a pensar en las fuerzas, angelicales e espirituales, y las voces y súplicas que se elevan hasta el cielo… de incontables seres, perceptibles e invisibles, vivos e inertes, desconocidos para el hombre, y otros totalmente fuera de su conocimiento, vislumbraremos un diminuto retazo de la grandeza del Todopoderoso. Qué es lo que baja del cielo, nos podemos preguntar. Las gotas de lluvia, los meteoritos, los rayos que iluminan y abrasan… Todo ello en el mundo físico, pero después están las flechas del destino, las decisiones predestinadas y los soplos de la Misericordia Divina.
Algunos de ellos para todos los seres vivos, y otros solamente para unos pocos. Todo esto ocurre en un abrir y cerrar de ojos. ¿Puede la comprensión humana entender estos acontecimientos que ocurren a escala mundial en una fracción de segundo? Miles de vidas no bastarían para lograrlo, pero el Conocimiento Divino, algo fuera de nuestra comprensión, sin límite de ningún tipo, abarca todos los fenómenos en todos los niveles de la existencia. Por eso, hace falta tener en cuenta que cada latido del corazón, cada intención oculta en él, está bajo la supervisión de Allah, glorificado sea. (Ver Sayyid Qutub, Fi Zilal, V, 2891-2892, Saba, 2-3)
Surah al-Waqiah
Sabemos que es vital reflexionar profundamente sobre cada ayah del Noble Qur’an, pero ahora nos vamos a centrar en algunas ayaat de la surah al-Waqiah, an-Naml y ar-Rum. El Todopoderoso empieza la surah al-Waqiah con la descripción del terrible Día del Juicio, un día en el que algunos hombres serán elevados y otros rebajados. Después de haber dado cuenta de sus acciones, los seres humanos serán divididos en tres grupos.
Luego, con una fascinante elocuencia, el Todopoderoso explica las bendiciones que recibirán los siervos rectamente guiados que habían llevado una vida pura y que ahora reciben el Libro de Sus Actos por la derecha. Acto seguido tenemos la ilustración de un terrible y doloroso castigo que recibirán todas aquellas personas a quienes se les de el Libro de Sus Actos por la izquierda. Con esta descripción aterradora, el Todopoderoso disuade a Sus siervos de cometer maldades, alejándolos de tan deplorable final. A continuación advierte a Sus siervos y los invita a la contemplación, mencionando:
La creación del hombre
“¿No os hemos creado? ¿Por qué entonces no dais fe? ¿Os habéis fijado en lo que eyaculáis? ¿Sois vosotros los que lo creáis o somos Nosotros los creadores?” (al-Waqiah, 56:57-59)
¡Qué grande es el Arte Divino para crear de una gotita de agua una compleja y armoniosa criatura como el ser humano!
La muerte y la resurrección
“Hemos decretado que exista la muerte entre vosotros y no podéis impedirnos a Nosotros que pongamos en vuestro lugar a otros semejantes a vosotros ni que os creemos como no conocéis.” (alWaqiah, 56:60-61)
Ésta es la realidad de la muerte inevitable para todos. Si el Todopoderoso quisiera, destruiría a todos los que niegan la Verdad y crearía una gente nueva.
“Ya habéis conocido vuestra primera creación. ¿No vais a recordar?” (al-Waqiah, 56:62)
Habiendo creado al hombre de manera perfecta una vez, es indudable que el Todopoderoso tiene el poder de volverlo a crear. La contemplación de este hecho es vital si queremos prepararnos adecuadamente para el Día de la Resurrección, el Día en el que naceremos después de haber estado muertos.
Las semillas y las plantas
“¿Os habéis fijado en lo que plantáis? ¿Sois vosotros la causa de su crecimiento, o lo somos Nosotros? Si quisiéramos los convertiríamos en rastrojo y os quedaríais lamentándoos: ¡Estamos adeudados! ¡No tenemos nada!” (al-Waqiah, 56:63-67)
Hace falta que miremos a nuestro alrededor –las cosechas, los árboles y todo tipo de vegetación, con admiración por las incontables bendiciones del Todopoderoso y de Su inimitable Arte de creación. Sin la actuación de Allah, glorificado sea, todos los esfuerzos del hombre serían vanos –no podría cultivar ni la hierba mala. Imaginemos por un momento que toda la vegetación desapareciera de repente. ¡Qué triste sería nuestra vida!
El agua fresca
“¿Os habéis fijado en el agua que bebéis? ¿Sois vosotros los que la hacéis caer de la nube o somos nosotros? Si hubiésemos querido, la habríamos hecho salobre.” (al-Waqiah, 56:68-70)
El agua fresca que nos traen las nubes es un enorme regalo del Todopoderoso. Si fuera salobre, nadie podría hacerla dulce. Y si hubiera una prolongada sequía, ¿quién tendría el poder de unir las nubes y hacer que lloviese?
