DE LOS LIBROS

NI OFENDIENDO, NI OFENDIDO (I)

El Mathnawi: “Si sabes quién está dentro de este corazón, ¿qué significa este comportamiento rudo a la puerta de su Dueño?

Los ignorantes muestran respeto por los masayid hechos por los hombres, pero su apatía rompe los corazones tiernos.” (v.2:3108-3109)

El corazón está constantemente bajo la mirada atenta del Señor Todopoderoso. Herir un corazón es la ofensa más grande que se puede cometer. Por esa razón dice Mawlana en uno de los versículos que la Ka’bah fue construida por Ibrahim (a.s), hijo de Azar, pero que el corazón es el lugar donde reposa la mirada de Allah Todopoderoso, y que por lo tanto demoler un corazón es más grave que demoler la Ka’bah.

Yunus Emre, conocido poeta turco, habla del mismo hecho:

“El viejo maestro con la barba blanca

no es consciente de su estado.

Qué no se preocupe por el hayy[1]

si ha roto un corazón.”

El ser humano es el más honrado y perfecto de toda la creación, de ahí la gravedad de hacer daño a otro ser humano, sobre todo romper su corazón. En un hadiz qudsi dice Allah Todopoderoso:

“Ni la tierra ni los cielos Me contienen, solamente el corazón de un siervo creyente Me contiene.” (Ajluni, Kashfu al-Jafa, II:195)[2]

Aquéllos cuyos corazones han sido rotos tienen un lugar especial ante Allah Todopoderoso, y los que se proponen complacer a Allah deberían intentar consolarles. Un día el Profeta Musa (a.s) suplicó de esta manera:

“¡Oh Señor! ¿Dónde Te debo buscar?” Allah Todopoderoso respondió: “Búscame en aquéllos cuyos corazones están rotos.” (Abu Un’aim, Hilia, II:364)

En un hadiz qudsi transmitido por Abu Huraira (r.a), el Profeta Muhammad (s.a.s) dijo:

“El Día de la Resurrección Allah, el Poderoso y Majestuoso, dirá: ‘¡Hombres! No estaba bien, ¿me habéis visitado?’ El siervo responderá: ‘¡Oh Señor! Eres el Dueño de los cielos y de la tierra, ¿cómo Te podía haber visitado?’ Allah responderá: ‘Un siervo mío que conocías estaba enfermo, pero no le visitaste. Si le hubieras visitado, Me habrías encontrado allí.’ Dirá luego: ‘¡Hombres! Necesitaba comida, pero no Me la disteis.’ El siervo responderá: ‘¡Oh Señor! ¿Cómo te puedo yo alimentar, si eres el Dueño del Universo?’ Allah Todopoderoso dirá: ‘Un siervo mío necesitaba comida, pero no le alimentaste. Si se la hubieras dado, Me habrías encontrado junto a Él. ¡Hombres! Necesitaba agua, pero no Me la disteis.’ El siervo responderá: ‘¡Oh Señor! Eres el Dueño de los cielos y de la tierra, ¿cómo te podía haber dado agua?’ Allah responderá: ‘Un siervo mío que conocías quería agua, pero no se la diste. Si le hubieras dado agua, Me habrías encontrado junto a él.’” (Muslim, Birr, 43)

La súplica, no solamente de un Musulmán sino también de un no-Musulmán que ha sido dañado u oprimido, llega ante Allah y es aceptada en un breve plazo de tiempo. En verdad, no hay barreras entre la súplica del oprimido y Allah Todopoderoso. El Mensajero de Allah (s.a.s) les advirtió a los Compañeros:

“Cuidaos de la maldición del oprimido porque no hay barreras entre ella y el Señor Todopoderoso.” (Muslim, Iman, 29)

“Hay tres personas cuyas peticiones no serán rechazadas por Allah: la súplica del que ayuna, hasta que rompe el ayuno; la súplica de un oprimido; la súplica de un gobernante justo.” (Tirmidi, Da’wat, 48; Ibn Mayah, Du’a, 2)

El siguiente hadiz del Mensajero de Allah (s.a.s) expresa de manera muy bella que Allah Todopoderoso no permitirá que Sus siervos sean despreciados:

“Un hombre dijo impacientemente: ‘Juro por Allah que nunca perdonaré a esa persona.’ Allah respondió: ‘¿Quién jura que no perdonará jamás a alguien? Yo le he perdonado a esa persona, y a ti te he borrado todas tus buenas acciones.’” (Muslim, Birr, 137)

El Mathnawi: “Allah no destruirá a la gente, a no ser que hagan daño a un Profeta, a un siervo veraz, o a quien camina por el camino de rectitud.” (v.2:3112)

Es decir, una de las razones principales de la destrucción de una gente es que hayan hecho daño a un Profeta o a alguien cercano a Allah. También significa que aquellos individuos o grupos que respetan y valoran a los siervos veraces de Allah serán recompensados con un aumento de su honor y dignidad.

Dice un hadiz qudsi:

“He declarado la guerra contra todo aquél que sea hostil a los creyentes que Me sirven con toda sinceridad. Mi siervo se acerca a Mi buscando mi placer con aquello que le he hecho obligatorio; luego sigue acercándose con lo supererogatorio, hasta que Yo le amo, y cuando le amo, Me convierto en el oído con el que oye, en la vista con la que ve, la mano con la que golpea, y el pie con el que anda; así que por Mi oye, por Mi ve, por Mi golpea, y por Mi anda. Si Me pide, aceptaré su petición. Si Me suplica protección, se la daré. Si hay algo que Me incomoda es tomar el nafs de mi siervo creyente; a él le disgusta la muerte, y a Mí Me disgusta causarle disgusto…”  (Bujari, Rikak, 38; Ahmad, VI, 256; Haizami, II, 248)

El mejor ejemplo al respecto es el de Musa (a.s).[3] En reconocimiento por su sublime poder espiritual, que de alguna manera presentían, los magos del Faraón le preguntaron si quería ser primero en lanzar su bastón. Así pues, por medio de la barakah[4] que fue el resultado de su amabilidad con alguien cercano a Allah fueron recompensados con la guía. Por otro lado, fueron castigados por su osadía que les llevó a competir con un Profeta. Como es sabido, por orden del Faraón primero fueron torturados y luego martirizados.

