DE LOS LIBROS

Rumi, Shams y Shab’i Arus

      Estaba muerto, y he revivido,

      fui un lágrima y me convertí en una sonrisa,

      he penetrado en el océano del amor,

      y he alcanzado la felicidad eterna.

                                                                            Rumi

Mawlana Yalaluddin Rumi (K.s) y su familia son originarios de Konia. Más tarde, cuando tenía treinta años, Rumi (K.s) viajó a Damasco y Aleppo para continuar sus estudios a nivel superior. Un día, mientras caminaba por las calles del mercado, se le acercó un extraño y le dijo:

“Permíteme besar tu mano, o tú que tienes el conocimiento de los mundos.”

Aquel extraño tomó las manos de Rumi (K.s) y las besó con gran respeto y pasión, y a continuación desapareció entre la muchedumbre. Rumi (K.s) estaba perplejo y asombrado por el comportamiento de aquel enigmático individuo.

Años más tarde, cuando un día se encontraba hablando con sus discípulos delante de la madrasa en Konia después de que se hubieran terminado las clases, vio de repente a ese mismo hombre que tanto le asombró aquel día en Damasco. Se llamaba Shams al – Tabrizi, el sol de Tabriz. Se acercó al círculo que rodeaba a Rumi (K.s) y, muy conmovido, le hizo una serie de preguntas no menos chocantes que el comportamiento que tuvo con Rumi en el mercado de Sham:

– ¿Quién es más grande, el Profeta Muhammad Mustafa, que Allah le bendiga y le de la paz, o Bayazid al – Bistami?

Esa pregunta enfureció a Rumi (K.s). Contestó alterado:

– ¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Cómo puedes comparar al Profeta enviado como misericordia para todos los mundos con un hombre recto cuyo único mérito es haber seguido a ese Profeta?

Shams al – Tabrizi contestó tranquilamente:

– ¿Por qué entonces Bayazid suplicaba a Allah para que haga su cuerpo tan grande que llene el Infierno entero, sin dejar sitio para los malhechores? Dijo también: “¡Mi gloria es grande! ¡Me glorifico!” – después de haber sido testigo de unas pocas manifestaciones divinas, mientras que el Profeta, que Allah le bendiga y le de paz, pedía más con mucha humildad aunque había sido testigo de incontables manifestaciones divinas?

Aquella explicación le llevó a Rumi (K.s) al último punto sobre el cual la razón podía ayudarle, y le fue imposible contestar a la pregunta desde su estado de consciencia. Entonces Shams le dio otro empujón con el arma de la experiencia Divina. Lo que estaba más allá de eso era el mundo ilimitado de la Presencia de Allah. De esta manera Shams llevó a su interlocutor, inconsciente de su estación espiritual, al viaje hacia los horizontes del mundo espiritual.

Bajo el impacto de este repentino salto hacia adelante, Rumi (K.s) contestó lo siguiente, como si fuera un asunto de una ciencia externa o racional que hubiera aprendido:

– Las palabras de Bayazid con las que se había alabado fueron la expresión de la saturación de su sed espiritual a causa de las limitadas manifestaciones divinas. Por lo tanto, no necesitaba más. Entró en un estado de éxtasis. El océano no tenía límites, pero esa fue la cantidad que podía manejar. Por otro lado, el Profeta Muhammad, que Allah le bendiga y le de la paz, fue bendecido con el secreto que expresa la ayah “¿Acaso no te hemos abierto el pecho?”[1] Estaba rodeado de las manifestaciones Divinas, y aún así su corazón expandido nunca llegó a estar satisfecho, su sed constantemente aumentaba. Contra más bebía, más sed tenía. Proseguía constantemente de un estado espiritual a otro y se arrepentía de haber estado en el más bajo. Dijo: “Cada día Le pido perdón a Allah setenta o cien veces.” En cada momento que pasaba Le pedía a su Glorioso Señor más intimidad. Su pasión no tenía límite y la distancia entre el Señor y su siervo era ilimitadamente ilimitada. A menudo buscaba refugio en Allah, suplicando: “¡Oh Señor mío! No puedo conocerte de la manera que te mereces… no puedo adorarte de la manera que te mereces…”

La misión de Shams era la de elevar el entendimiento y percepción de Rumi (K.s) a un nivel que no se puede alcanzar por medio de la ciencia racional. Por esa razón, gritaba de alegría a causa de la expansión que resulta de haber cruzado el umbral hacia el objetivo sublime. Se desmayó. De esta manera se estableció para siempre la corriente de luz entre estas dos estrellas del mundo espiritual.