El fuego
“¿Os habéis fijado en el fuego que encendéis? ¿Sois vosotros los que habéis creado el árbol que le sirve de leña o somos Nosotros los Creadores? Lo hemos hecho un recuerdo y beneficio para los viajeros.” (al-Waqiah, 56:71-73)
Debería bastarnos el considerar cómo surge fuego de los árboles verdes, para ver el Poder de Allah, glorificado sea; y también contemplar la naturaleza del fuego –cómo produce luz y calor mientras se quema el árbol. Los que viajan por el desierto buscan en él refugio del frío y de la oscuridad de la noche. Es para ellos un medio indispensable para calentarse, para cocinar y alumbrarse.
Es uno de los elementos esenciales en la vida de todo ser humano, al igual que la tierra, el agua y el aire. Sin él, la existencia sería imposible. El Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, ha dicho:
Los Musulmanes son compañeros en tres cosas: el agua, la vegetación y el fuego. (Abu Dawud, Buyu’, 60/3477)
Desde otro punto de vista, mirando al fuego nos acordamos del Infierno. Qué asombroso es el hecho de que bajo nuestros pies tengamos un gigantesco mar de magma –un increíble océano de llamas, y por encima de nosotros esté el Sol –una gran bola de fuego. ¿Acaso no debemos agradecer sin cesar a nuestro Señor el poder llevar una vida placentera entre dos iracundos fuegos? Estas bendiciones requieren por nuestra parte una constante glorificación, tasbih, del Todopoderoso:
“Así pues, glorifica el nombre de tu Señor, el Inmenso.” (al-Waqiah, 56:74)
Nuestras lenguas deben estar ocupadas con el Qur’an y la exhortación al bien. Eso es tasbih. Nuestros corazones deben sentir, en todo momento, un inmenso agradecimiento. Eso es tasbih. También nuestros cuerpos deben estar ocupados con tasbih en forma de salah supererogatorios, ayunos y buenas obras.
Las estrellas y la Revelación
“Y juro por el ocaso de los astros, lo cual, si supierais es un gran juramento.” (al-Waqiah, 56:75-76)
El Todopoderoso dirige nuestra atención hacia la infinidad del Esplendor Divino. El espacio, en realidad, ha sido levantado sin pilares, es un océano sin límite. La ayah que acabamos de citar llama nuestra atención sobre el amanecer, que empieza después de la desaparición de los astros, y sobre los actos de adoración que los creyentes realizan por la noche.
También aquí hay una referencia a la Revelación que había recibido el Bendito Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz. Cada parte de ella podía ser una ayah, o varias, o podría ser una surah entera, por lo cual todas ellas se podrían llamar también naym, o estrella.
El Noble Qur’an
“Es una Recitación noble, en un Libro Protegido, que no tocan sino los purificados.” (al-Waqiah, 56:77-79)
Es absolutamente necesario mostrar un gran respecto por el Noble Qur’an. Incluso el tocar su tapa sin tener wudu se considera como algo incorrecto. Si la persona no tiene wudu, no debe tocarlo incluso si utiliza para este fin un pañuelo o un trozo de tela. Es así porque es:
“Revelación descendida por el Señor de todos los mundos. ¿Sois capaces de tomarlo a la ligera? ¿O es que habéis hecho de la negación de él un medio de subsistencia?” (al-Waqiah, 56:80-82)
El que seamos destinatarios del Noble Qur’an es una de las mayores bendiciones que se nos han otorgado. Con nuestro agradecimiento por él y la puesta en práctica de sus preceptos, reconocemos su valor.
La muerte
“Acaso cuando el aliento vital llega a la garganta y estáis pendientes, mirando…” (al-Waqiah, 56:83-84)
Cuando llegue la hora y el Mandato del Todopoderoso, y con ellos la muerte, el hombre no podrá hacer nada por aplazarlo.
“… ¿no estamos Nos más cerca de él que vosotros, aunque no lo veáis? ¿Por qué, entonces, si es verdad que no vais a rendir cuentas, no lo devolvéis a la vida, si sois veraces?” (al-Waqiah, 56:83-85)
Tal es el Poder de Allah, glorificado sea y la impotencia del hombre. Toda la humanidad tiene que someterse al Decreto Divino, de buen grado o a la fuerza. En el momento de la verdad, los acérrimos opresores que habían dedicado toda su vida a la rebeldía contra el Mandato Divino, no podrán siquiera subir el tono de voz. Despojados de los incontables velos de la ignorancia que cubrían su conocimiento, el hombre por fin verá y entenderá claramente, de una vez por todas, que la verdadera soberanía es de Allah, alabado sea.
