“En la Tierra hay signos para los que tienen certeza. Y en vosotros mismos. ¿Es que no vais a ver?” (ad-Dhariyat, 20-21)
Tan magnífica es la creación del hombre que incluso la ciencia y la tecnología más modernas, a pesar de los sorprendentes descubrimientos realizados en todos los campos del saber, no han logrado descifrar adecuadamente su misterio.
El Noble Qur’an dice:
“¡Hombre! ¿Qué te engañó apartándote de tu Señor, el Generoso? El que te creó, te conformó, y te equilibró, dándote la forma precisa” (al-Infitar, 82:6-8)
Recordándoles su origen, Allah, glorificado sea, urge al hombre a que reflexione sobre su propia creación, sobre el hecho de que a pesar de ser la criatura más elevada de entre todos los seres, se originó de una acuosa e insignificante sustancia. Qué insensatez por parte del hombre confiar en esta existencia temporal, tan vulnerable, tan efímera, y rebelarse contra su Señor, el eternamente Poderoso y Sabio, Quien de una gota insignificante hizo un ser magnífico.
El Noble Qur’an describe de la siguiente manera las etapas de la gestación de un ser humano; etapas que la medicina moderna ha descubierto recientemente:
“En verdad, creamos al hombre de una esencia extraída del barro. Luego hicimos que fuera una gota de esperma dentro de un receptáculo seguro. Luego transformamos la gota de esperma creando un coágulo de sangre y del coágulo de sangre creando un trozo de carne haciendo de ello otra criatura. Bendito sea Allah, el mejor de los creadores. Y luego, después de esto, tendréis que morir. Después, el Día del Levantamiento, seréis devueltos a la vida.” (al-Muminun, 23:12-16)
Igual que su creación, los órganos del cuerpo humano, los ojos, los oídos, las piernas, el corazón, que hablan su propio idioma, deben ser un objeto de contemplación para el hombre. Nos dicen: Mira cuidadosamente cómo el Todopoderoso ha conformado tus miembros, reforzados por los músculos, nervios y venas, y cómo los reunió e hizo que formasen un sistema increíblemente armonioso.
Ha hecho que la cabeza sea redonda, y colocó en ella los ojos, la nariz y la boca. Ha hecho que los brazos y las piernas sean largos, y dividió sus terminaciones en dedos. En cuanto a los órganos internos, como el corazón, los pulmones, el hígado, los intestinos… los conformó de una manera absolutamente perfecta. Ninguno sobra, ninguno es independiente de los demás, cada uno de ellos cumple con una función específica, y está creado de la mejor manera para que pueda cumplir esa función. Más aún, cada órgano tiene sus propios componentes. El ojo, por ejemplo, tiene capas y cada una de ellas tiene una forma y un objetivo propios. En caso de que una de estas capas quede dañada o pierda sus propiedades, el ojo perderá completamente su capacidad de visión.
Los huesos
La formación de los huesos es otra de las muchas maravillas dignas de mención. ¿Cómo es posible que sean tan fuertes y resistentes cuando el Todopoderoso los ha creado de una gota de esperma? A pesar de ello, y en virtud de sus propiedades, realizan la función de estructurar a todo el cuerpo, son su esqueleto, equilibrado y fuerte, compuesto de muchos elementos de varias formas, tamaños y densidades.
Los huesos están unidos entre sí por medio de flexibles articulaciones, cada una de ellas con la forma que corresponde al movimiento que debe realizar. El mecanismo de lubricación de estas articulaciones es tan asombroso que han fallado todos los intentos de explicarlo en términos conocidos. Consideremos por un momento las dificultades a las que tendríamos que enfrentarnos en caso de ruptura de una de las articulaciones. Si Allah, alabado sea, hubiese hecho que nuestro cuerpo tuviese solamente un hueso más de los que tiene, este hueso tendría que ser extraído por medio de la cirugía.
Por otro lado, si tuviéramos un hueso de menos, tendríamos que hacer un tremendo esfuerzo para compensar esta carencia, y lo más probable es que todos nuestros esfuerzos no tuvieran ningún efecto. Imaginemos por un momento que careciéramos del dedo pulgar. No es difícil vislumbrar la dificultad que eso supondría. Algunos de nuestros dientes son planos, adecuados para masticar. Otros son puntiagudos y afilados –para cortar y repartir la comida. Para mover los huesos el Todopoderoso ha creado los músculos. Su masa y forma varía según su lugar específico dentro del cuerpo.