En cuanto a su competición con Musa (a.s) alcanzaron el punto más profundo de kufr.[5] No obstante, y en el mismo día, se elevaron a la altura espiritual más alta desde la que desafiaron al Faraón. Cuando tuvieron que enfrentarse a su terrible amenaza pudieron beneficiarse del nivel de su iman, eligiendo lo eterno y desdeñando lo transitorio:  “Dijeron: No te preferimos a las evidencias que nos han llegado y a Quien nos creó, decide pues lo que tengas que decidir pues Tú sólo decides en esta vida de aquí.” (Taha, 20:72)

En otro lugar el Qur’an dice: “Dijeron: No hay mal, pues verdaderamente hemos de volver a nuestro Señor.” (Al-Shu’ara, 26:50)

Bajo la atroz tortura, suplicaban a Allah paciencia, iman y firmeza: “¡Señor nuestro!  Derrama sobre nosotros paciencia y llévanos a Ti, estándote sometidos.” (Al-A’raf, 7:126)

Rumi analiza la dimensión espiritual de este acontecimiento de la siguiente manera:

“El maldecido y tiránico Faraón, amenazando a los magos a causa de su iman, dijo: ‘Os cortaré la mano y el pie del lado contrario, y luego no os perdonaré, sino que os ahorcaré.’ Pensaba que los magos se asustarían y le rendirían homenaje. Lo que no sabía era que los magos estaban ya libres del miedo y de la ansiedad, y conscientes de la verdad Divina. Incluso si iban a ser maltratados hasta convertirse en polvo en los morteros del destino, tenían ahora la sabiduría que les hacía posible diferenciar entre ellos mismos y sus sombras. Sin dudar, sacrificaron a esas sombras y alcanzaron el estado de fana fillah.

¡Hombres! Este mundo no es más que un lugar de paso, un sueño. No os dejéis engañar por su esplendor y brillo. No tengáis miedo si en el sueño os cortan las manos u os cortan en rodajas. El Profeta Muhammad (s.a.s) dijo: ‘Este mundo no es más que un sueño.’”

El Mathnawi: “Hubo gente que se propuso luchar contra los Profetas. Al mirarlos, pensaron que era gente corriente.” (v.2:3113)

Los que están convencidos de que los Profetas son como ellos, algo que ha ocurrido repetidamente en la historia, incapaces de discernir las manifestaciones Divinas, la sabiduría y los dones especiales que les han sido otorgados, caen en el error y la maldad. No pueden percibir la excepcional estación de los Profetas, sus obligaciones para con Allah y su mundo espiritual, y en consecuencia se arruinan, porque el resultado de este error y de la maldad es la rebeldía, la falta de sumisión y de obediencia. Abu Yahl y Abu Lahab,[6] y otros muchos, consideraban al Profeta Muhammad (s.a.s) un hombre más, como ellos, y el resultado final de esta actitud y falta de comprensión fue su perdición.

Los Compañeros que conocían bien al Profeta (s.a.s) le trataban con un temor reverencial. Abu Bakr (r.a), quien fue uno de los más destacados entre ellos, observaba al Profeta (s.a.s), el sol de los dos mundos, con profunda admiración y le echaba de menos incluso cuando estaban juntos. Parecido fue el caso del muecín del Profeta (s.a.s) –Bilal (r.a). Cuando el Mensajero de Allah (s.a.s) falleció, parecía que Bilal (r.a) había perdido la voz; sentía que no podía quedarse en Medina. Abu Bakr (r.a) le pidió que llamase a la salah de nuevo, pero él le contestó:

“¡Oh Abu Bakr! Pídeme lo que quieras, pero no esto, porque no tengo fuerza para hacerlo después de la muerte del Mensajero de Allah. No me obligues, por favor…”

No obstante, Abu Bakr (r.a), quien deseaba de todo corazón oír de nuevo la bella llamada a la salah de Bilal (r.a), seguía insistiendo:

“Después de haber sido privados del Mensajero de Allah, ¿tenemos que privarnos también de su muecín?”

Finalmente Bilal (r.a) se rindió y subió al minarete, intentando con todas sus fuerzas no llorar. A pesar de todos los intentos, no lo logró y no pudo hacer la llamada. Abu Bakr (r.a) no insistió más.

Bilal (r.a) vio que le era imposible permanecer en Medina y aquella misma mañana salió para Damasco. Participó en muchas batallas que se libraban en las fronteras buscando el martirio para unirse con el Mensajero de Allah (r.a), pero, tal fue el destino Divino, volvía siempre sano y salvo. Así pasaron los años. Una noche vio en sueños al Mensajero de Allah (s.a.s), quien le dijo:

“¡Oh Bilal! ¿Qué es ese dolor que sientes? ¿No es acaso hora de que me visites?”

Bilal (r.a) se despertó sobresaltado e inmediatamente se puso en camino. Después de muchos días de viaje solitario, llegó por fin a la luminosa ciudad de Medina. Sin ver a nadie y sin ser visto por nadie, fue directamente a la tumba del Profeta (s.a.s) y se desplomó allí. Apoyó la cabeza sobre la tumba, y dijo llorando:

“He venido, oh Mensajero de Allah. He venido.”

Justo entonces pasaban por allí los nietos del Profeta (s.a.s), Hasan y Husein (r.a). Al verlos, Bilal (r.a) se levantó, les abrazó y les saludó afectuosamente, diciendo:

“¡Oh luces de los ojos del Profeta!”

Hasan (r.a) dijo entonces:

“¡Oh Bilal! Quisiera pedirte algo, pero me pregunto si lo harás por mí.”

“Dime lo que es, hijo mío.”

“Nos gustaría oír tu llamada, tal como la hacías para el Profeta.”

“Lo haré por vosotros.”

Al mediodía Bilal (r.a) fue al lugar donde solía hacer la llamada en la mezquita del Profeta (s.a.s). Su “¡Allahu Akbar, Allahu Akbar!” sonó de manera que hizo temblar a toda la ciudad de Medina, y todas las montañas y rocas de sus alrededores. Cuando llegó a las palabras “Ash hadu an la ilaha illallah” la ciudad respondió con “Ash hadu an la ilaha illallah”, y todos salieron a la calle, preguntándose si acaso el Mensajero de Allah (s.a.s) había vuelto. Todos lloraban. Bilal (r.a) hacía esfuerzos sobrehumanos para aguantar las lágrimas y poder completar la llamada, pero no le fue posible. Se desmayó allí mismo.