A los muertos les espera una de estas tres situaciones
“Y si fue de los próximos; alivio, generosa provisión y un jardín de delicias. Y si fue de los compañeros de la derecha: Paz a ti entre los compañeros de la derecha. Pero si fue de los que negaron la verdad, de los extraviados: Un hospedaje de agua hirviendo y abrasarse en el Yahim.” (al-Waqiah, 88:94)
Los que no creen y los Musulmanes corruptos están incluidos en este último grupo.
“Esto es, con certeza, la pura verdad.” (al-Waqiah, 95)
Buscando refugio en el Todopoderoso
“Glorifica, pues, el Nombre de tu Señor, el Inmenso.” (al-Waqiah, 95)
Surah an-Naml
Esta surah empieza con la afirmación de que el Qur’an ha sido enviado por Allah, el infinitamente Sabio y Conocedor. Su Majestad, glorificado sea, está fuera de toda medida e imaginación. La surah nos dice que los milagros y el apoyo que Él concede a Sus Profetas son invencibles, y nos da la buena nueva de que el Bendito Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, el último Mensajero, es el medio por Él elegido para proporcionar un tremendo avance a la humanidad, aclarando que es la continuación de la misión de los Profetas Musa, Daud, Suleyman, Salih y Lut, paz sobre todos ellos.
Los relatos históricos constituyen pruebas del Poder y de la Perfección del Todopoderoso. Dado que los idólatras no se avinieron a ellos, el Todopoderoso los reta con pruebas más generales, mencionando su capacidad de comprensión:
“¿Acaso Quien ha creado los Cielos y la Tierra, y hace que del cielo caiga agua para vosotros y que con ella crezcan jardines espléndidos cuyos árboles vosotros nunca hubierais podido hacer crecer…? ¿Puede haber otro dios con Allah? No, y sin embargo, son gente que equipara (otras cosas con Allah).” (an-Naml, 27:60)
Inmediatamente después de haber recitado esta ayah, el Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, solía decir:
“No, Allah el Todopoderoso es (infinitamente) mejor, más duradero, más sabio, más generoso y sublime, y más grande que todo lo que Le asocian.” (Baihaqi, Shuab, II, 372)
La surah nos invita a la contemplación de los seres y de los acontecimientos, todos ellos signos del Poder Divino, y continúa:
“¿Acaso Quien ha hecho de la tierra un lugar para vivir y ha intercalado en ella ríos y le ha puesto cordilleras y ha puesto entre los dos mares una barrera…?
¿Es que hay acaso otro dios con Allah?” No, sin embargo la mayoría de ellos no sabe.
¿Quién responde al que se ve en necesidad llevándose el mal y os ha hecho sucesores en la Tierra? ¿Puede haber algún dios con Allah? Qué poco recapacitáis.
¿Quién os guía en las tinieblas de la Tierra y del mar, y quién envía los vientos como preludio de Su Misericordia? ¿Puede haber algún dios con Allah?
¡Sea exaltado Allah por encima de lo que Le asocian! ¿Quién puede crear una vez primera y luego volver a crear, y quién os provee desde el cielo y desde la Tierra? ¿Hay algún dios con Allah?
