DE LOS LIBROS

El Secreto en el Amor de Allah

Uno de los más prominentes atributos del tesoro escondido mencionado en el dicho “Era un tesoro escondido. Quise ser conocido y creé la creación,” es la gracia absoluta. Allah Todopoderoso no quiso que esta misteriosa, infinita e imperceptible gracia quedase oculta y por ello creó la creación.

Una pequeña gota de Su infinito amor fue concedida a este universo y a este planeta. Por ello, esta tierra se elevó por encima de otras creaciones; Allah también creó al ser humano, el más honorable de las criaturas de la tierra. Allah, que creó a todas las criaturas con amor, las hizo un signo de su artesanía y perfección. La existencia del ser humano, como una obra de arte, se ha convertido en la perfecta manifestación del amor y la dulzura, ya que el objetivo de crear este mundo no era simplemente el de adornarlo con verdes prados, valles, vastos desiertos y montañas, sino crear al ser humano –fuente del amor y la quintaesencia de la creación. Por esa razón, el honor del hombre radica en no olvidar este hecho transcendental. Más aún, dado que la razón que subyace a la creación es el amor, el atributo del amor está presente, como una inclinación natural, en todas las criaturas. Incluso el que el escorpión cargue con sus crías a la espalda es el resultado de este amor. Esta inclinación hacia el amor alcanza su culmen en el ser humano, el más honorable de las criaturas. Sin embargo, en este mundo lleno de pruebas y tribulaciones, el hombre obtendrá su recompensa por este amor acorde al valor de lo que ama.

Esto significa que el corazón humano, creado con la capacidad de un amor infinito, sólo puede alcanzar la perfección si quien lo posee dirige su tendencia a amar hacia Allah. Este amor no le será de ningún beneficio si lo dirige hacia objetivos inferiores o baldíos, pues de esa forma la vida se tornará desilusión y amargura. En otras palabras, sólo cuando el hombre dirija su devoción a Allah y a aquellos que Él ama, adquirirá la bendición de esa tendencia suya al amor, al tiempo que ascenderá espiritualmente según el grado de su devoción. Sin duda alguna, las pruebas divinas que el hombre tiene que pasar dependen de cómo dirija su amor.

Es por esta regla por la que Allah pone en la naturaleza humana tendencias negativas así como tendencias positivas. Así mismo, Allah ha otorgado al hombre la gracia de compartir tres de Sus grandes atributos:

1) existencia absoluta,

2) gracia absoluta y

3) bondad absoluta;

pero al mismo tiempo le ha provisto con los atributos contrarios:

1) no-existencia absoluta,

2) desgracia y fealdad absolutas y

3) maldad absoluta.

En este contexto dice el Qur’an: “Y le inspiró (al nafs, ego) [con la consciencia de] lo que es erróneo y lo que es correcto para él.” (Shams, 91:8)

Estos son los dos polos diametralmente opuestos hacia los que el ser humano es atraído a lo largo de su vida. Por lo tanto, debemos entender que la mayor desgracia que le puede ocurrir al hombre es que prevalezca su inclinación hacia el polo negativo. Los que se inclinan hacia este polo están tan ciegos que sólo se admiran a sí mismos y a sus acciones. Esta es una gran debilidad. Y es esta despreocupación la que impide que el ser humano se de cuenta de todo su potencial. Así mismo, es la más dañina de las enfermedades producida por una arrogancia que le aleja del poder divino.

El verdadero significado del dicho sufi “¡Muere antes de que te llegue la muerte!” es el de que uno debería evitar por todos los medios caer en la trampa de adquirir malos hábitos que nos empujen hacia el polo negativo, y escapar del torbellino de la naturaleza. Sin embargo, el método para conseguirlo no pasa por asesinar al ego (nafs) sino por controlarlo. Rūmī explica este punto de la siguiente manera:

Si el agua permanece debajo del barco, se convierte en un punto de apoyo.

Sin embargo, si lo llena lo destruirá. De la misma manera, el fuego mueve el barco.

El fuego dentro de las calderas hace que el barco se mueva,

pero si sale fuera y se expande hará que el barco arda.

Por lo tanto, un siervo se acerca a su Señor en la medida en la que va borrando los efectos de sus hábitos negativos. La única forma de lograrlo es dirigiendo su amor hacia Allah en la medida de la capacidad de su corazón. Sin embargo, muchos son los peligros que acechan cuando dirigimos nuestro amor hacia Allah. En un momento determinado, nuestro corazón puede arder como si estuviera electrificado por un cable de alta tensión. Esto puede destruir a la persona.