Sayyidinah Fátima (r.ha), una de las mujeres más estimadas del Paraíso, quedó también muy afectada por la muerte de su padre, el Mensajero de la Misericordia (s.a.s). Dijo:

“El fallecimiento de mi padre fue para mí una calamidad de tal magnitud que si hubiese ocurrido en la oscuridad, el color de la oscuridad habría cambiado.”

Qué Allah ilumine nuestros corazones con el amor por el Amado Profeta (s.a.s), por los Compañeros y los cercanos a Allah que les siguen. Qué Allah nos permita conocer bien al Profeta (s.a.s) – su carácter y su personalidad. Qué haga que el amor sublime del Profeta (s.a.s) sea el soporte para nuestros corazones, el soporte que nunca se extingue, sino que se agranda sin cesar. Amin!

El Mathnawi: “Cuando, enfadado, has herido los corazones y has encendido fuego en ellos, este fuego alimentará el Fuego del Infierno para ti.

El fuego de tu enfado arderá incluso en este mundo, será tu perdición. El fuego que nazca de esta perdición te quemará eternamente en el Más Allá.

Aquí, el fuego de tu furia va dirigido a la gente. El Fuego del Infierno, el resultado de esta furia, te atacará eternamente en el Más Allá.” (v.3:3472-3474)

La conducta del siervo sincero es tan excelsa que no se enfada con nadie ni nadie le puede herir. Ha alcanzado el secreto de la siguiente ayah: “Los que dan en los momentos de desahogo y en los de estrechez, refrenan la ira y perdonan a los hombres. Allah ama a los que hacen el bien.” (Al-Imran, 3:134)

Se ha transmitido que Ya’far al-Sadiq (r.a) tenía un esclavo que se ocupaba de las tareas domésticas. Un día el esclavo le tiró sin querer un plato de sopa encima. Ya’far, con la ropa llena de sopa, le miró con enfado. El esclavo dijo:

“¡Oh señor! El Qur’an dice ‘los que refrenan la ira’… A lo que Ya’far respondió: ‘He refrenado mi ira.’ Entonces el esclavo dijo: ‘En el mismo sitio el Qur’an dice: ‘y perdonan a los hombres’. Ya’far dijo: ‘Te perdono.’ El esclavo seguía: Al final de la ayah se dice ‘Allah ama a los que hacen el bien.’ Entonces Ya’far dijo: Está bien. Eres libre. Te he liberado por Allah.’”

El capítulo sobre el enfado en el libro de la vida es de hecho una historia de desastres. El remedio contra los incontrolados ataques de furia, la salida de este grave peligro está en apoyarse en la fuerza de la hermandad y de la paciencia, y, sin perder el equilibrio, en guardar silencio.

Cuando Abu Darda (r.a) le pidió al Profeta (s.a.s) que le enseñase algo que le llevara al Cielo, el Profeta (s.a.s) contestó:

“No te enfades.” (Bujari, Adab, 76; Tirmidi, Birr, 73)

En una ocasión vino alguien a ver al Profeta (s.a.s) y dijo:

“¡Oh Mensajero de Allah! No puedo memorizar mucho. Dime algo conciso que me pueda llevar a la verdadera felicidad.”

El Profeta (s.a.s) respondió:

“No te enfades.”

En otro hadiz se dice:

“Allah Todopoderoso cubrirá los actos vergonzosos de los que refrenan su enfado.” (Ihia, III, 372)

“No hay mejor acto de un siervo que cuando refrena su ira por Allah.” (Ihia, III, 392)

“El luchador fuerte y poderoso no es aquél que vence a todos, lanzándolos al suelo. El verdadero héroe es aquél que refrena su enfado en el momento adecuado.” (Bujari, Adab, 102; Muslim, Birr, 106-108)

El Mathnawi: “Si un hombre débil y mísero pide la misericordia y ayuda de Allah Todopoderoso, a los ejércitos de los Cielos les llega un gran clamor.”

“¡Oh hombre! La opresión y maldad de los demás son las reflexiones y las manifestaciones de vuestro propio comportamiento erróneo.” (v.1:1318)

En un hadiz se nos advierte del peligro de oprimir, ya que, se dice, nada se interpone entre la súplica del oprimido y la Presencia Divina. No obstante, los oprimidos tienen que recordar que la opresión que sufren es el reflejo y la manifestación en los demás de los fallos de su propio carácter. Así, Mawlana describe de esta manera la paz y la agitación en el mundo interior y exterior de una persona:

“Si te ha hecho daño una espina, haz de saber que tú la has plantado. Si descansas entre los cojines suaves y bellos, haz de saber que tú los has tejido.

Si buceases hasta el fondo de tu carácter y de tu naturaleza, sabrías que la maldad y la inmoralidad vienen de ti mismo.”

No obstante, no siempre el maltrato al que uno se tiene que enfrentar es el resultado de sus propios fallos. Si fuera así, los Profetas, que están libres de ellos, nunca lo hubieran sufrido. Estas aflicciones son a veces parte integral de este mundo que es un lugar de pruebas. A veces su objetivo es que la persona madure espiritualmente.

Como hemos comentado anteriormente, a veces las aflicciones llegan a causa de nosotros mismos. En tal caso, uno debe verificar y analizar sus acciones. Por esa razón también hay que tener cuidado con lo que sale de nuestras bocas. La intención no debería ser la de herir con las espinas, sino la de proteger los corazones con nuestro propio corazón. Nuestro comportamiento debe reflejar lo que decimos y nosotros debemos reflejar la belleza que está a nuestro alrededor.

El Mathnawi: “El que hiere a un ser humano no sabe que ha herido a Allah. ¿No sabe acaso que el agua en este cuenco está mezclada con el agua del río Haqq?” (v.1:2520)

El hecho de ofender a un creyente causará la ira de Allah incluso antes de que este comportamiento enfade a la persona en cuestión, ya que Allah ama a Su creación. Por eso incluso prohíbe calumniar a uno de Sus siervos que yerra para proteger su honor.

El Señor Todopoderoso le ha dado a la humanidad la capacidad de acercarse a Él, tal como lo dice en la siguiente ayah: “Y cuando lo haya completado y le haya insuflado parte de Mi ruh, caeréis postrados ante él.” (Al-Hiyr, 15:29; Al-Sad, 38:72)

Le ha dado al ser humano el secreto de ahsan al-taqwim –la mejor forma. Por esa razón a Allah Todopoderoso Le disgusta cuando se calumnia o desprecia a un siervo Suyo.