Después, el océano oculto en el pecho de Rumi (K.s) se quedó en el estado de continua turbulencia. Desde aquel momento en adelante, su corazón ardía como un mar de petróleo encendido por una chispa. Lo hizo Shams de Tabriz, pero encontró que era testigo de una explosión en la que él también ardía. Desde entonces, el entendimiento de los dos y su participación en el conocimiento Divino fue uno.

Vemos ahora que la vida de Rumi (K.s) un modesto maestro de madrasa, se convirtió, después de este acontecimiento, en una búsqueda incesante de la verdad. Describió las tres etapas de su vida de esta manera: “Estaba crudo, fui cocido, y fui quemado.” Las dos últimas fases se llaman en tasawwuf fanafillah y baqabillah.

El siervo a nivel de fanafillah somete completamente su nafs[2] y sobrepasa todas las pasiones mundanas. En el nivel baqabillah lo que prevalece en el corazón es el amor por Allah y la luz Divina ilumina el corazón del siervo que alcanza este nivel.

¿Qué es un ser humano? Un ser humano es la Divina manifestación que ha descendido de la Gloria de Allah, y que solamente puede ser entendida por la mente humana a través de la exploración de las razones y objetivos de este mundo y de sus múltiples niveles de manifestación. Es un mundo, una encarnación, en sí mismo, de diferentes manifestaciones. Es un Qur’an viviente. No obstante, en comparación con su verdad total, a penas entiende nada.

El hecho de que algunos individuos sean capaces de acercarse a los horizontes de la gloria de la existencia humana, indica una manifestación de la excepcional generosidad del Señor de todos los mundos. Los acontecimientos cotidianos que llenan las páginas de cientos de años de la historia humana no pueden enterrar su excepcional legado. Shams fue un guía de este tipo que llevó a Rumi (K.s) a un viaje espiritual. Éste último nunca se olvidó de su primera experiencia del mundo de la Divina Presencia. Este mundo estaba escondido en su corazón y su recuerdo le fue concedido como un regalo. Recordará a Shams con máxima lealtad hasta el final de su vida. De hecho le superó. Posiblemente, después de esta chispa Shams encontró que era discípulo de Rumi (K.s).

Rumi (K.s) se encontró con Shams en Konia cuando tenía más o menos cuarenta años. Antes de este encuentro podemos describirle como a un segundo Imam Ghazzali.

Yunus habla de Rumi (K.s) de esta manera:

¡Rumi Hudawandighar!
Nos miró con el ojo de su corazón,
desde entonces su penetrante mirada
se convirtió en el espejo de mi corazón.

En la primera fase de su vida, Rumi (K.s) era meramente un jurista, especialista en leyes. Era profesor de una madrasa, y pertenecía a una familia acaudalada. Después del encuentro con Shams no llegó a ser mejor jurista ni mejor abogado. Su nivel de competencia en las ciencias racionales no cambió. En vez de eso, las trascendió.

Lo que emergió después del encuentro con Shams fue el verdadero Rumi (K.s). Era un erudito antes de encontrar a Shams, pero después se convirtió en un amante de Allah. Dijo: “No hay mejor maestro que el amor.”

“Era crudo,” dijo refiriéndose al periodo de su vida de erudito, y describió su segunda etapa como la de amante de Allah y también como erudito, pero con madurez y perfección.