La manifestación de Allah a Musa (sobre él la paz) es un buen ejemplo de ello. Musa (sobre él la paz) tuvo un encuentro con el Kalām o palabra atributo de Allah en el Monte Sinín. Perdió el conocimiento debido al intenso amor y la atracción espiritual que sintió a lo largo de la divina conversación más allá de la percepción humana –sin letras o palabras. Después, ardientemente solicitó ver a Allah.

Pero Allah le respondió: “¡No puedes verme!” Cuando siguió insistiendo, Allah le ordenó que fijase la mirada en la montaña. Ésta se pulverizó cuando Allah le envió un reflejo de Su luz. Tras este terrorífico acontecimiento, Musa (sobre él la paz) se desmayó y, al volver más tarde en sí, pidió a Allah que le perdonase. Como nos ha mostrado el ejemplo anterior, el amor necesita estar graduado. Hacen falta ciertas prácticas para desarrollar la habilidad que nos permita experimentar el amor divino. Ésta necesita un entrenamiento gradual consistente en ir rodeándose de la espiritualidad de los amigos de Allah, y alejándose de la autoridad de uno mismo. El corazón sólo puede incrementar su innata tendencia al amor a través de esta práctica, de forma que se purifique y pierda sus hábitos negativos. Sólo entonces, como un pulido espejo, habrá obtenido la capacidad espiritual de convertirse en un reflector del amor divino.

El amor de la madre, del padre, de la esposa, del marido y de los hijos, así como las oportunidades que nos llegan tanto materiales como espirituales, son todo favores de Allah a Sus siervos en Su infinita misericordia. Pero todo este amor debería ser un medio para llegar a Allah. No son sino señales en el camino de Allah. Nuestros corazones no deberían ser esclavos de ese amor, pues aquellos que están enamorados de la Belleza Absoluta no se enamoran de fragmentos, y quien así lo haga quedará privado totalmente de Ella. En otras palabras, aquellos que se enamoren del mundo no conocerán el amor de Allah. Rumi lo expresó perfectamente en esta estrofa:

Aquellos que se enamoran de este mundo son como cazadores que disparan a las sombras;

¿Cómo podría una sombra ser su trofeo?

Un insensato intenta cazar la sombra de un pájaro; incluso el pájaro en su rama lo mira desconcertado.

Toda persona consciente que piensa en su fin puede fácilmente comprender que el objetivo de la creación es limitar nuestra complacencia en las diversiones mundanas y dirigir nuestro amor a Allah. La gracia Absoluta es la gracia de Allah. Todo lo bello que contemplamos con admiración no es sino reflejo de Su belleza.

El amor de Layla y Maynun es un magnífico ejemplo de este hecho. Si el corazón de Maynun hubiese permanecido apegado a Layla, ésta se habría convertido en su ídolo. Sin embargo, Layla simplemente jugó un papel temporal para Maynun, apartándola éste de su lado cuando su corazón se elevó hasta que su objetivo pasó a ser el amor divino. Si bien Maynun comenzó su viaje dirigiendo su corazón hacia Layla, enseguida comprendió la superioridad de dirigirlo hacia Allah.

El amor sólo es aceptado cuando su objetivo es verdadero. Este amor no se convierte en mansión, cuartel general y última destinación para el corazón, pues acabaría en desilusión y lamento. Solamente cuando se ha liberado de esa tentación puede el corazón seguir su viaje con las bendiciones adquiridas de ese amor como si fuera de una tierra fértil. El peligro aquí estriba en volvernos hacia aquellos que no están preparados para recibir este amor. Todavía peor es quedarnos apegados a ellos. Si Maynun se hubiera asfixiado en su encaprichamiento por Layla sin poder desapegarse de ella, su amor habría sido inútil. Habría desaparecido en el amor efímero como tantos otros Maynuns.

Allah Todopoderoso, no abandonó al profeta Yusuf (sobre él la paz) cargado con la luz de la profecía cuando fue arrojado al pozo por sus hermanos. Un viajero sediento echó el cubo pensando que hallaría un poco de agua con la que saciar su sed. Cuando Yusuf (sobre él la paz) salió del pozo dentro del cubo, el atónito viajero se olvidó de su sed. Se sintió atraído y atemorizado por la excelsa belleza de aquel joven. Sin embargo, no logró ir más allá de esa percepción material, y se le escaparon los destellos espirituales que emanaban de aquella belleza. Prefirió la exigua ganancia de vender aquel tesoro a un vil precio y no lograr así la unión divina –igual que le hubiera ocurrido a Maynun de haberse quedado apegado a Layla. Para el viajero que tiró la cuerda con la esperanza de sacar agua con la que saciar su sed, fue imperdonable que ante la visión de la belleza de Yusuf (sobre él la paz) no se olvidase del agua.