También el ojo contiene muchos músculos. El fallo de uno de ellos es muy perjudicial para la función que tiene que desarrollar este órgano. Las maravillas de las que estamos hablando son las que vemos. Pero coexisten con ellas en el hombre unas cualidades espirituales imperceptibles para los órganos sensoriales, como el temperamento, el carácter, la personalidad y la consciencia, cuya naturaleza es aún más asombrosa. Las maravillas del cuerpo humano se deben al Arte del Todopoderoso de diseñar a partir de una gota de agua. Al ver un maravilloso cuadro uno normalmente se pone a admirar el arte y la habilidad del pintor. Puede que su reputación de repente aumente desmesuradamente.
Y sin embargo, lejos de crear algo de la nada, lo que hace el pintor es mezclar diferentes colores por medio de un pincel y reflejar en el lienzo sus impresiones de las cosas visibles, todas ellas creadas por el Todopoderoso. En tal caso, y teniendo en cuenta cómo nos admira la obra del pintor, ¿no deberíamos más bien contemplar la maravilla que es el ser humano, una especial obra de arte, creada por el Artista Absoluto –de una insignificante gota de agua?
Los miembros del cuerpo
Pensemos en la estructura de los oídos, en los beneficios que nos proporciona la nariz, en las funciones de la lengua y la manera específica que tiene de pronunciar cada sonido, en los dientes que adornan nuestras bocas con un diseño que recuerda a las perlas, en la sensible estructura de las cuerdas vocales –tan excepcional que podemos ser reconocidos por la calidad de nuestra voz. Pensemos en nuestro pelo, barba, cejas y pestañas… en el estómago, hígado, riñones y venas… todos ellos llevan el sello de la Suprema Inteligencia y Sabiduría, y trabajan al unísono uno con otro… cada uno se merece una larga reflexión.
Nuestros riñones son simplemente unos peque- ños trozos de carne, y sin embargo pueden distinguir lo dañino de lo saludable, eliminando lo primero y asimilando lo segundo. ¿Acaso tienen una mente propia con acceso a los ordenadores y laboratorios?
Todos sabemos las dificultades que causa un pequeño fallo en su función. Enormes máquinas no pueden realizar plenamente lo que estos trozos de carne de 50 gr. de peso hacen con absoluta facilidad. Miremos ahora nuestros brazos. Son largos para que podamos alcanzar las cosas que necesitamos. Tienen una palma plana, dotada de cinco dedos. Cuatro de ellos están dirigidos hacia un lado y el pulgar, que puede ayudar a los demás, hacia el otro. Si todos los seres humanos que han existido hasta ahora pudieran reunirse e inventar una forma mejor, más adecuada para la mano –no podrían hacerlo.
Si el hombre tuviera que vivir sin alguna parte de su cuerpo aparentemente insignificante –por ejemplo, las uñas– se daría cuenta entonces de lo necesaria que era y de la imposibilidad de sustituir su función –en el caso de las uñas, por ejemplo, no podría rascarse, ni raspar, ni extraer pequeños objetos, ni muchas otras cosas. Si quisiéramos pedirle a alguien que nos quitase ese molesto picor, resultaría que esta persona tendría grandes dificultades para localizarlo. Y sin embargo, nuestra propia mano nunca falla en encontrar el lugar que busca, incluso cuando estamos profundamente dormidos.
Los, aparentemente, sencillos movimientos que realizamos con nuestros brazos, manos y dedos requieren, de hecho, una compleja y muy bien dise- ñada operación. Cuando somos conscientes de que los movimientos de los robots de alta tecnología más modernos ni siquiera se aproximan a esta perfección, y aún así no reconocemos el eterno Poder y Sabiduría que el Todopoderoso nos muestra día a día por medio de nuestros miembros, estamos mostrando una tremenda indiferencia hacia nuestro Creador. El hombre, como el resto de la Creación, expresa en su propia lengua la alabanza del Arte Absoluto –para los ojos que quieren ver y los oídos que quieren oír:
Mi existencia es el testimonio de la del Creador,
Sobran otras prueba, aunque de hecho existen. (Şinâsî)
La Compasión y la Misericordia del Todopoderoso
Pensemos ahora en la misericordia y la compasión de Allah, Quien aplaza hasta los dos años de vida la plena dentición del niño. Durante los primeros dos años de su vida los niños no pueden tomar alimentos ‘normales’ y por lo tanto dependen de la leche de la madre. Por ello, no necesitan en esa época dientes. Los dientes desarrollados plenamente serían muy dolorosos para el amamantamiento. Mientras el niño se desarrolla, crece su necesidad de alimentación, y llega el momento en el que la leche ya no es suficiente para cumplir con esa necesidad. Hacen falta ahora otros tipos de alimentos, y con ello la necesidad de masticar y tragar.