Di: Traed la prueba que tengáis si sois de los que dicen la verdad.” (an-Naml, 27:61-64)
Surah ar-Rum
Allah, glorificado sea, de nuevo llama a Sus siervos a la contemplación:
“¿Es que no han reflexionado en su interior? Allah no ha creado los Cielos y la Tierra y lo que hay entre ambos sino con la verdad y con un plazo fijado. Y es cierto que muchos de los hombres niegan que hayan de encontrarse con su Señor. ¿Es que no han ido por la Tierra y han visto cómo acabaron los que les precedieron? Eran más fuertes que ellos en poderío y cultivaron la tierra y florecieron en ella más de lo que ellos han florecido y vinieron a ellos sus Mensajeros con las pruebas claras. Pero Allah no fue injusto con ellos en nada sino que fueron ellos los injustos consigo mismos.” (ar-Rum, 30:8-9)
Un poco más adelante, encontramos, una tras otra, las pruebas de la Unicidad, del infinito Poder y de la Majestad de Allah, glorificado sea:
“Hace salir lo vivo de lo muerto y lo muerto de lo vivo, y le da vida a la Tierra después de muerta. Y así será como saldréis vosotros (de las tumbas). Y parte de Sus signos es que os creó esposas sacadas de vosotros mismos para que encontrarais sosiego en ellas y puso entre vosotros amor y misericordia. Realmente en eso hay signos para gente que reflexiona. Y parte de Sus signos es la creación de los Cielos y de la Tierra y la diversidad de vuestras lenguas y colores. Realmente en eso hay signos para las criaturas. Y parte de Sus signos es vuestro sueño de noche y de día, y vuestra búsqueda de Su favor; realmente en esto hay signos para la gente que escucha. Y parte de Sus signos es que os hace ver el relámpago con temor y anhelo y hace que caiga agua del cielo con la que vivifica la tierra después de muerta; realmente en eso hay signos para gente que entiende. Y parte de Sus signos es que el Cielo y la Tierra se sostienen por Su mandato. Luego, cuando se os llame una vez desde la tierra, saldréis. Suyos son quienes están en los Cielos y en la Tierra, todos están sujetos a Él.” (arRum, 30:19-26)
La negligencia en la contemplación de las ayaat del Qur’an
Clasificando a Sus verdaderos siervos, Allah, glorificado sea, afirma:
“Y los que no permanecen inadvertidos (ni aburridos) al recibir la admonición de los Signos de su Señor.” (al-Furqan, 25:73)
Cuando leen el Qur’an o reciben de él un consejo, los creyentes escuchan atentamente; escuchan con sus corazones, piensan en lo que oyen y obedecen la llamada. Leemos en otra ayah:
“Los creyentes son aquéllos que cuando se recuerda a Allah, se les estremece el corazón y que cuando se les recitan Sus signos les aumenta la creencia y en Su Señor se confían.” (al-Anfal, 8:2)
En cambio, los que se muestran negligentes con la inspiración que da el Qur’an e ignoran sus signos y secretos, no pueden sumergirse en la verdad de sus misterios, ni pueden acatar sus mandatos ni evitar sus prohibiciones. Es una pérdida total. El Todopoderoso ha dicho:
“Alejaré de mis Signos a quienes se llenan de soberbia en la Tierra sin razón, ésos que aunque vean todo tipo de signos, no creen en ellos y aunque vean el camino de la guía recta no lo toman como camino, pero que si, en cambio, ven el camino de la perdición, lo toman como camino. Eso es porque han negado la verdad de Nuestros signos y son indiferentes a ellos.” (al-Araf, 8:146)
Los que se comportan de manera arrogante con los demás y se sienten poderosos, no pueden reflexionar sobre los significados del Qur’an y por eso no pueden recibir la guía de su luz. El Todopoderoso ha negado a los opresores la oportunidad de entender la sabiduría del Qur’an y familiarizarse con las manifestaciones del Poder Divino, haciendo, de esta manera, que pierdan el regalo de la Revelación ya que no procede que el Noble Qur’an, el tesoro de la sabiduría Divina, esté en manos de estos miserables.
Solamente puede entrar en los corazones de los rectamente guiados, y para ellos se convierte en la luz que les guía. La triste condición de los que carecen por completo de rectitud se debe a su incapacidad para contemplar la sabiduría que contiene el Qur’an. El resultado de esta situación es que quedan totalmente dominados por las extravagancias de sus egos.
Si pudieran reflexionar debidamente sobre el Qur’an y seguirlo, no se quedarían mudos ante el Mandato Divino. Por el contrario, lo aceptarían como la Verdad y, adoptando la actitud correcta, obtendrían su parte de los secretos y de la sabiduría Divina, abriéndose para ellos, de esta manera, las puertas de la eterna paz y felicidad.
Es evidente que, según lo que venimos comentando hasta ahora, la negligencia en la contemplación y la pérdida que esto supone son para el creyente impensables. El Todopoderoso ha dicho a modo de advertencia contra tal eventualidad:
“¡Por el Tiempo! Que es cierto que el hombre está en pérdida. Pero no así los que creen, llevan a cabo las acciones de bien, se encomiendan la verdad y se encomiendan la paciencia.” (al-Asr, 103:1-3)
Por lo tanto, la mirada de un creyente debe ser profunda y su silencio debe ser el de la contemplación. Debe esforzarse especialmente en profundizar en la contemplación de las Verdades Divinas transmitidas por el Qur’an y en adquirir el conocimiento de Allah. El creyente debe percibir el Qur’an como una carta enviada por el Todopoderoso a Sus siervos y abrazar esta fuente eterna de felicidad con la fuerza de la fe.
Permanecer continuamente en estado de muraqabah
Muraqabah significa inspección del mundo interior, supervisión y atención. Muraqabah se ha definido en tasawwuf como la espera de una inspiración o iluminación espiritual, a la vez que la protección del corazón de lo que es dañino, con la consciencia de que Allah, glorificado sea, nos ve en cada momento y en cada momento mira nuestros corazones.