Debería haber abandonado todos sus asuntos mundanos ante la manifestación del amor divino centelleando como los rayos del sol a través de una lente. Fue una auténtica pena que se dejase engañar por el brillo de la ganancia efímera y mundana que esperaba sacar a costa de Yusuf (sobre él la paz). De esta forma perdió la gran oportunidad que se le había presentado. Lo que estamos tratando de explicar aquí es el camino ideal para comprender el más grande amor y la afección más duradera. Ir pasando por diferentes grados de amor sin quedarse apegado a uno de ellos es una tarea imposible para la mayoría de la gente ordinaria. Aquellos que alcanzan la perfección son los que externamente se dirigen hacia ese objetivo con su libre voluntad, e internamente son dirigidos por la fuerza de su propio destino. Estos son los que pueden alcanzar diferentes estadios avanzados siguiendo muy diferentes caminos, todos ellos conducentes a Allah según la medida en la que Allah les otorgue Su guía. El resultado final es el regreso a Allah –fanā´fi Allah (aniquilación en Allah) –como el río desaparece en el mar. La última destinación es baqā bi-Allah (morar con Allah).

Uno debería saber que los límites de la razón son finitos. Todo lo que sobrepasa estos límites, es locura. No obstante, la capacidad del corazón es infinita. El más alto grado de serenidad se logra aniquilándose en Allah y morando eternamente con Allah. Rumi expresó con inmensa belleza cómo ardía en amor divino en su estación de fanā´fi Allah y de baqā bi-Allah, y de cómo ese fuego dentro de su corazón no puede extinguirse incluso con la muerte:

¡Abre mi tumba después de mi muerte y ve como asciende el humo que sale de mi mortaja!

Es esta jaula corporal la que nos hace sentir temor ante la muerte.

Cuando rompas la concha del cuerpo verás que la muerte es como un collar de perlas.

Uno de los atributos más importantes de los amigos de Allah es el de consumirse en el amor divino. Rūmī partió en búsqueda de los verdaderos amantes que ardían en amor, de ahí estas sublimes palabras. Así expresó este deseo:

Necesito un amante en quien grandes tumultos surjan de su incendio interior; y que con el fuego de su corazón, incluso los fuegos se conviertan en cenizas.

Hay dos clases de amor: real y metafórico. Amor, apego y devoción por cualquier criatura en el universo “que no sea Allah” (mā siwā Allāh) es un amor metafórico, mientras que el amor y la inclinación por el Señor del universo, es amor verdadero, real.

Aquellos que han pulido sus corazones con el verdadero amor por el Señor, pueden ver reflejada la belleza en ellos mismos en todo momento, y ser testigos de uno de los signos de poder de Allah. En otras palabras, van a descubrir en el interior de su naturaleza la realidad de ahsani taqwīm (el modelo más excelso). Para ellos no hay colores u olores metafóricos que nos atraigan con su belleza y exquisitez, sino algo que supera a lo más real, pues han alcanzado el conocimiento de Allah. Han abandonado los ornamentos exteriores y alcanzado la Realidad. En ella disfrutan de la eternidad divina.

El gran velo que se interpone entre Allah y Sus siervos no marca una distancia física como la que podría haber entre el cielo y la tierra. Este velo es la sensación de una existencia separada del Creador. Por ello, Allah ha dicho “Cuando insuflé en su interior un espíritu Mío” y recuerda el ser humano la esencia que ha recibido de Su presencia. También se ha dicho: “Soy el secreto del ser humano, y el ser humano es mi secreto.” De ahí que los tesoros divinos y los secretos son para el ser humano. Allah Todopoderoso, desea manifestar Su existencia sublime en el sagrado marco del ser humano. “Soy el secreto del hombre” contiene la buena nueva de un atributo compartido.

Si esta esencia y esta buena nueva pueden llevar al creyente a la perfección del amor, entonces el corazón comienza su viaje hacia los secretos del universo divino. Ahora, la realidad de todos los objetos, los secretos llamados “ser humano” y “universo”, así como los secretos del universo divino, aparecen de forma clara. En ese momento, el siervo recibe el impulso de un corazón sólido y fuerte.