Así pues, el pleno crecimiento de los dientes viene en el momento preciso. Si ocurriese antes, imposibilitaría el amamantamiento. ¿Acaso no nos debería asombrar que Allah, alabado sea, haya hecho que no solamente salgan de las blandas encías pequeños trozos de hueso, sino que también salgan en el momento preciso?
El Todopoderoso ha provisto a los padres de un excepcional sentimiento de compasión a la hora de criar a sus hijos. ¿Quién, si no, podría soportar el trabajo que supone el cuidado de un hijo si el Todopoderoso no hubiese colocado en los corazones de sus padres una gota de Su propia Misericordia?
El cuerpo humano nos ofrece un increíble objeto de contemplación, siendo un testigo excepcional de la existencia del Creador. Sin embargo, alguien que ignora este hecho, está constantemente preocupado por los deseos de su ego. Eso mismo hacen los animales, y en este sentido están al mismo nivel que los hombres. Lo que separa al animal del hombre, lo que confiere a éste último la capacidad de ser lo más elevado de la Creación, es la sabiduría adquirida por medio de la observación de las maravillas de los cielos y de la Tierra con el ojo de la percepción, contemplando el Arte Divino, tan evidente en todo el Universo y en él mismo.
Con la profundización de esta sabiduría, el hombre se puede elevar al nivel de los ángeles, incluso más alto, pudiendo resucitar en el estado de amor del Todopoderoso, entre los Profetas y los rectamente guiados. Este honor y privilegio no están al alcance de los encadenados por su sed de lo mundano, más inconscientes de la realidad que los propios animales.
La cara y las huellas dactilares
Un día, alguien le comentó a Umar, qué Allah esté satisfecho con él:
“El ajedrez es realmente algo asombroso. Aunque el tablero tenga medidas tan pequeñas, se podrían hace en él quizás un millón de diferentes movimientos, sin que ninguno se parezca al otro.”
Umar contestó:
“Hay algo aún más asombroso. El tamaño de la cara es aún más pequeño, y todos tenemos en ella ojos, nariz, boca, cejas y pestañas, pero no encontrarás en todo el mundo a dos personas que tengan el mismo aspecto. ¡Qué grande es Allah, Quien muestra en un pequeño trozo de piel diferencias infinitas! (Râzî, Tafsîr, IV, 179-180 [al-Baqarah, 164])
Llamando nuestra atención sobre esta Sabiduría, el poeta dice:
¿Qué Maestro ha dibujado esta cara?
¿Quién mirará al espejo y se lo preguntará? (Necip Fâzıl)
Todavía más significativas son las puntas de nuestros dedos. Hoy, tenemos ordenadores y puertas que se abren en base a un código de seguridad basado en las huellas dactilares, que son únicas para cada persona que existe. Incluso hay diferencias entre las huellas de cada mano. Este hecho fue descubierto a finales del siglo 19, y en seguida se empezaron a utilizar para la identificación de las personas, sobre todo en la criminología.
Hoy, la ciencia de la dermatografía se dedica exclusivamente al estudio de las huellas dactilares. Este hecho excepcional lo menciona el Noble Qur’an hace 1400 años. Dice que en la Resurrección incluso se reconstruirán de manera exacta las puntas de los dedos:
“¿Es que piensa el hombre que no vamos a recomponer sus huesos? Muy al contrario. Fuimos capaces de conformar las mismas puntas de sus dedos.” (alQiyamah, 75:3-4)
Como podemos ver, el Noble Qur’an, como siempre, se adelanta a la ciencia, que corrobora, mucho más tarde, todas sus aseveraciones. También los ojos son diferentes en cada persona, y se están construyendo ahora ordenadores y mecanismos en las puertas que reconocen al usuario no según los códigos digitales, algo que está ya pasado de moda, sino por las cualidades específicas de sus retinas.
Alabado sea Allah, Quien crea infinidad de variedades en una superficie que no sobrepasa un centímetro cuadrado.
La maravilla que es el gen
Los descubrimientos más recientes apuntan al hecho de que cada persona lleva un código genético particular, exclusivo. Más aún, se ha estimado que los genes son tan diminutos que los genes de todos los seres humanos vivos, que actualmente sobrepasan los seis mil millones, no podrían llenar algo tan pequeño como un dedal. Invisibles incluso para los microscopios, están sin embargo en las células de todos los organismos vivos y determinan sus características.
¿Cómo puede esta pequeña entidad llamada gen ser responsable de la infinidad de características que conforman a todo ser vivo?