Dicho en pocas palabras, muraqabah es volverse hacia el mundo interior de cada uno para reflexionar constantemente sobre nuestra condición y dar cuenta de ella, adquiriendo de esta forma un corazón despierto y el estado de la mente necesario para buscar correctamente refugio en el Todopoderoso.
El camino más corto hacia Allah
El reino del corazón, lo interno y lo externo, nos aporta ilimitados motivos para la contemplación. La parábola de Mawlana Rumi, que Allah le tenga en Su Misericordia, que citamos a continuación, recalca de manera muy bella la importancia de muraqabah –la contemplación del mundo interior:
Un creyente entró en un hermoso jardín para vivificar su espíritu y poder, de esta manera, contemplar más profundamente. Se quedó infatuado con el vibrante colorido de aquel jardín. Cerró los ojos y se entregó a muraqabah y a la contemplación. Un ignorante que pasaba por allí pensó que estaba dormido. Molesto y disgustado, le recriminó:
-¿Por qué estás durmiendo? Abre los ojos y observa las viñas, los árboles en flor y el verdor de la hierba. Admira la obra de la Misericordia de Allah.’ El creyente le contestó:
-Has de saber, hombre ignorante, que el corazón es la más grande de estas obras. Las demás son como sus sombras. Un arroyo fluye en medio de los árboles. En su agua cristalina puedes ver el reflejo de los árboles a cada uno de sus lados. Lo que se refleja en el arroyo es un jardín de sueños. El verdadero jardín está en el corazón, porque está en el centro de la Mirada Divina. Sus bellos reflejos se encuentran en la vida de este mundo, hecho de barro. Si las cosas de este mundo no fuesen el reflejo de los cipreses de la alegría del corazón, el Todopoderoso no habría llamado a este mundo de sueño un lugar de decepción. Se dice en el Qur’an:
Toda alma probará la muerte. Y el Día del Levantamiento se os pagará cumplidamente la retribución que os corresponda. Quien sea alejado del Fuego e introducido en el Jardín, habrá triunfado. La vida de este mundo no es sino el disfrute engañoso de lo que se acaba. (Al-i Imran, 3:185)
Los ignorantes que pretenden que el mundo sea el Paraíso y proclaman altaneros “¡aquí está el Paraíso!” son los que se dejan engañar por el destello del arroyo. Los que están lejos de los verdaderos jardines, se inclinan hacia este lado y quedan atrapados en el más sutil de los engaños. Vendrá un día en el que el sopor de la ignorancia llegará a su fin.
El ojo se abrirá, la verdad se manifestará resplandeciente. Pero, ¿qué valor tiene verlo en el momento en el que exhalemos el último aliento? Una gran alegría para alguien que ha muerto antes de morir y cuyo espíritu ha inhalado la fragancia de la verdad de este jardín.
Muraqabah conforma un camino de vital importancia para acercarse al Todopoderoso y adquirir el conocimiento, la sabiduría y las llaves de los misterios. Es, en el Islam, uno de los caminos más preciosos y de mayor inspiración hacia el progreso espiritual. Un Musulmán que desea hacer muraqabah debe primero preparar su corazón para ello. Sentado como en el salah, debe inclinar la cabeza hacia las rodillas.
A continuación, y con toda la intensidad que pueda, debe volverse hacia el Todopoderoso. Adquiriendo este estado mental, contempla la verdad de que “Allah me ve constantemente; está conmigo constantemente; más cerca de mí que yo mismo.”
Como resultado, la luz Divina que abarca todas las cosas empieza a entrar poco a poco en su corazón. La gente de amor considera que muraqabah es el camino más corto hacia el acercamiento a Allah, glorificado sea. Volverse al Todopoderoso con el corazón es mucho más efectivo e importante que volverse a Él con otras partes del cuerpo. Cualquiera puede volver el corazón hacia el Señor en cualquier momento, fácilmente, mientras que mover otras partes del cuerpo para realizar los actos de adoración puede llegar a ser difícil a causa de algún daño físico, o de encontrarnos en una edad avanzada. Según el dicho:
“el tranquilo soplo de muraqabah ante Allah es mejor que poseer los tesoros de Suleyman”.