Todo se reduce a estas dos preguntas: ¿Qué era lo que le enseñó Shams a Rumi (K.s)? ¿Qué era lo que le dio? La respuesta es que Shams le enseñó cómo liberarse de la cautividad de la razón. La razón tiene sus límites, y más allá de ellos está la locura. En cambio el corazón no está sometido a tales limitaciones y puede alcanzar un conocimiento más amplio.

Shams le introdujo a Rumi (K.s) en su propio nafs y en los valores que tenía dentro de sí. Lo hizo para romper la cadena que Rumi (K.s) tenía atada a sus pies; en ese momento se convirtió en un águila lista para volar. Shams liberó sus pies y le mostró los horizontes de su corazón.

Después, Rumi (K.s) tenía que arder como una mariposa nocturna que da vueltas alrededor de la llama. Así nos relata Rumi (K.s) en su Diwan al – Kabir su aventura con Shams:

“Shams le dijo a Rumi (K.s):

– ¡Eres un sabio, un líder, un guía, y una autoridad!

Le contestó Rumi (K.s):

– Ya no soy un sabio, ni líder, ni guía del mundo externo… Soy uno de los pobres en un viaje en el mundo más allá de la razón, iluminado por la antorcha que has encendido.

Entonces Shams dijo:

– Todavía mantienes el pensamiento racional. Ya que no has podido ir más allá de la razón, no eres un nativo de esta región.

Rumi (K.s) respondió:

-Desde ahora en adelante, velaré mi mente con mi corazón. Con tu guía espiritual me convertiré en un nativo de esta tierra.

Shams dijo:

-¡Todavía calculas! No estás intoxicado de amor. Vienes desde fuera de este mundo. Este mundo está iluminado no por la mente sino por el amor. Ni siquiera puedes ver lo que tienes delante.

Rumi (K.s) le dijo a Shams:

– Desde aquel momento, con tu guía espiritual, me convertí en un fuego desde la cabeza hasta los pies, cubierto enteramente por el amor y el conocimiento.

Entonces le dijo Shams:

– Eres la antorcha de esta comunidad. Tu lugar está alto.

Rumi (K.s) dijo:

– Desde ahora en adelante mi antorcha está extinguida. Estoy ahora caminando bajo la luz de otras antorchas.

Shams dijo:

– No estás muerto. Todavía mantienes tu vida externa. Tal como estás no puedes cruzar este umbral para pasar al otro lado. Tienes que abandonar totalmente tu existencia mundana.

Rumi (K.s) contestó:

– Pertenece al pasado. Después de haberte conocido, dejé de existir en el sentido convencional de la palabra. He muerto porque he encontrado un nuevo tipo de existencia.

Shams le dijo:

– Todavía dependes de tu nafs en algunos puntos. Todavía mantienes tu posición y tus títulos. Libérate de ellos.

Rumi (K.s) contestó:

– Desde ahora en adelante estaré anhelando la posición en la Presencia Divina a la que me estás llevando. He abandonado mi existencia anterior y todo lo que le pertenece. Lo he sobrepasado todo.

Shams dijo:

– Todavía tienes brazos y alas. Por eso, no te puedo dar nuevos brazos y nuevas alas.

Rumi (K.s) contestó:

– De ahora en adelante, romperé mis brazos y mis alas para así poder ser tus brazos y tus alas.”

En este momento, Shams se convenció de que su misión se había terminado y que le había dado alas para viajar hacia los horizontes llenos de las manifestaciones Divinas. Y le dejó solo en el mundo de la feliz separación.

Los Musulmanes adquirieron fuerza con la conversión de Umar (r.a).[3] De una manera parecida, la relación de Shams con Rumi (K.s) le trajo a Shams la madurez. Shams, hasta entonces desconocido para el mundo, se convirtió en una figura legendaria después de haber conocido a Rumi (K.s). La relación de estos dos maestros se puede considerar como un arquetipo de la relación entre un discípulo y sus compañeros.

El regalo que Shams le dio a Rumi (K.s) fue la abstinencia, la añoranza, y el amor. Sus mejores ejemplos los encontramos en la vida de Abu Bakr (r.a) y Fátima (r.ha).