 Se cuenta que una vez Muhyiddin Ibn ‘Arabi iba por la playa cuando vio a un hombre joven que bebía vino y hablaba a voces con la mujer que estaba con él. Pensó entonces:

“Aunque uno debe ser humilde, a mí me parece que soy superior a aquel hombre. No bebo vino ni tampoco me comporto de manera grosera.”

Justo entonces se oyeron en el mar gritos desesperados de alguien que pedía ayuda. El hombre joven dejó la jarra inmediatamente y se lanzó al mar. Al cabo de unos minutos llegaba a la playa con cuatro personas que habían estado a puto de morir ahogadas. Ibn ‘Arabi, que observaba todo muy asombrado, pensó:

“¡Mirad! Aquél joven, al que tanto desprecié, ha salvado a cuatro personas. Y tú, ¿qué has hecho? ¡Ni siquiera has podido salvar a uno!”

Habrá siempre gente a la que podamos ver solamente desde el exterior, pero que pueden guardar dentro muchos talentos y tesoros. La belleza del último aliento está garantizada solamente a los Profetas, por eso la gente de tasawwuf mantiene que menospreciar a los siervos de Allah equivale a matar el corazón.

El Mathnawi: “Te enfadas ante cualquier dificultad. Te molestan los groseros. ¿Cómo pues pretendes ser un espejo sin que te pulan?” (v.1:2980)

Un ser humano madura a través de las dificultades y privaciones. Esquivarlas es un signo de indolencia, egoísmo y debilidad. Lo correcto es analizar y ver si hay un equilibrio entre la dificultad que uno está soportando y el resultado que va a conseguir. Según esta medida alguien que se enfrenta a un tratamiento que no se merece debería, en vez de enfadarse o tomar represalias, preguntarse a sí mismo si por alguna casualidad no lo habrá provocado él mismo. Cuando somos maltratados, incluso si no nos lo merecemos, el primer nivel de madurez consiste en mostrar paciencia. El nivel más alto consiste en estar agradecido y sentir pena por el causante. El poder de este tipo es raro y de ningún modo fácil –los que lo logran son bien pocos.

Tener compasión y estar con los débiles, los pobres y los desgraciados es un requisito de la misericordia. No obstante, uno debería sentir pena por:

“la consciencia de los opresores” que oprimen a los desamparados y a los débiles,

“los desgraciados que esclavizan” sus grandes oportunidades por “el esplendor del excesivo placer mundano”,

“los viles que carecen de misericordia” en un ambiente donde faltan los derechos y la justicia.

Porque éstos serán los mayores perdedores en el Más Allá.

La historia de Habib al-Nayyar, que podemos leer en las ayaat 13-27 de la surah Yasin, es un hermoso ejemplo que muestra la dimensión heroica de esta actitud. Habib fue martirizado porque le dijo a su gente la verdad. En sus últimos momentos, o quizás ya en el Más Allá, cuando se había levantado el telón, dijo: “¡Pobre de mi gente! Si supieran que mi Señor me ha perdonado y me ha puesto entre los que Él ha honrado.” (Yasin, 36:26-27)

El que dio su vida como signo de su sumisión a Allah sentía pena por la despreocupación y miseria de su gente.

El Mathnawi: “Lo importante es tener el temperamento de la rosa que está en el jardín de este mundo; pero que en vez de contemplar sus espinas o dejar que nos arañen, y ser como una espina, uno debería ser como la rosa en sí para todo el mundo –abrazándolo con el espíritu de la primavera, aún a sabiendas de que llegarán pruebas como el inverno.” (v.3:3259)

Ser una rosa significa para el hombre convertirse en el bien mismo –jair. Los que lo logran pueden incluso hacer que las culebras se sometan a ellos. Es así porque los que están cerca de Allah nunca ven a ningún elemento de la creación de Allah con animosidad, bughd,  u odio. La animosidad natural que sienten hacia el mal es un secreto que va más allá del malhechor. Se llama bughd fillah –enfado por Allah.

No es fácil tener esta actitud cordial con los acontecimientos que tienen lugar en el mundo. Para lograrlo uno necesita hacer el gran viaje que empieza con el nafs al-ammara y termina con el nafs al-kamila, nafs perfecto.

Mawlana habla con la rosa de la siguiente manera:

“La rosa adquirió esa bella fragancia porque se llevaba bien con la espina. Oye esa verdad de la propia rosa. Oye lo que dice: ‘¿Por qué voy a desesperar a causa de la espina que tengo? ¿Por qué voy a afligirme? He ganado mucho por medio de esta compañía. Por ella pude darle al mundo las fragancias tan agradables.’”

Para poder influenciar a los que uno encuentra en su camino hay que alcanzar una madurez del comportamiento y del lenguaje que nos permita sentir responsabilidad por sus errores. Igual que un médico, cuya responsabilidad consiste en curar las enfermedades y no en enfadarse con los pacientes por haberlas adquirido, la gente de tasawwuf ve a los malhechores como a pájaros con las alas rotas, y en vez de enfadarse con ellos, los lleva a sus corazones, odiando el error, pero no al que yerra.

[1]       (NT) La peregrinación anual a Mekka.

[2]       Es un texto conocido pero no se encuentra en ninguno de los seis libros de ahadiz.

[3]       (NT) Aquí se hace referencia al duelo público de Musa (a.s) con los magos del Faraón, donde Musa (a.s), acusado por el Faraón de magia, iba a medir su poder, proveniente de Allah, con los trucos de los magos. El Qur’an hace referencia a este acontecimiento en varios sitios, por ejemplo en surah Ta-ha, 20:70-73.

[4]       (NT) Una bendición, cualquier bien otorgado por Allah, especialmente aquél que aumenta; una sutil energía espiritual que fluye a través de personas, sitios, o lugares.

[5]       (NT) El significado de la raíz, kafara, tiene muchos matices, entre ellos: negar la bondad de Allah, ser ingrato; rechazar la creencia y Su Revelación; atribuirle a Allah alguna limitación, imperfección o atributo en Su naturaleza.

[6]       (NT) Abu Yahl fue un gran enemigo del Islam. Murió en la batalla de Badr. Abu Lahab, padre de la llama, fue el tío paterno del Profeta (r), y otro acérrimo enemigo del Islam. Su apodo se debía a su acalorado genio y complexión rojiza. Murió una semana después de la batalla de Badr, abatido por la derrota que sufrió su causa.