Tal como lo ha transmitido el Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, habrá personas que se resguardarán en la Sombra del Trono el Día del Juicio Final –cuando no haya ninguna otra sombra. Pertenecerán a este grupo afortunado los que hayan recordado a Allah, alabado sea, en soledad, en lugares apartados, llorando lágrimas de emoción. (Ver Bujari, Adhan, 36; Muslim, Zakat, 91)
Alcanzando muraqabah
Muraqabah implica la reconstrucción de la consciencia de ihsan, tal como lo define Yibril, sobre él la paz, en el hadiz: “Ihsan es servirle a Allah como si Le estuvieras viendo. Incluso si tú no Le ves, Él sí te ve.” (Muslim, Iman, 1, 5; Bujari, Iman, 37)
Alcanzar la madurez de Islam y de la fe depende de alcanzar cierto estado de ihsan; y para vivir según ihsan, conscientes de estar en cada momento bajo la supervisión del Todopoderoso, necesitamos realizar una auto-evaluación por medio de muraqabah. El hecho de que Allah, glorificado sea, esté más cerca de nosotros que nosotros mismos debe incrustarse en nuestros corazones como una firme convicción.
Una persona habrá alcanzado ihsan a través del iman cuando su corazón lata por su causa. A partir de este momento, la persona ofrece todas sus buenas obras con un corazón lleno de espiritualidad, inmersa en el acto de contemplar el Qur’an, el Universo y la humanidad. Para leer de manera contemplativa el Qur’an, debemos empezar con algunos versos. Elegimos para este propósito ayaat que contengan el mayor efecto para el corazón y refuercen más la sensación de la Presencia del Todopoderoso y de Su amor. Este proceso de inmersión en la contemplación de estas ayaat se llama muraqabah. Consiste en cuatro etapas:
1. Muraqaba-i ahadiyya (La contemplación de la Unicidad de Allah):
Se contempla en ella la surah al-Ikhlas y ahadiyyah, es decir la Unicidad de Allah, glorificado sea, Quien, Poseedor de los atributos más perfectos, está libre de cualquier deficiencia. Durante esta etapa la inspiración empieza a fluir al corazón. Los significados de las ayaat se deben visualizar en la mente pero sin recurrir a las analogías y sin intentar atribuirle al Todopoderoso cualidades físicas.
Solamente se consideran aquellos atributos con los que el Todopoderoso se define. Cuando la visión se hace borrosa, la ayah se repite y la contemplación empieza de nuevo. Mientras esto continua, el sentimiento de ihsan del creyente aumenta, y empieza a recibir el conocimiento de Allah. El contenido de la surah al-Ikhlas nos recuerda, en su esencia, que Allah, glorificado sea, es Uno y Único. La Unicidad Le pertenece exclusivamente a Él. El Todopoderoso no manifiesta Su Esencia en este mundo. Suyo es el atributo de mukhalafatun’lilhawadis –que no se parece a ningún elemento de Su Creación.
Nuestro Señor es Transcendente –es infinitamente más grande que lo que de Él podamos concebir. Su Perfección no la podemos imaginar. Dado que no tiene parecido ni opuesto, es imposible concebir Su Esencia. El Todopoderoso es Samad. No tiene necesidad de nada, pero todo y todos tienen necesidad de Él. Todas las fuerzas del Universo le pertenecen a Él.
El hombre debe reflexionar sobre el Poder y la Majestad de Allah, glorificado sea, y, comprendiendo su propia debilidad, someter su entera existencia a su Creador, desprendiéndose del ego, e intentando ser un recinto donde se manifiesten los atributos de la belleza (yamal) del Todopoderoso. Ahadiyya, o Unicidad, no admite ninguna división, segregación en partes, ni tampoco ninguna asociación. El Todopoderoso no ha nacido ni ha engendrado, nunca ha habido nada igual a Él. No es padre, madre o hijo –como afirman los cristianos.
La creencia en la Unicidad de Allah, glorificado sea, no admite ninguna noción de asociación o nacimiento, porque lo que nace, segrega; y lo que segrega, está destinado a perecer –el mismo destino que lo que engendra. Engendrar es la característica de la raza humana. Una necesidad de este tipo sería una deficiencia en caso de Allah, el Uno, Samad, el Ser Necesario, carente de todo tipo de fallos y defectos. El corazón, el centro de la contemplación y de la espiritualidad, debe sentir en su profundidad las manifestaciones y el flujo de la Majestad y del Poder Divinos, y estar en un continuo estado de agradecimiento.