El iman de Abu Bakr aumentaba con cada reunión que tenía con el Profeta (s.a.s), hasta el punto que sentía amor y anhelo por el Profeta (s.a.s) incluso cuando estaba con él.

La cima del amor y la madre de los creyentes, Fátima, dijo después del fallecimiento del Profeta (s.a.s):

“Cuando el Profeta (s.a.s) pasó al Otro Mundo me cubrió una tristeza tan grande que habría cambiado el color de la oscuridad si la oscuridad hubiese tenido color.”

Cuando murió Shams, Rumi (K.s) ardía de pena a causa de aquella separación. El gran Mathnawi con sus veintiséis mil estrofas fue el resultado de esta separación y añoranza. Rumi (K.s) ilustró el secreto de la separación de esta manera tan bella:

Oye el gemido de la flauta que hace sonar un sabio,
bebe el dolor de su queja por la separación.

Se puede afirmar que el Mathnawi es la expresión poética de la separación. Desde que Nur’i Muhammad, es decir la Luz del Profeta Muhammad (s.a.s), llegó a Rumi (K.s) a través de Shams, su muerte fue para Rumi (K.s) una gran liberación.

En una primera etapa, su maestro Shams le impedía ver la verdadera luz y su procedencia; estaba demasiado apegado a su maestro. Era como Maynun, el legendario amante que se volvió loco, y cuyo destino fue arder de amor por Layla.

Cuando alguien decía que Shams estaba vivo, Rumi (K.s) le daba todo lo que llevaba encima. Sus amigos le decían que era una mentira, entonces les contestaba:

– Por eso le di lo que le di. Si hubiese sido verdad, le habría dado mi vida.

Rumi (K.s) expresó el fuego de la separación que sentía su alma de esta manera:

“¿Por qué mi mundo interior llora y se queja?
¿Quién puede simpatizar con mi dolor?

Todo el mundo me escucha según su potencial e inclinación. El corrupto me entiende combinando lo que oye con sus propios sentimientos. El viajero en el camino de Allah aumenta su espiritualidad y su conocimiento. La flauta se convierte en una medicina para él.”

Rumi (K.s) ha dejado entrever en el Mathnawi que deseaba que los que oyesen la flauta alcanzasen, a través de su voz, los sentimientos más elevados. Dijo:

“Escucha lo que está diciendo la flauta. Está amando a Allah. Su rostro palidece, sus adentros se vacían, su cabeza está cortada. Solamente le queda el aliento del naisan (el flautista), y los gritos ‘¡Allah! ¡Allah!’ sin lengua ni lenguaje.”

La flauta simboliza la gente de amor y pasión porque había sido sacada del lecho del río; su pecho había sido grabado a fuego, agujereado. Alrededor le habían puesto anillas de metal, como si fuera un prisionero. Por eso se vuelve pálida y amarillenta.

La flauta dice:

“Estaba en el lecho del río. Mis raíces y mi corazón estaban en contacto con el agua y la tierra. Allí, me balanceaba felizmente con el viento. Pero llegó el momento en el que me sacaron del lecho del río. Secaron mi cuerpo con el fuego del amor e hicieron en él agujeros. Abrieron varias heridas en mi cuerpo. Luego me entregaron a alguien bendecido con un soplo maravilloso que me atravesó y quemó todo excepto el amor. Hizo que me derritiese. Lloré y revelé todos mis secretos. Mis secretos se transformaron en sonidos. Pero los que tienen sellados los ojos, los oídos y los corazones, están lejos, privados del conocimiento verdadero.”

Pasa lo mismo con la gente. Fueron traídos a este mundo desde el mundo Divino y encadenados a la naturaleza humana. Sus corazones ardieron y fueron heridos por esta separación. No obstante, la verdad que existe en cada ser humano se manifiesta cuando uno se convierte en un hombre perfecto, insan’i kamil. Es decir, es aparente a nivel intelectual. El hombre perfecto es aquél que ve la sabiduría Divina y el flujo de la verdad divina allí donde mire. ¿Es posible no arder en las llamas del amor después de haber sido testigo de la grandeza Divina y de Su arte?