NI OFENDIENDO, NI OFENDIDO (I)

El Mathnawi: “Si sabes quién está dentro de este corazón, ¿qué significa este comportamiento rudo a la puerta de su Dueño?

Los ignorantes muestran respeto por los masayid hechos por los hombres, pero su apatía rompe los corazones tiernos.” (v.2:3108-3109)

El corazón está constantemente bajo la mirada atenta del Señor Todopoderoso. Herir un corazón es la ofensa más grande que se puede cometer. Por esa razón dice Mawlana en uno de los versículos que la Ka’bah fue construida por Ibrahim (a.s), hijo de Azar, pero que el corazón es el lugar donde reposa la mirada de Allah Todopoderoso, y que por lo tanto demoler un corazón es más grave que demoler la Ka’bah.

Yunus Emre, conocido poeta turco, habla del mismo hecho:

“El viejo maestro con la barba blanca

no es consciente de su estado.

Qué no se preocupe por el hayy[1]

si ha roto un corazón.”

El ser humano es el más honrado y perfecto de toda la creación, de ahí la gravedad de hacer daño a otro ser humano, sobre todo romper su corazón. En un hadiz qudsi dice Allah Todopoderoso:

“Ni la tierra ni los cielos Me contienen, solamente el corazón de un siervo creyente Me contiene.” (Ajluni, Kashfu al-Jafa, II:195)[2]

Aquéllos cuyos corazones han sido rotos tienen un lugar especial ante Allah Todopoderoso, y los que se proponen complacer a Allah deberían intentar consolarles. Un día el Profeta Musa (a.s) suplicó de esta manera:

“¡Oh Señor! ¿Dónde Te debo buscar?” Allah Todopoderoso respondió: “Búscame en aquéllos cuyos corazones están rotos.” (Abu Un’aim, Hilia, II:364)

En un hadiz qudsi transmitido por Abu Huraira (r.a), el Profeta Muhammad (s.a.s) dijo:

“El Día de la Resurrección Allah, el Poderoso y Majestuoso, dirá: ‘¡Hombres! No estaba bien, ¿me habéis visitado?’ El siervo responderá: ‘¡Oh Señor! Eres el Dueño de los cielos y de la tierra, ¿cómo Te podía haber visitado?’ Allah responderá: ‘Un siervo mío que conocías estaba enfermo, pero no le visitaste. Si le hubieras visitado, Me habrías encontrado allí.’ Dirá luego: ‘¡Hombres! Necesitaba comida, pero no Me la disteis.’ El siervo responderá: ‘¡Oh Señor! ¿Cómo te puedo yo alimentar, si eres el Dueño del Universo?’ Allah Todopoderoso dirá: ‘Un siervo mío necesitaba comida, pero no le alimentaste. Si se la hubieras dado, Me habrías encontrado junto a Él. ¡Hombres! Necesitaba agua, pero no Me la disteis.’ El siervo responderá: ‘¡Oh Señor! Eres el Dueño de los cielos y de la tierra, ¿cómo te podía haber dado agua?’ Allah responderá: ‘Un siervo mío que conocías quería agua, pero no se la diste. Si le hubieras dado agua, Me habrías encontrado junto a él.’” (Muslim, Birr, 43)

La súplica, no solamente de un Musulmán sino también de un no-Musulmán que ha sido dañado u oprimido, llega ante Allah y es aceptada en un breve plazo de tiempo. En verdad, no hay barreras entre la súplica del oprimido y Allah Todopoderoso. El Mensajero de Allah (s.a.s) les advirtió a los Compañeros:

“Cuidaos de la maldición del oprimido porque no hay barreras entre ella y el Señor Todopoderoso.” (Muslim, Iman, 29)

“Hay tres personas cuyas peticiones no serán rechazadas por Allah: la súplica del que ayuna, hasta que rompe el ayuno; la súplica de un oprimido; la súplica de un gobernante justo.” (Tirmidi, Da’wat, 48; Ibn Mayah, Du’a, 2)

El siguiente hadiz del Mensajero de Allah (s.a.s) expresa de manera muy bella que Allah Todopoderoso no permitirá que Sus siervos sean despreciados:

“Un hombre dijo impacientemente: ‘Juro por Allah que nunca perdonaré a esa persona.’ Allah respondió: ‘¿Quién jura que no perdonará jamás a alguien? Yo le he perdonado a esa persona, y a ti te he borrado todas tus buenas acciones.’” (Muslim, Birr, 137)

El Mathnawi: “Allah no destruirá a la gente, a no ser que hagan daño a un Profeta, a un siervo veraz, o a quien camina por el camino de rectitud.” (v.2:3112)

Es decir, una de las razones principales de la destrucción de una gente es que hayan hecho daño a un Profeta o a alguien cercano a Allah. También significa que aquellos individuos o grupos que respetan y valoran a los siervos veraces de Allah serán recompensados con un aumento de su honor y dignidad.

Dice un hadiz qudsi:

“He declarado la guerra contra todo aquél que sea hostil a los creyentes que Me sirven con toda sinceridad. Mi siervo se acerca a Mi buscando mi placer con aquello que le he hecho obligatorio; luego sigue acercándose con lo supererogatorio, hasta que Yo le amo, y cuando le amo, Me convierto en el oído con el que oye, en la vista con la que ve, la mano con la que golpea, y el pie con el que anda; así que por Mi oye, por Mi ve, por Mi golpea, y por Mi anda. Si Me pide, aceptaré su petición. Si Me suplica protección, se la daré. Si hay algo que Me incomoda es tomar el nafs de mi siervo creyente; a él le disgusta la muerte, y a Mí Me disgusta causarle disgusto…”  (Bujari, Rikak, 38; Ahmad, VI, 256; Haizami, II, 248)

El mejor ejemplo al respecto es el de Musa (a.s).[3] En reconocimiento por su sublime poder espiritual, que de alguna manera presentían, los magos del Faraón le preguntaron si quería ser primero en lanzar su bastón. Así pues, por medio de la barakah[4] que fue el resultado de su amabilidad con alguien cercano a Allah fueron recompensados con la guía. Por otro lado, fueron castigados por su osadía que les llevó a competir con un Profeta. Como es sabido, por orden del Faraón primero fueron torturados y luego martirizados.