2. Muraqabah-i Mayiyya (La contemplación del Acompañamiento Divino):
En esta etapa se contempla en profundidad el significado de
“(Él) está con vosotros dondequiera que estéis” (al-Hadid, 57:4),
alcanzando la comprensión de la compañía que uno debe guardar y este estado mental se convierte en la consciencia del corazón. El ser humano no puede de ninguna manera permanecer fuera del conocimiento y la soberanía de Allah, alabado sea, incluso si se esconde bajo la tierra o en lo más profundo del océano. Cada latido del corazón, cada respiración que realiza, cada objeto que ve y cada sonido que oye son la prueba de que el Todopoderoso está constantemente con Sus siervos. Cuando llega su hora y expiran su última aliento, el Todopoderoso, de hecho, pone fin a estas capacidades de las que hasta entonces se servía. Allah, glorificado sea, ha dicho:
“¿Es que no ves que Allah conoce lo que hay en los Cielos y lo que hay en la Tierra? No hay confidencia de tres en la que Él no sea el cuarto, o de cinco en la que Él no sea el sexto, ni de menos o más que eso sin que Él no esté con ellos dondequiera que estén. Luego, el Día del Levantamiento les hará saber lo que hicieron. Es cierto que Allah es Conocedor de todas las cosas.” (al-Muyadili, 58:7)
El Todopoderoso es el Amigo más querido del hombre, más cercano que sus familiares íntimos, una Presencia que es aparente por medio de Su Poder en sí mismo y la obra de Sus ángeles. Los demás, únicamente pueden conocer su condición externa. No solamente hay situaciones en los que nadie puede ayudar a nadie, sino que ni siquiera tenemos la capacidad de solucionar los problemas que se nos presentan cotidianamente.
En cambio, Allah, alabado sea, conoce íntimamente a cada uno de nosotros en todo momento y actúa como le place, sobre todo a la hora de la muerte. Es precisamente entonces cuando uno se da cuenta de que nunca ha tenido junto a sí a nadie más cercano que al Todopoderoso. El Qur’an dice:
“¿Acaso cuando el aliento vital llega a la garganta y estáis pendientes, mirando, no estamos Nos más cerca de él que vosotros, aunque no lo veáis?” (al-Waqiah, 56:83-85)
El Todopoderoso les advierte de esta manera a los que olvidan o no tienen consciencia de este hecho:
“Quieren esconderse de los hombres pero no pueden esconderse de Allah; Él está con ellos cuando, de noche, traman lo que no Le complace. Allah rodea lo que hacen.” (an-Nisa, 4:108)
3. Muraqaba-i Aqrabiyya (La contemplación de la Proximidad Divina):
A este nivel se contempla la siguiente ayah:
“Hemos creado al hombre y sabemos lo que su alma le susurra. Estamos más cerca de él que su propia vena yugular.” (Qaf, 50:16)
Tal como lo surgiere la palabra aqrabiyya, es decir la “proximidad” con Allah, glorificado sea, su implicación es que está más cerca de nosotros que nosotros mismos. Conoce nuestros pensamientos, intenciones y sentimientos. Lo que está oculto incluso a los ángeles encargados de apuntar cada una de nuestras palabras, cada uno de nuestros pensamientos y decisiones que nos vienen a la mente, incluso si son transitorios, nunca está oculto ante el Todopoderoso ya que es Él Quien ha creado los pensamientos, como todo lo demás.
Es imposible que alguien que reflexione sobre ello adecuadamente no se estremezca ante la cuenta que tendrá que dar. La visualización de solamente esta ayah bastaría para infundirnos el temor suficiente que nos previniera de pronunciar una palabra que pudiera disgustar al Todopoderoso, o de que nos viniera un pensamiento malicioso que nos impidiera mantenernos firmes en el camino de rectitud y alerta.
Se dice en la surah al-Anfal que Allah, glorificado sea, se coloca entre la persona y su corazón, y regula sus pensamientos y deseos según Su Voluntad. El Todopoderoso está más cerca de la persona que su propio corazón, y tiene el mandato sobre el corazón que la persona misma no tiene. Tan válido es el Poder de Allah, glorificado sea, que no solamente se sitúa entre la persona y los demás, sino también entre ella y su corazón, haciendo que desaparezcan en un instante los más intensos deseos que haya tenido.
Cambiando la voluntad, las opiniones y preferencias de la persona, la puede volver en la dirección opuesta. Por eso, cuando Allah pone un velo entre nosotros y nuestros corazones, haciendo que venga la muerte, es imposible ignorarlo o luchar contra ello. Por lo tanto, los seres humanos nunca podrán saber lo que les espera a cada siguiente respiro que exhalan. (Ver Elmalılı M. Hamdi, IV, 2386-2387, al-Anfal, 24)
Abu Musa al-Ansari, que Allah esté satisfecho con él, ha transmitido: Estábamos de viaje con el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le de la paz. Cuando subíamos las colinas gritábamos Allahu Akbar, la ilaha illa Allah.