¿Cómo puede determinar, siendo tan pequeña, todo eso, incluso los elementos sicológicos de cada persona?
El hecho de que millones y millones de átomos incrustados en un gen, invisible incluso para un microscopio, virtualmente gobiernen la vida en la Tierra solamente se puede deber a la intervención de un Creador infinitamente sabio. No cabe en este caso la más mínima especulación al respecto. El Todopoderoso nos llama la atención sobre ello de la siguiente manera:
“Y cuando tu Señor sacó de las espaldas de los hijos de Adam su propia descendencia y les hizo que dieran testimonio: ¿Acaso no soy yo vuestro Señor? Contestaron: Sí, lo atestiguamos. Para que el Día del Levantamiento no pudierais decir: Nadie nos había advertido de esto.” (al-Araf, 7:172)
Esta y otras manifestaciones del Poder y Arte Divinos, descubiertos hace relativamente poco tiempo, acallan la razón. Inspirado por tales sentimientos, Ziya Pasha escribió ya en el siglo 19:
Glorifico a Aquel que hace que la mente se someta Cuyo Poder deja a los sabios sin habla.
¿Quién maneja esta complicada fábrica que es el cuerpo humano?
El hombre debe tener la consciencia de que todos los seres, los que están en los cielos, en el mar y en la Tierra, incluyéndole a él, dependen en cada momento del Todopoderoso. A un nivel más sencillo debería admitir los hechos que son obvios. Prácticamente toda la actividad que desarrolla nuestro cuerpo es independiente de nuestra voluntad. Se refiere esto al latido de nuestro corazón, a la respiración, a la acción de todos nuestros órganos, incluyendo la que tiene lugar dentro de las células, y todas las comunicaciones que se dan entre ellos.
¿Quién puede saber el mal que se habría hecho si la actividad de solamente uno de esos elementos, o algún tipo de reacción bioquímica dentro de una célula, quedase dirigida y controlada por nosotros mismos durante un solo día?
Qué increíble lección tenemos en el hecho de que un niño de 10 años pueda dominar a un elefante de 10 toneladas, mientras que un pequeño virus, invisible para el ojo humano, puede derrumbar a un hombre de gran corpulencia? Por eso, nunca debemos considerar que la fuerza que tenemos proviene de nosotros mismos; nunca debemos dejar que nos venza la arrogancia, y siempre debemos recordar que su Verdadero Dueño es Allah, alabado sea. Debemos estar constantemente agradecidos, buscando refugio en el Todopoderoso y reconociendo sinceramente que comparados con el Poder Divino no somos ni una mota de polvo.
Acabamos de mencionar, muy brevemente, algunos de los ejemplos del Poder y de la Sabiduría Divinos que tan abundantemente se manifiestan en los seres humanos. Una reflexión un poco más profunda nos llevaría al descubrimiento de muchos otros, y si pudiéramos escribir un libro sobre cada célula del cuerpo humano, sería sin duda alguna una empresa de lo más loable y beneficiosa.
¿Por qué fue creado el hombre?
¿Cuál es el verdadero objetivo de la existencia del hombre –un ser noble, creado en el mejor de los moldes, dotado de incontables bendiciones Divinas? ¿Cuáles son sus responsabilidades? Allah, glorificado sea, nos dice:
“¿Acaso pensasteis que os hemos creado únicamente como diversión y que no habríais de volver a Nosotros?” (al-Muminun, 23:115)
“Y no he creado a los genios y a los hombres sino para que Me adoren.” (ad-Dhariyat, 51:56)
El hombre debe agradecer profundamente por cada célula de su cuerpo con actos de adoración, mostrando generosidad con sus semejantes, realizando buenas obras y siendo paciente ante las adversidades –por no citar sino algunas de las actitudes más recomendables. Cada bendición tiene su precio y cada una de ellas requiere gratitud. El Profeta, qué Allah le bendiga y le de la paz, ha dicho:
El hombre debe realizar un acto de generosidad al día a cambio de cada una de sus articulaciones. Ayudar al jinete a montar o a colocar su carga en la montura es un acto de generosidad. Una palabra amable es un acto de generosidad. Cada paso dado en el camino hacia la mezquita para ofrecer el salah es un acto de generosidad. Indicar el camino a alguien también es un acto de generosidad. (Bujari, Yihad, 72; Muslim, Zakat, 56)
La generosidad es una obligación diaria por vuestras articulaciones y huesos. Cada tahlil es generosidad. Cada takbir es generosidad. Exhortar al bien es generosidad. Prevenir el mal es generosidad. Y dos rakat del salah a media mañana equivale a todo ello. (Bujari, Sulh, 11; Yihad, 72, 128; Muslim, Zakat 56)
En otras transmisiones se menciona:
“hacer de intermediario justo entre dos personas” y “apartar del camino lo que pueda molestar a los transeúntes”. (Bujari, Sulh, 11; Yihad, 72, 128; Muslim, Zakat, 56)
Queda entonces absolutamente clara la necesidad de que seamos siervos dignos del Todopoderoso, así como la prioridad de aprovechar cada momento, dedicándolo a los actos de adoración y buenas obras como preparación para la vida eterna.