En cuanto a su competición con Musa (a.s) alcanzaron el punto más profundo de kufr.[5] No obstante, y en el mismo día, se elevaron a la altura espiritual más alta desde la que desafiaron al Faraón. Cuando tuvieron que enfrentarse a su terrible amenaza pudieron beneficiarse del nivel de su iman, eligiendo lo eterno y desdeñando lo transitorio:  “Dijeron: No te preferimos a las evidencias que nos han llegado y a Quien nos creó, decide pues lo que tengas que decidir pues Tú sólo decides en esta vida de aquí.” (Taha, 20:72)

En otro lugar el Qur’an dice: “Dijeron: No hay mal, pues verdaderamente hemos de volver a nuestro Señor.” (Al-Shu’ara, 26:50)

Bajo la atroz tortura, suplicaban a Allah paciencia, iman y firmeza: “¡Señor nuestro!  Derrama sobre nosotros paciencia y llévanos a Ti, estándote sometidos.” (Al-A’raf, 7:126)

Rumi analiza la dimensión espiritual de este acontecimiento de la siguiente manera:

“El maldecido y tiránico Faraón, amenazando a los magos a causa de su iman, dijo: ‘Os cortaré la mano y el pie del lado contrario, y luego no os perdonaré, sino que os ahorcaré.’ Pensaba que los magos se asustarían y le rendirían homenaje. Lo que no sabía era que los magos estaban ya libres del miedo y de la ansiedad, y conscientes de la verdad Divina. Incluso si iban a ser maltratados hasta convertirse en polvo en los morteros del destino, tenían ahora la sabiduría que les hacía posible diferenciar entre ellos mismos y sus sombras. Sin dudar, sacrificaron a esas sombras y alcanzaron el estado de fana fillah.

¡Hombres! Este mundo no es más que un lugar de paso, un sueño. No os dejéis engañar por su esplendor y brillo. No tengáis miedo si en el sueño os cortan las manos u os cortan en rodajas. El Profeta Muhammad (s.a.s) dijo: ‘Este mundo no es más que un sueño.’”

El Mathnawi: “Hubo gente que se propuso luchar contra los Profetas. Al mirarlos, pensaron que era gente corriente.” (v.2:3113)

Los que están convencidos de que los Profetas son como ellos, algo que ha ocurrido repetidamente en la historia, incapaces de discernir las manifestaciones Divinas, la sabiduría y los dones especiales que les han sido otorgados, caen en el error y la maldad. No pueden percibir la excepcional estación de los Profetas, sus obligaciones para con Allah y su mundo espiritual, y en consecuencia se arruinan, porque el resultado de este error y de la maldad es la rebeldía, la falta de sumisión y de obediencia. Abu Yahl y Abu Lahab,[6] y otros muchos, consideraban al Profeta Muhammad (s.a.s) un hombre más, como ellos, y el resultado final de esta actitud y falta de comprensión fue su perdición.

Los Compañeros que conocían bien al Profeta (s.a.s) le trataban con un temor reverencial. Abu Bakr (r.a), quien fue uno de los más destacados entre ellos, observaba al Profeta (s.a.s), el sol de los dos mundos, con profunda admiración y le echaba de menos incluso cuando estaban juntos. Parecido fue el caso del muecín del Profeta (s.a.s) –Bilal (r.a). Cuando el Mensajero de Allah (s.a.s) falleció, parecía que Bilal (r.a) había perdido la voz; sentía que no podía quedarse en Medina. Abu Bakr (r.a) le pidió que llamase a la salah de nuevo, pero él le contestó:

“¡Oh Abu Bakr! Pídeme lo que quieras, pero no esto, porque no tengo fuerza para hacerlo después de la muerte del Mensajero de Allah. No me obligues, por favor…”

No obstante, Abu Bakr (r.a), quien deseaba de todo corazón oír de nuevo la bella llamada a la salah de Bilal (r.a), seguía insistiendo:

“Después de haber sido privados del Mensajero de Allah, ¿tenemos que privarnos también de su muecín?”

Finalmente Bilal (r.a) se rindió y subió al minarete, intentando con todas sus fuerzas no llorar. A pesar de todos los intentos, no lo logró y no pudo hacer la llamada. Abu Bakr (r.a) no insistió más.

Bilal (r.a) vio que le era imposible permanecer en Medina y aquella misma mañana salió para Damasco. Participó en muchas batallas que se libraban en las fronteras buscando el martirio para unirse con el Mensajero de Allah (r.a), pero, tal fue el destino Divino, volvía siempre sano y salvo. Así pasaron los años. Una noche vio en sueños al Mensajero de Allah (s.a.s), quien le dijo:

“¡Oh Bilal! ¿Qué es ese dolor que sientes? ¿No es acaso hora de que me visites?”

Bilal (r.a) se despertó sobresaltado e inmediatamente se puso en camino. Después de muchos días de viaje solitario, llegó por fin a la luminosa ciudad de Medina. Sin ver a nadie y sin ser visto por nadie, fue directamente a la tumba del Profeta (s.a.s) y se desplomó allí. Apoyó la cabeza sobre la tumba, y dijo llorando:

“He venido, oh Mensajero de Allah. He venido.”

Justo entonces pasaban por allí los nietos del Profeta (s.a.s), Hasan y Husein (r.a). Al verlos, Bilal (r.a) se levantó, les abrazó y les saludó afectuosamente, diciendo:

“¡Oh luces de los ojos del Profeta!”

Hasan (r.a) dijo entonces:

“¡Oh Bilal! Quisiera pedirte algo, pero me pregunto si lo harás por mí.”

“Dime lo que es, hijo mío.”

“Nos gustaría oír tu llamada, tal como la hacías para el Profeta.”

“Lo haré por vosotros.”

Al mediodía Bilal (r.a) fue al lugar donde solía hacer la llamada en la mezquita del Profeta (s.a.s). Su “¡Allahu Akbar, Allahu Akbar!” sonó de manera que hizo temblar a toda la ciudad de Medina, y todas las montañas y rocas de sus alrededores. Cuando llegó a las palabras “Ash hadu an la ilaha illallah” la ciudad respondió con “Ash hadu an la ilaha illallah”, y todos salieron a la calle, preguntándose si acaso el Mensajero de Allah (s.a.s) había vuelto. Todos lloraban. Bilal (r.a) hacía esfuerzos sobrehumanos para aguantar las lágrimas y poder completar la llamada, pero no le fue posible. Se desmayó allí mismo.