Entonces el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le de la paz, dijo:
-No hagáis tanta fuerza, oh Musulmanes, porque no estáis llamando a alguien ausente o lejano. Allah está siempre con vosotros, más cerca que vosotros mismos. (Bujari, Yihad, 131; Muslim, Dhikr, 44)
Tal como se desprende de las numerosas ayaat y ahadiz que hablan de lo relacionado con ellas, el Todopoderoso quiere que Sus siervos busquen Su proximidad, la misma que la Suya con ellos. Por esa razón dice:
“Póstrate y busca proximidad.” (al-Alaq, 96:19)
Alguien que por medio de muraqabah-i aqrabiyya llega a darse cuenta de que los pensamientos que pasan por su mente Le son conocidos a Allah, glorificado sea, no solamente intentará alejarse de lo incorrecto, sino que también intentará no tener intenciones erróneas, y estar firmemente asentado en el camino de la honestidad y rectitud. Como resultado de este tipo de contemplación la persona cultiva y hace crecer el sentimiento de amor y cercanía con Allah.
4. Muraqabah-i muhabbah (Contemplación del Amor Divino):
En esta etapa se contempla la ayah:
“… los amará y por ellos será amado…” (al-Maidah, 5:54)
Cuando contemplamos la creación, sentimos un inmenso amor por su Creador. Percibimos su Gran Obra como un derroche de misericordia y sabiduría.
El gato que duerme en el umbral, el perro que corre en los alrededores, una rama verde que cuelga en el jardín –todos ellos se vuelven, de repente, muy queridos para nosotros. Nos sentimos jubilosos al ver un árbol en flor sabiendo que también eso es una bendición del Todopoderoso. Nos encontramos continuamente en un estado de sincero agradecimiento. Cuando recapacitamos sobre los incontables defectos que poseemos desde la perspectiva de Allah, alabado sea, nos contenemos de herir a nadie y perdonamos con celeridad a los que nos hieren.
¿Cómo, si no, voy a pedir el perdón para mí mismo si no soy capaz de perdonar el más ligero daño que me hayan ocasionado? Merecer el perdón de Allah, alabado sea, por medio de perdonar constantemente a los demás es una indispensable característica de los creyentes espiritualmente maduros. La verdadera victoria está en perdonar la crueldad sufrida sin el más mínimo sentimiento de rencor.
Perdonar por Allah, alabado sea, es una de las más grandes manifestaciones del Amor Divino. Sin realizar este esfuerzo, cualquier manifestación verbal de amor por el Todopoderoso, se quedará en meras palabras. Contemplando la ayah que hemos citado al principio, el creyente recibe la inspiración proporcionalmente a su entendimiento, a su capacidad y sinceridad, y continúa esforzándose para llegar al nivel en el que pueda leer el Qur’an entero de manera contemplativa.
Siguiendo conscientemente las sesiones de muraqabah, esta persona dirige su mundo interior hacia el Todopoderoso y vacía su corazón de otras ocupaciones que no sean Allah, glorificado sea, dándole el máximo valor a Su Mandato y sumergiéndose en el recuerdo Divino. El siervo que es leal al Todopoderoso es como un niño ocupado con su juguete. Se duerme con la alegría de tener un juguete tan bello, y es la primera cosa en la que piensa y la que busca al despertarse.
Tal será nuestro estado después de la muerte, en el momento del despertar, no mucho después, en la tumba, para entrar en el plano de la Resurrección. Por eso necesitamos tener cuidado con lo que ocupa nuestra mente justo antes de caer dormidos. Si es Allah, glorificado sea, Quien ha dominado los pensamientos de una persona en vida, entonces la muerte y la Resurrección tendrán lugar con Él, glorificado sea, según Su Mandato y Complacencia. El Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, ha dicho:
“Los hombres resucitarán el Día del Juicio en el estado en el que hayan muerto.” (Muslim, Yannah, 83)
“Moriréis como hayáis vivido, y resucitaréis como hayáis muerto.” (Munawi, Faiz’ul-Qadir, V, 663)
Si los deseos de una persona se dirigen hacia otro objeto que no sea Allah, glorificado sea, su muerte y su Resurrección estarán tintados de ese objeto, y en el Día del Juicio quedará desamparada. La práctica del dhikr (recuerdo) y de la contemplación es esencial para adquirir un perfecto estado de muraqabah. El Bendito Profeta, que Allah le bendiga y le de la paz, ha dicho: َ
“Buscad a Allah para que Le podáis encontrar frente a vosotros.” (Ahmad, I, 293)
Para beneficiarse plenamente de muraqabah, de la contemplación y del dhikr, se deben observar los requisitos necesarios y adoptar el comportamiento adecuado, así como llevarlo a cabo en los momentos de más tranquilidad, evitando las situaciones en las que el corazón experimente hambre, enfado o sueño.