El misterio de la muerte, solucionado
Muhammad ibn Kab al-Qurazi ha transmitido:
Una vez me encontré con Omar ibn Abdulaziz en Medina, que por aquel entonces era un hombre joven, bastante apuesto y además rico. Años más tarde, ya siendo Califa, fui a verle. Después de haber recibido su permiso, entré en la estancia califal. Al verle, me quedé atónito y no pude por menos que mirarle fijamente.
Me preguntó:
-¿Por qué me miras de esta manera, Muhammad?
Le respondí:
-Estás pálido, has envejecido prematuramente, has perdido casi todo el pelo, y lo que queda de él son canas. No he podido contener mi sorpresa al verlo, Califa.
Me dijo:
-¡Qué sorpresa te ibas a llevar al verme tres días después de haber sido enterrado! Las hormigas habrán sacado mis ojos de sus órbitas, habrán invadido mis mejillas, y la nariz y la boca estarán llenas de pus. Entonces sí que estaría justificada tu sorpresa. (Hakim, IV, 300/7706)
Más que cualquier otra cosa, cualquier ser umano debe contemplar su final.
¿Cómo exhalará su último aliento?
¿Con qué se encontrará en la tumba?
¿Cuál será su posición en el Más Allá?
Son los misterios más grandes que todo hombre tendrá que afrontar –comprender el secreto del viaje desde la cuna hasta el ataúd, la sabiduría que subyace en su existencia y, como consecuencia de ella, su paso al Otro Mundo. Cada uno de nosotros debería esforzarse en solucionar estas incógnitas y alcanzar de esta manera la felicidad eterna. En primer lugar, debemos hacernos preguntas acerca de la muerte, ya que es un hecho ineludible que:
“todo cuanto en ella (la Tierra) hay es perecedero.” (ar-Rahman, 55:26)
Llegará, pues, un día que no tendrá mañana, desconocido para cada uno de nosotros. Allah, alabado sea, nos dice:
“Y vendrá la embriaguez de la muerte con la verdad. Eso es de lo que huíais. Y se soplará en el cuerno. Ese es el día prometido.” (Qaf, 50:19-20)
Cada persona entra en este mundo por una puerta, el vientre de su madre, y su vida se convierte en una especie de carrera de obstáculos llena de espiritualidad o de egoísmo. Después de haber llegado al final de esta pista y haber salido por la puerta de la tumba, cada uno de nosotros está en el pasaje hacia la eternidad. Desde los tiempos de Adam, sobre él la paz, hasta nuestros días, el mundo, como una casa de dos puertas, no ha cesado de llenarse y de vaciarse de incontables seres humanos.
¿Dónde vamos a estar dentro de nada? No sabemos. Pero una cosa es cierta –la muerte llamará a la puerta de los oprimidos y de los opresores, de los malvados y de los santos, y serán reunidos en la sala de espera de la vida eterna –el Día del Juicio Final. Piensa por un momento que el suelo que pisas está lleno de los cuerpos de billones de seres humanos que ya han muerto, cuerpos que ya son polvo… como billones de sombras, una encima de otra. Mañana, también nosotros formaremos parte de estas sombras.
Desde allí, empezaremos la vida eterna, un viaje eterno. Piensa de nuevo: ¿Qué clase de mente cambiaría un instante por la eternidad? Hablando de la muerte, el Todopoderoso declara en el Noble Qur’an:
“El día que la vean les parecerá que no permanecieron (en la tumba) sino una tarde o su mañana.” (an-Naziat, 79:46)
También los siguientes versos hablan de esta verdad –de la brevedad de la vida:
Es delicada, rápida, como un pestañeo,
Un pájaro levantó el vuelo, no lo oímos, pero pasó. (Âşık Paşa)
¿Puede existir una insensatez mayor que tratar a esta vida como si fuera eterna, olvidando el tesoro que viene después?