Por esa razón, Rumi (K.s) compadecía a los que no lograron convertirse en hombres perfectos y, por lo tanto, no alcanzaron a entender la verdad divina. Rumi (K.s) daba la impresión de estar ardiendo. Yunus, bendecido con una experiencia similar, dijo:

“Me he convertido en un extraño,
nadie comprende mi estado.
Canto, y solamente yo me escucho-
nadie entiende mi lenguaje.

Mi lenguaje es el de los pájaros,
mi tierra –la del amado.
Soy un ruiseñor, mi amado es una rosa.
Por cierto, el color de mis rosa nunca pierde la intensidad.”

De la misma manera, Rumi (K.s) expresó sus sentimientos y su búsqueda de la consolación:

“Los Compañeros de la Cueva, ashab al – kahf, se quedaron dormidos porque estaban rodeados de gente inconsciente que no les entendía. Cuando surgió un grupo verdaderamente espiritual, se despertaron.”

Rumi (K.s) estaba tan preocupado porque se le comprendiera correctamente que advertía a sus lectores en la introducción al Mathnawi:

“Solamente tienen el permiso de tocar el Mathnawi los que al adquirido un corazón refinado y limpio, y están familiarizados con la verdad.”

Rumi (K.s) estaba, como muchos otros viajeros en el camino de la verdad, molesto por aquellos que no comprendían sus palabras y las transmitían erróneamente. Les advertía en sus versos:

“Mientras lleve este nafs en mi cuerpo,
Seré un modesto siervo del Qur’an,
tierra en el camino del elegido –Muhammad.
El que transmita mis palabras incorrectamente,
que sepa que estoy lejos de él y de sus nociones.”

Este gran musulmán afirmó que la noche de su muerte sería su noche de bodas, ya que entonces se emanciparía de este mundo de la separación, e iría hacia la unión con Allah.

“Cuando veas como llevan mi ataúd, no pienses que tengo alguna preocupación mundana.

No llores por mí, no digas nunca ‘separación, separación’ cunado me entierren.

La tumba es una cortina, detrás de ella está la tranquilidad del Paraíso.

¿Acaso no has visto la puesta del sol? Observa también su salida. ¿Puede la puesta del sol infligir algún daño al sol o a la luna?

¿Qué semilla no crece después de haber sido plantada en la tierra? Que no te preocupe que la semilla humana deje de crecer.

No pienses que estoy enterrado en la tierra. Hay Siete Cielos debajo de mis pies.”

El alma del autor de estas líneas sin duda alguna había alcanzado a su Señor, pasando por los Siete Cielos.

En otro poema, Rumi (K.s) dijo:

“¡Oh compañero de mi alma! Contienes un tesoro escondido por la cortina de la tierra. Hay cientos de bellos rostros, como el de Yusuf, en ese mundo invisible.

Cuando la forma del cuerpo queda enterrada, queda solamente la forma del alma.

La forma del cuerpo es transitoria, pero la del nafs es permanente.

En verdad que la muerte es para el nafs nacimiento en el Otro Mundo. Es la muerte en el mundo transitorio, y resurgimiento en el mundo eterno.

¿No es Allah Quien toma el nafs? Ciertamente que la muerte es tan dulce como el azúcar para Sus siervos.

Por eso la muerte es como un jardín de rosas y un elixir para los creyentes sinceros, aunque parezca fuego.

Lo que hace que la muerte sea temida, es la jaula del cuerpo. Si la rompes como si fuera la concha de la madre-perla, verás que la muerte es como una perla.”

Una de las características más significativas de los creyentes veraces es que arden de amor por Allah. En otro versículo, Rumi (K.s) explica que el fuego de la separación de Allah no se extinguirá, ni siquiera con la muerte.

“Después de que muera, abrid mi tumba y veréis el humo que se eleva de mi mortaja a causa del fuego que reina allí.”