Sayyidinah Fátima (r.ha), una de las mujeres más estimadas del Paraíso, quedó también muy afectada por la muerte de su padre, el Mensajero de la Misericordia (s.a.s). Dijo:

“El fallecimiento de mi padre fue para mí una calamidad de tal magnitud que si hubiese ocurrido en la oscuridad, el color de la oscuridad habría cambiado.”

Qué Allah ilumine nuestros corazones con el amor por el Amado Profeta (s.a.s), por los Compañeros y los cercanos a Allah que les siguen. Qué Allah nos permita conocer bien al Profeta (s.a.s) – su carácter y su personalidad. Qué haga que el amor sublime del Profeta (s.a.s) sea el soporte para nuestros corazones, el soporte que nunca se extingue, sino que se agranda sin cesar. Amin!

El Mathnawi: “Cuando, enfadado, has herido los corazones y has encendido fuego en ellos, este  fuego alimentará el Fuego del Infierno para ti.

El fuego de tu enfado arderá incluso en este mundo, será tu perdición. El fuego que nazca de esta perdición te quemará eternamente en el Más Allá.

Aquí, el fuego de tu furia va dirigido a la gente. El Fuego del Infierno, el resultado de esta furia, te atacará eternamente en el Más Allá.” (v.3:3472-3474)

La conducta del siervo sincero es tan excelsa que no se enfada con nadie ni nadie le puede herir. Ha alcanzado el secreto de la siguiente ayah: “Los que dan en los momentos de desahogo y en los de estrechez, refrenan la ira y perdonan a los hombres. Allah ama a los que hacen el bien.” (Al-Imran, 3:134)

Se ha transmitido que Ya’far al-Sadiq (r.a) tenía un esclavo que se ocupaba de las tareas domésticas. Un día el esclavo le tiró sin querer un plato de sopa encima. Ya’far, con la ropa llena de sopa, le miró con enfado. El esclavo dijo:

“¡Oh señor! El Qur’an dice ‘los que refrenan la ira’… A lo que Ya’far respondió: ‘He refrenado mi ira.’ Entonces el esclavo dijo: ‘En el mismo sitio el Qur’an dice: ‘y perdonan a los hombres’. Ya’far dijo: ‘Te perdono.’ El esclavo seguía: Al final de la ayah se dice ‘Allah ama a los que hacen el bien.’ Entonces Ya’far dijo: Está bien. Eres libre. Te he liberado por Allah.’”

El capítulo sobre el enfado en el libro de la vida es de hecho una historia de desastres. El remedio contra los incontrolados ataques de furia, la salida de este grave peligro está en apoyarse en la fuerza de la hermandad y de la paciencia, y, sin perder el equilibrio, en guardar silencio.

Cuando Abu Darda (r.a) le pidió al Profeta (s.a.s) que le enseñase algo que le llevara al Cielo, el Profeta (s.a.s) contestó:

“No te enfades.” (Bujari, Adab, 76; Tirmidi, Birr, 73)

En una ocasión vino alguien a ver al Profeta (s.a.s) y dijo:

“¡Oh Mensajero de Allah! No puedo memorizar mucho. Dime algo conciso que me pueda llevar a la verdadera felicidad.”

El Profeta (s.a.s) respondió:

“No te enfades.”

En otro hadiz se dice:

“Allah Todopoderoso cubrirá los actos vergonzosos de los que refrenan su enfado.” (Ihia, III, 372)

“No hay mejor acto de un siervo que cuando refrena su ira por Allah.” (Ihia, III, 392)

“El luchador fuerte y poderoso no es aquél que vence a todos, lanzándolos al suelo. El verdadero héroe es aquél que refrena su enfado en el momento adecuado.” (Bujari, Adab, 102; Muslim, Birr, 106-108)

El Mathnawi: “Si un hombre débil y mísero pide la misericordia y ayuda de Allah Todopoderoso, a los ejércitos de los Cielos les llega un gran clamor.”

“¡Oh hombre! La opresión y maldad de los demás son las reflexiones y las manifestaciones de vuestro propio comportamiento erróneo.” (v.1:1318)

En un hadiz se nos advierte del peligro de oprimir, ya que, se dice, nada se interpone entre la súplica del oprimido y la Presencia Divina. No obstante, los oprimidos tienen que recordar que la opresión que sufren es el reflejo y la manifestación en los demás de los fallos de su propio carácter. Así, Mawlana describe de esta manera la paz y la agitación en el mundo interior y exterior de una persona:

“Si te ha hecho daño una espina, haz de saber que tú la has plantado. Si descansas entre los cojines suaves y bellos, haz de saber que tú los has tejido.

Si buceases hasta el fondo de tu carácter y de tu naturaleza, sabrías que la maldad y la inmoralidad vienen de ti mismo.”

No obstante, no siempre el maltrato al que uno se tiene que enfrentar es el resultado de sus propios fallos. Si fuera así, los Profetas, que están libres de ellos, nunca lo hubieran sufrido. Estas aflicciones son a veces parte integral de este mundo que es un lugar de pruebas. A veces su objetivo es que la persona madure espiritualmente.

Como hemos comentado anteriormente, a veces las aflicciones llegan a causa de nosotros mismos. En tal caso, uno debe verificar y analizar sus acciones. Por esa razón también hay que tener cuidado con lo que sale de nuestras bocas. La intención no debería ser la de herir con las espinas, sino la de proteger los corazones con nuestro propio corazón. Nuestro comportamiento debe reflejar lo que decimos y nosotros debemos reflejar la belleza que está a nuestro alrededor.

El Mathnawi: “El que hiere a un ser humano no sabe que ha herido a Allah. ¿No sabe acaso que el agua en este cuenco está mezclada con el agua del río Haqq?” (v.1:2520)

El hecho de ofender a un creyente causará la ira de Allah incluso antes de que este comportamiento enfade a la persona en cuestión, ya que Allah ama a Su creación. Por eso incluso prohíbe calumniar a uno de Sus siervos que yerra para proteger su honor.

El Señor Todopoderoso le ha dado a la humanidad la capacidad de acercarse a Él, tal como lo dice en la siguiente ayah: “Y cuando lo haya completado y le haya insuflado parte de Mi ruh, caeréis postrados ante él.” (Al-Hiyr, 15:29; Al-Sad, 38:72)

Le ha dado al ser humano el secreto de ahsan al-taqwim –la mejor forma. Por esa razón a Allah Todopoderoso Le disgusta cuando se calumnia o desprecia a un siervo Suyo.