La contemplación de la muerte
El Profeta, qué Allah le bendiga y le de la paz, solía recalcar a menudo la necesidad de recordar la muerte y ser conscientes del peligro de perderse en los asuntos de este mundo. Decía:
“Es asombroso ver cómo una persona solamente se esfuerza por la vida engañosa de este mundo, a pesar de creer en la vida del Más Allá.”(Qudai, Shihab’ul-Akhbar, n. 383)
Pensar en la inevitable partida de este mundo, en el hecho de tener que afrontar después lo que cada uno se haya ganado en ella, lo bueno y lo malo, con el castigo y la recompensa, nos aleja del error y de la tentación, y nos facilita hacer buenas obras. La contemplación de la muerte es, por lo tanto, un medio de aumentar la consciencia, enderezar la vida y trabajar por el bien de nuestra condición en la vida eterna.
El Profeta, qué Allah le bendiga y le de la paz, ha dicho:
Acordaos con frecuencia de la muerte, porque este recuerdo os purifica de la maldad y aumenta el desapego hacia este mundo. Si piensas en la muerte siendo rico, te protegerá del desastre que supone la riqueza. Si piensas en la muerte siendo pobre, estarás satisfecho con tu vida. (Suyuti, Yami’us-Saghir, I, 47)
Y también ha dicho: Os he prohibido visitar las tumbas. Pero ahora os digo que lo hagáis porque estas visitas os recordarán el Más Allá. (Tirmidhi, Yanaiz, 60; Muslim, Yanaiz, 106) Recordad la muerte y los cuerpos y los huesos en descomposición. El que desea el Más Allá abandona el brillo de este mundo. (Tirmidhi, Qiyamah, 24)
Allah ama a los que se acuerdan mucho de la muerte. (Haizami, X, 325)
En una ocasión, un Compañero le preguntó al Profeta, qué Allah le bendiga y le de la paz:
-¿Quién es el creyente más avisado?
Le contestó:
-Aquél que se acuerda a menudo de la muerte se prepara para lo que tiene que venir de la mejor manera. Esos son, verdaderamente, los creyentes más avisados. (Ibn Mayah, Zuhd, 31)
Cómo contemplaban la muerte los Compañeros
Abu Bakr, qué Allah esté satisfecho con él, dijo una vez en un jutba:
¿Dónde están esos apuestos galanes, tan elegantes y admirados por todos en su momento?
¿Dónde están los jóvenes –hombres galantes y presumidos?
¿Dónde están los reyes que sitiaban a las imponentes ciudades rodeadas de altas murallas?
¿Dónde están los héroes invencibles en numerosos campos de batallas?
El tiempo se los ha comido y los ha hermanado con el polvo. Todos están en la oscuridad de sus tumbas. Volved en sí antes de que sea tarde, y empezad las preparaciones para lo que viene tras la muerte. ¡Salvaos! ¡Salvaos! (Ibn’ul-Jawzi, Zamm’ul-Hawa, p. 668; Nadrat’un-Naim, III, 960)
Aisha, qué Allah esté satisfecho de ella, explica:
Una vez pensé en el Fuego del Infierno y me eché a llorar. Viéndome en ese estado, el Profeta, qué Allah le bendiga y le de la paz, me preguntó:
-¿Qué es lo que ocurre, Aisha?
Contesté:
-Me he acordado del Fuego. Y luego le pregunté:
-¿Se acordarán los Profetas de los miembros de sus familias el Día del Juicio?
-Habrá tres momentos en los que nadie se acordará de nadie: antes de saber si la Balanza (mizan) es pesada o ligera; antes de saber si el Libro de sus Obras lo recibirán por la izquierda o por la derecha, o por detrás, hasta que oigan ‘Aquí lo tienes, lee tu libro’ (al-Haqqa, 19); y cuando vean el Puente de Sirat, suspendido sobre el Fuego. En ambos extremos del Puente habrá muchas espinas duras y ganchos. Con ellos, Allah agarrará a quien quiera y lo lanzará al Fuego. Nadie podrá pensar en nadie hasta que sepa si está a salvo de esos ganchos, o no. (Hakim, IV, 622/8722)
Usaid ibn Judair, qué Allah esté satisfecho de él, uno de los Compañeros más virtuosos, solía repetir a menudo:
Si pudiera retener el estado en el que estoy en cada una de esas tres ocasiones, seguramente merecería el Paraíso: mientras estoy leyendo el Qur’an o escuchando su recitación; oyendo las palabras del Mensajero de Allah, qué Allah le bendiga y le de la paz; y viendo un funeral. Sí, desde luego… siempre cuando veo un funeral, siento como si me aconteciera a mí lo que le acontece al muerto… me llevan a donde le llevan a él. (Hakim, III, 326/5260)
Los beneficios de contemplar la muerte
Como lo anuncia el hadiz:
“la muerte basta como consejo.”