Cuando el siervo ha alcanzado esta madurez, el velo de la negligencia entre él y Allah se va levantando lentamente. Ahora el siervo puede entender el significado de “Muere antes de morir.” El mundo y su amor finito, su belleza temporal y transitoria, se desvanecen en el viento. El alma percibe el inmenso placer de aproximarse a su Creador. Es importante saber que el único torrente de misericordia y afecto que puede llevarnos hasta el océano del amor de Allah es el Profeta Muhammad (que Allah le bendiga y le de la paz). El amor por Muhammad (que Allah le bendiga y le de la paz) significa el amor por Allah el Altísimo.

Obedecerle significa obedecer a Allah; y rebelarse contra él significa rebelarse contra Allah. Por ello, la honorable existencia del Profeta Muhammad (que Allah le bendiga y le de la paz) constituye un lugar de amor y un refugio para la humanidad. Los que “Conocen” (‘ārifun) saben que la razón por la que Allah creó este mundo fue por amor a Muhammad. Por ello, el universo entero está dedicado a la luz de su existencia. Por esta razón, el amor por el Mensajero de Allah (que Allah le bendiga y le de la paz) está protegido de los peligros que encierra el engañoso amor por otras criaturas (mā siwā). Por lo tanto, es un imperativo amar al Profeta (sobre él las bendiciones y la paz) con todo el corazón. En su desesperación durante el funeral del Profeta (que Allah le bendiga y le de la paz), Fátima (que Allah este satisfecho con ella) se convirtió en uno de los mejores ejemplos de este amor:

Honrando el Profeta al Otro Mundo, me ha llegado esta inmensa calamidad, que de haberle llegado a la oscuridad, su color habría mudado. (Ibn al-Jawzi, al-Wafa)

La más bella y significante manifestación del amor por el Profeta (que Allah le bendiga y le de la paz) radica en obedecerle. El principio “el amante debería amar todo aquello que ama el amado” significa que es necesario obedecer al Profeta (que Allah le bendiga y le de la paz). Este amor constituye la piedra angular del amor por Allah. Cualquier otro amor queda invalidado en el camino del Qur’an y de la Sunnah. La única forma de alcanzar el amor divino es amando al Profeta Muhammad. El amor por el Profeta (que Allah le bendiga y le de la paz) corresponde al grado más elevado al que puede llegar un ser humano en su camino hacia el amor de Allah. Allah ha puesto límites a las capacidades humanas incluyendo su percepción e inteligencia. Sin embargo, Su divina esencia sobrepasa todos los límites.

El amor por Allah necesita del amor por la luz de Muhammad (Nūr Muhammadi), por su honorable existencia, por los amigos de Allah, y después por toda criatura estimada por Allah según sus méritos. Un círculo de amor inclinado hacia Allah es un torrente de misericordia para las almas. Cualquier amor fuera de este círculo debilita la lógica que prevalece en el amor. Por lo tanto, hay enormes bendiciones en el amor por el Profeta (sobre él las bendiciones y la paz) y por la gente de Allah (Ahl Allāh). El remordimiento les espera a los que les odian, tanto en este mundo como en el otro. Los corazones de los amigos de Allah son como la madreperla. Producen perlas mayores que gotas de lluvia en abril. Pueden hacer que los corazones inmaduros se conviertan en grandes perlas con la ayuda de Allah. Todo lo que necesita el buscador es percibir la gota de lluvia en esta perla. En el comentario del Mathnawī se dice:
Allah susurra un secreto en el oído de una nube,

y lágrimas de agua fluyen de sus ojos como si cayeran de un cesto.

Susurra un secreto en el oído de una rosa

y ésta se embellece con colores y fragancias.

Susurra un secreto a una piedra y ésta se transforma en brillante cornalina.

En virtud de Su gracia derrama agua de la nube, embellece a la rosa y da valor a la piedra.

Susurra un secreto al ser humano y exalta a aquellos que lo protegen por toda la eternidad.

Reciben inspiración del mundo divino, y estos cuerpos alcanzan el secreto de aproximarse a Allah –rescatados del cuerpo.

A través de la historia, profetas y mensajeros, al recibir este secreto, se convirtieron en portadores de la luz que alcanza la perfección a través de Su amor. ¡Que Allah nos conceda el gran favor de Su afecto, del afecto de Su amado Profeta y de Sus santos! ¡Que Allah no se lleve nuestras vidas hasta que hayamos realizado suficientes buenas obras como para asegurarnos un lugar conveniente en la Otra Vida, y hayamos iluminado nuestros corazones con resplandecientes manifestaciones de Su amor! ¡Que Allah llene nuestros corazones con misericordia!
¡Amin!