 Se cuenta que una vez Muhyiddin Ibn ‘Arabi iba por la playa cuando vio a un hombre joven que bebía vino y hablaba a voces con la mujer que estaba con él. Pensó entonces:

“Aunque uno debe ser humilde, a mí me parece que soy superior a aquel hombre. No bebo vino ni tampoco me comporto de manera grosera.”

Justo entonces se oyeron en el mar gritos desesperados de alguien que pedía ayuda. El hombre joven dejó la jarra inmediatamente y se lanzó al mar. Al cabo de unos minutos llegaba a la playa con cuatro personas que habían estado a puto de morir ahogadas. Ibn ‘Arabi, que observaba todo muy asombrado, pensó:

“¡Mirad! Aquél joven, al que tanto desprecié, ha salvado a cuatro personas. Y tú, ¿qué has hecho? ¡Ni siquiera has podido salvar a uno!”

Habrá siempre gente a la que podamos ver solamente desde el exterior, pero que pueden guardar dentro muchos talentos y tesoros. La belleza del último aliento está garantizada solamente a los Profetas, por eso la gente de tasawwuf mantiene que menospreciar a los siervos de Allah equivale a matar el corazón.

El Mathnawi: “Te enfadas ante cualquier dificultad. Te molestan los groseros. ¿Cómo pues pretendes ser un espejo sin que te pulan?” (v.1:2980)

Un ser humano madura a través de las dificultades y privaciones. Esquivarlas es un signo de indolencia, egoísmo y debilidad. Lo correcto es analizar y ver si hay un equilibrio entre la dificultad que uno está soportando y el resultado que va a conseguir. Según esta medida alguien que se enfrenta a un tratamiento que no se merece debería, en vez de enfadarse o tomar represalias, preguntarse a sí mismo si por alguna casualidad no lo habrá provocado él mismo. Cuando somos maltratados, incluso si no nos lo merecemos, el primer nivel de madurez consiste en mostrar paciencia. El nivel más alto consiste en estar agradecido y sentir pena por el causante. El poder de este tipo es raro y de ningún modo fácil –los que lo logran son bien pocos.

Tener compasión y estar con los débiles, los pobres y los desgraciados es un requisito de la misericordia. No obstante, uno debería sentir pena por:

“la consciencia de los opresores” que oprimen a los desamparados y a los débiles,

“los desgraciados que esclavizan” sus grandes oportunidades por “el esplendor del excesivo placer mundano”,

“los viles que carecen de misericordia” en un ambiente donde faltan los derechos y la justicia.

Porque éstos serán los mayores perdedores en el Más Allá.

La historia de Habib al-Nayyar, que podemos leer en las ayaat 13-27 de la surah Yasin, es un hermoso ejemplo que muestra la dimensión heroica de esta actitud. Habib fue martirizado porque le dijo a su gente la verdad. En sus últimos momentos, o quizás ya en el Más Allá, cuando se había levantado el telón, dijo: “¡Pobre de mi gente! Si supieran que mi Señor me ha perdonado y me ha puesto entre los que Él ha honrado.” (Yasin, 36:26-27)

El que dio su vida como signo de su sumisión a Allah sentía pena por la despreocupación y miseria de su gente.

El Mathnawi: “Lo importante es tener el temperamento de la rosa que está en el jardín de este mundo; pero que en vez de contemplar sus espinas o dejar que nos arañen, y ser como una espina, uno debería ser como la rosa en sí para todo el mundo –abrazándolo con el espíritu de la primavera, aún a sabiendas de que llegarán pruebas como el inverno.” (v.3:3259)

Ser una rosa significa para el hombre convertirse en el bien mismo –jair. Los que lo logran pueden incluso hacer que las culebras se sometan a ellos. Es así porque los que están cerca de Allah nunca ven a ningún elemento de la creación de Allah con animosidad, bughd,  u odio. La animosidad natural que sienten hacia el mal es un secreto que va más allá del malhechor. Se llama bughd fillah –enfado por Allah.

No es fácil tener esta actitud cordial con los acontecimientos que tienen lugar en el mundo. Para lograrlo uno necesita hacer el gran viaje que empieza con el nafs al-ammara y termina con el nafs al-kamila, nafs perfecto.

Mawlana habla con la rosa de la siguiente manera:

“La rosa adquirió esa bella fragancia porque se llevaba bien con la espina. Oye esa verdad de la propia rosa. Oye lo que dice: ‘¿Por qué voy a desesperar a causa de la espina que tengo? ¿Por qué voy a afligirme? He ganado mucho por medio de esta compañía. Por ella pude darle al mundo las fragancias tan agradables.’”

Para poder influenciar a los que uno encuentra en su camino hay que alcanzar una madurez del comportamiento y del lenguaje que nos permita sentir responsabilidad por sus errores. Igual que un médico, cuya responsabilidad consiste en curar las enfermedades y no en enfadarse con los pacientes por haberlas adquirido, la gente de tasawwuf ve a los malhechores como a pájaros con las alas rotas, y en vez de enfadarse con ellos, los lleva a sus corazones, odiando el error, pero no al que yerra.

[1]       (NT) La peregrinación anual a Mekka.

[2]       Es un texto conocido pero no se encuentra en ninguno de los seis libros de ahadiz.

[3]       (NT) Aquí se hace referencia al duelo público de Musa (a.s) con los magos del Faraón, donde Musa (a.s), acusado por el Faraón de magia, iba a medir su poder, proveniente de Allah, con los trucos de los magos. El Qur’an hace referencia a este acontecimiento en varios sitios, por ejemplo en surah Ta-ha, 20:70-73.

[4]       (NT) Una bendición, cualquier bien otorgado por Allah, especialmente aquél que aumenta; una sutil energía espiritual que fluye a través de personas, sitios, o lugares.

[5]       (NT) El significado de la raíz, kafara, tiene muchos matices, entre ellos: negar la bondad de Allah, ser ingrato; rechazar la creencia y Su Revelación; atribuirle a Allah alguna limitación, imperfección o atributo en Su naturaleza.

[6]       (NT) Abu Yahl fue un gran enemigo del Islam. Murió en la batalla de Badr. Abu Lahab, padre de la llama, fue el tío paterno del Profeta (r), y otro acérrimo enemigo del Islam. Su apodo se debía a su acalorado genio y complexión rojiza. Murió una semana después de la batalla de Badr, abatido por la derrota que sufrió su causa.