Hay una profunda enseñanza para los que contemplan este fenómeno. El excesivo amor hacia los placeres de este mundo, y el deseo de fama y fortuna son síntomas de la enfermedad espiritual. Algunas de las nefastas consecuencias del excesivo amor por este mundo son la envidia, el orgullo, la hipocresía y la avaricia. El remedio más efectivo para protegernos contra estos defectos lo tenemos en la contemplación de la muerte, de la tumba y de los acontecimientos del Más Allá.
El principal objetivo del tasawwuf es la lucha contra el ego, la liberación de su dañina dominación y la purificación del corazón del amor por el mundo. La contemplación de la muerte, de cinco a diez minutos en el wird de cada día, ha sido parte de la práctica de numerosas tariqah. La costumbre otomana de tener los cementerios dentro de la ciudad, a lo largo de los caminos, y en los patios de las mezquitas, tenía en su origen el incentivo de la contemplación de la muerte.
Un viajero occidental que no pudo evitar un comentario sobre este hecho, dijo:
“Los turcos viven con sus muertos.”
La preparación para el Más Allá por medio del frecuente recuerdo de la muerte, y el apartarse de los deseos del ego, ayudan a librarse del remordimiento fatal que puede llegar con el último aliento. El Todopoderoso nos ha hablado de que alguien que durante la agonía tiene un momento de lucidez, inevitablemente dirá, profundamente arrepentido:
“¡Señor, mío! Si me dieras un poco más de plazo, podría dar con generosidad y ser de los rectos.” (alMunafiqun 63:10)
Para evitar semejante ordalía debemos abrir bien los ojos mientras todavía nos queda tiempo y oportunidad, y empezar la preparación para la vida eterna, mucho más cercana de lo que pensamos. Hasan Basri, qué Allah lo tenga en Su misericordia, después de haber atendido un funeral, le preguntó a alguien que tenía a su lado:
-¿No te parece que el muerto se estará ahora lamentando de no poder volver a este mundo para hacer más obras buenas, más actos de adoración y de arrepentimiento por las malas acciones?
-Con toda seguridad, respondió el hombre.
Entonces, ¿qué nos impide a nosotros pensar de la misma manera?, respondió Hasan Basri. (Ibn’ul-Yawzi, al-Hasan’ul-Basri)
Preparándose para el estremecimiento de la muerte
Hasan Basri, qué Allah le tenga en Su Misericordia, dijo en una ocasión:
Hay dos noches y dos días que no tienen par entre las otras noches y los demás días. La primera de estas noches es la que pasas en la tumba entre los muertos. Nunca antes has estado con ellos. La segunda de estas noches es justo la anterior al Último Día, que es el día que no va a ser seguido por ninguna noche. En cuanto a los días, el primero de ellos es cuando llega el emisario de Allah y te dice si Él está complacido contigo o no, si estás destinado al Paraíso o al Fuego. El segundo día es cuando recibes tu Libro de Obras, por la derecha o por la izquierda, y luego eres llevado ante la Presencia de Allah. (Ver Ibn’ul-Yawzi, az-Zahr’ul-Fatih, p. 25; Abu’l-Faray Abdurrahman, Ahwal’ul-Qubur, p. 154)
Shej Sadi ha dicho:
Finalmente te convertirás en polvo, hermano, así que antes de que esto ocurra, procura ser tan humilde como él. Umar, qué Allah esté satisfecho con él, ha dicho:
Dad cuentas de todo ante vosotros mismos antes de que seáis llamados a hacerlo ante Allah. Adornaos ante el tribunal más grande con buenas obras. El juicio de aquellos que solían hacer cuentas ante sí mismos será fácil en el Más Allá. (Tirmidhi, Qiyamah, 25/2459)
Mientras están colocando nuestros cuerpos sin vida en la tumba, nuestros hijos y riquezas se quedan atrás. Solamente nuestros actos nos acompañarán en la profundidad de la tierra. Allí, nuestros cuerpos se convertirán en polo, igual que nuestras mortajas, y no quedará otra cosa que nuestras buenas obras.