Rumi (K.s) que vivió tal estado de amor, buscó a gente que se le pareciese durante toda su vida:

“Necesito un amor en el que el mundo sea desmantelado por el fuego, en el que el fuego de tu corazón convierta el fuego en polvo. Los cielos mirarían a su luz, más fuerte que la del sol, y dirían ‘¡Mashallah! ¡Mashallah!’”

De manera parecida, Es’ad Arbili ilustra, en la siguiente estrofa, el estado espiritual de los que alcanzan tal amor:

“En estas llamas, ¿es posible lavar al mártir del amor?

El cuerpo es fuego, la mortaja es fuego, e incluso el dulce agua es fuego…”

En su lecho de muerte le preguntaron a un creyente de los veraces:

– ¿Cómo puedes sonreír en estos momentos?

Contestó:

– Me apresuro hacia la felicidad, como si todo mi cuerpo fuera labios que sonríen. Ahora, la sonrisa de los labios es diferente a la de antes.

Rumi (K.s) dijo:

“No compares a los que sonríen en su lecho de muerte con la vela. Solamente los que se derriten como una vela en el camino del amor podrán desprender la fragancia del ámbar.”

Rumi (K.s) dejó este mundo y paso al Otro sonriendo con los labios del nafs, mientras llegaba a la noche de bodas, shab’i arus, a la que añoró durante toda su vida. Su comunidad le lloraba, pero en el ataúd, el viajero a punto de reunirse con el Amado, sonreía.

Sultán Walad, hijo de Rumi (K.s) en su libro “Ibtida”, describe de esta manera el funeral de su padre:

“El glorioso sultán partió de este mundo en el año 672 según el calendario de la hégira, 1273 del calendario cristiano. Los corazones lloraban, incluso en las vecindades no-Musulmanas. Los sinceros le eran fieles; los seguidores de todas las religiones le amaban.

La gente dijo:

– Es un reflejo de la luz del Profeta Muhammad, portador de conocimiento. Es un océano de virtudes sin límite.

Nadie ese día estaba tranquilo a causa de la tristeza. Todos repetían:

– ¡Fue un gran tesoro! Se ha escondido debajo de la tierra.”

Eflaki, un historiador contemporáneo, dijo que el ataúd en el que estaba el cuerpo de Rumi (K.s) se rompió a causa de la multitud seis veces, y seis veces tuvo que ser cambiado. El funeral empezó al mediodía, pero llegó al cementerio al anochecer.

El Doctor Ekmeludddin exhortaba a la gente:

– ¡Comportaos, por favor! Es un funeral. Quien está en el ataúd es un hombre como vosotros.

Tal como lo pidió Rumi (K.s) en su última voluntad, sheij Sadruddin Konawi iba delante del ataúd y se esperaba que dirigiera la salah fúnebre, pero no podía controlar el llanto, y estaba a punto de desmayarse. Tuvo que apartarse del cortejo, y tomó su lugar el juez Sirayuddin, quien dirigió la salah.

Rumi (K.s) resumió su vida en la expresión: “Estaba crudo, fui cocido y fui quemado”. En otra ocasión, lo ilustró de la siguiente manera:

“Estaba muerto, pero he revivido,
era una lágrima, pero me he convertido en una sonrisa.
Me sumergí en le océano del amor,
y alcancé la felicidad eterna.”

El poeta Yunus Emre expresó esto mismo con las siguientes palabras:

“El cuerpo es transitorio, pero el nafs es eterno.
Los que fueron por delante de nosotros, no volverán.
El nafs no muere.”

¡Oh Señor! Haz que nuestra muerte sea también un puente hacia la felicidad eterna. Qué la muerte sea para nosotros como la noche de bodas –la noche de la unión con el Amado.

Amin.

[1]       Qur’an, Inshirah, 94:1. Ayah, literalmente ‘un signo’, significa también ‘un versículo del Qur’an’.

[2]       Esta palabra indica el interior, el sí mismo, o la esencia del individuo.

[3]       Es la abreviación de la expresión árabe radiallahu anhu, en caso masculino, o anha, en el femenino, que significa ‘que Allah esté satisfecho con él/ella, y se utiliza cuando se menciona el nombre de un Compañero del Profeta (s.a.s).