Imam Ghazzali, qué Allah le tenga en Su Misericordia, ha dicho: Tres cosas solamente nos acompañan en la hora de la muerte:
1) La pureza del corazón, es decir un corazón purificado de los residuos de este mundo. Allah ha dicho:
‘Habrá triunfado el que la purifique…’ (asShams, 91:9)
2)Familiaridad con el recuerdo de Allah, glorificado sea, Quien ha dicho:
‘Pues es con el recuerdo de Allah con lo que se tranquilizan los corazones.’ (ar-Rad, 13:28)
3) El amor por Allah, alabado sea. Él ha dicho:
‘Di: Si amáis a Allah, seguidme, que Allah os amará y perdonará vuestras faltas. Allah es Perdonador y Compasivo.’ (Al-i Imran, 3:31)
La purificación del corazón es solamente posible a través de marifah, conocimiento de Allah, glorificado sea, por medio del corazón. Marifah, en cambio se adquiere con la dedicación al dhikr y a la contemplación. Así pues, estos tres factores son nuestros salvavidas.” (Ruh’ul-Bayan, XI, 274)
Si sabemos cómo hacer las preparaciones adecuadas para “el mañana”, la muerte se convertirá en algo bello –dejaremos de temerla.
Bishr ibn Harith, qué Allah le tenga en Su Misericordia, afirma:
¡Qué bella morada es la tumba para alguien que obedece a Allah!
También Mawlana Rumi son aconsejó contemplar la muerte sin miedo con estas bellas palabras:
El color de la muerte, hijo, está en el ojo del que la mira. Aparece como un enemigo temible y hostil a los ojos de los que la odian, sin pensar que es ella quien les unirá con el Señor. A los que la aman se les aparece como un amigo.
¡Oh alma que huyes aterrorizada de la muerte! Si quieres oír la verdad, no la temes realmente. Te temes a ti mismo.
Porque no es la cara de la muerte la que ves en el espejo, sino tu propia y fea cara. Tu espíritu es como un árbol, y la muerte es como una hoja en él. Y cada hoja pertenece al tipo de árbol en el que crece.
Resumiendo, nuestra muerte y la experiencia de la tumba, que durará hasta la Resurrección, tendrán el aspecto de la manera en la que hemos vivido y de los actos que hemos cometido. Por esa razón, Allah, glorificado sea, nos explica en numerosos versos del Noble Qur’an la esencia de la vida de este mundo y del Otro, nos urge a no sucumbir ante los brillos y engaños del primero, y nos exhorta a pensar mucho en su inevitable final. Quiere que nos volvamos conscientemente hacia la vida eterna, una vida que se acerca con cada momento que pasa.
Es necesario, por lo tanto, que antes de la muerte la persona se arrepienta sinceramente de todos sus actos reprobables y remedie todos sus defectos obedeciendo el mandato y las prohibiciones del Todopoderoso. De la misma manera, es necesario que restituya los derechos a todas aquellas personas a quienes perjudicó injustamente.
Es decir, antes de morir debe obtener el perdón de la gente a la que haya podido, verbal o físicamente, herir o calumniar; de aquellos contra los que actuó de manera maliciosa. Así mismo, debe estar libre de cualquier deuda personal, sea física o espiritual. Un hombre ignorante puede regocijarse por haber infringido los derechos de los demás, viendo en su corrupto comportamiento una causa de satisfacción. Sin embargo, será inconmensurable su remordimiento el día en el que se establezca la Balanza de la Justicia, y se le diga:
“Eres un hombre perdido, vil, arruinado. Ahora ya no puedes restituir ningún derecho ni tampoco pedir el perdón de nadie.”
Mientras se acercaba su muerte, Abdulmalik ibn Marwan, el Califa Omeya, vio en las afueras de Damasco cómo una lavandera se enrollaba un manojo de ropa en la mano y golpeaba con él la piedra de lavar.
Con un suspiro lastimero al evocar el terrible tribunal del Más Allá, el Califa se dijo a sí mismo:
¡Ojala fuera yo una lavandera! ¡Ojala me hubiese ganado la vida con mis propias manos y no hubiese tenido nada que ver con los asuntos del mundo! (Ghazzali, Ihya, VI, 114)
Al mismo tiempo que nos preparamos para la hora de la muerte, es igualmente necesario no perder la esperanza de la Misericordia de Allah, alabado sea.
Uqba al-Bazzar ha dicho:
Un Beduino que miraba el paso de un funeral a mi lado, comentó cuando pasaba el ataúd junto a nosotros:
‘¡Enhorabuena, tienes toda la alegría del mundo!
-¿Por qué le felicitas? le pregunté.
-¿Cómo no felicitar a alguien al que llevan ante un Guardián Eternamente Generoso, que trata espléndidamente a Sus invitados, y cuya Misericordia no tiene límites? Tuve la sensación de que habían sido las palabras más bellas que había escuchado nunca. (Abu’l-Faray, Abdurrahman, Ahwal’ul-Qubur, p. 155.)