Allah Todopoderoso creó la percepción y la inteligencia del hombre para permitirle comprender la realidad a través de los contrarios. Podemos comprender el bien, por contraposición con el mal; la belleza, por contraposición con la fealdad; lo correcto, por contraposición con lo erróneo; y la luz, por contraposición con la oscuridad. Por lo tanto, la percepción humana funciona por identificación de los objetos y de los conceptos en base a los contrarios. Sólo podemos percibir la grandeza y el valor de creer en Allah (īmān) por contraposición con la fealdad y vacuidad de la incredulidad. El Qur’an guía al hombre a través de la luz de la creencia, y le aleja de la oscuridad de la incredulidad. Allah se manifiesta de dos maneras: una es Su manifestación en el universo, y la otra es Su manifestación en el Qur’an. Estas dos manifestaciones se complementan la una a la otra. El universo en el que vivimos es un Qur’an sin palabras; mientras que el Qur’an es un universo verbal. El universo está lleno de los secretos de la grandeza de Allah y de las manifestaciones de Sus acciones. El ser humano es la esencia de estas dos manifestaciones. Por ello, Allah Todopoderoso clarifica esta elevada posición del hombre en el siguiente hadiz qudsī:
¡Oh siervo Mío! Te he creado para Mí, y he creado todo el universo para ti. Mi derecho sobre ti es que todo lo que he creado para ti no debería distraerte y hacerte que me olvides, ya que has sido creado para Mí (no para apegos mundanos).
Como resultado de todo esto, los sufis se refieren al hombre como a un microcosmos y como a la esencia misma del universo. El hombre, debido a su naturaleza, tiene inclinación por lo bueno y por lo malo. Hay en él luz y oscuridad. Es su responsabilidad asegurarse de que la luz de la creencia no quede cubierta por la oscuridad de la incredulidad.
El Qur’an ordena al hombre luchar para que la luz triunfe sobre la oscuridad, no sólo al nivel personal, sino también al nivel social, de forma que la sociedad se salve de la destrucción. Allah el Altísimo ha dicho en el Qur’an:
“¿Es que no van por la tierra teniendo corazones con los que comprender y oídos con los que escuchar? Y es verdad que no son los ojos los que están ciegos, sino que son los corazones que están en los pechos los que están ciegos.” (Hayy, 22:46)
Y más adelantes, el Qur’an se dirige a los despreocupados y negligentes:
“¿Acaso no meditan el Qur’an, o es que tienen cerrojos en el corazón?” (Muhammad, 47:24)
Aquellos que pueden leer y comprender las páginas del Qur’an y los misterios del universo, pueden ver las manifestaciones de Allah tanto en el mundo interno como en el externo en proporción a la pureza de sus corazones. Desgraciadamente, hay veces en las que la humanidad actúa de forma negligente oscureciendo las divinas realidades con su ignorancia y su amor por los intereses personales.
El ser humano idolatriza los beneficios materiales tales como el dinero y la posición social. De esta forma, abandona la guía de la luz divina y se vuelve hacia la oscuridad de su nafs. En el Qur’an, Allah ha dicho:
“Allah es la luz del cielo y de la tierra.” (Nūr, 24:35)
Por lo tanto, aquellos que rechazan el camino de Allah son dejados sin luz y quedan ciegos por su rechazo al Qur’an. Podemos concluir que Allah quiere guiarnos a una vida en la que sigamos la luz divina en todos los asuntos, ya sean sociales o personales, comerciales o desinteresados, físicos o espirituales. Si tenemos poder sobre otros como dirigentes, o tenemos un puesto en el gobierno, deberemos siempre actuar según la luz divina que nos lleva a Allah.
Las desviaciones humanas tales como la ignorancia, la vagancia, la tiranía y la incredulidad, todas ellas nos conducen a la oscuridad del alma. Algunas de estas tinieblas afectan a nuestra vida personal y otras a la vida social. El Qur’an, por el contrario, nos exhorta a las cualidades opuestas: buscar el conocimiento, trabajar duro, actuar con justicia y creer en el más allá.
Los profetas mostraron a la humanidad la verdadera naturaleza de la oscuridad, así como el correcto código de conducta como una luz divina que finalmente nos ha de conducir a una vida que satisfaga a Allah. Allah nunca ha dejado a la humanidad sin una luz que la guíe. Las más sublimes luces que Allah ha regalado a la humanidad han sido el Qur’an y nuestro Profeta (que Allah le bendiga y le de la paz).
La historia es testigo de que la oscuridad de yāhiliyyah (el periodo de ignorancia antes del Islam) fue barrida por la luz del Profeta (que Allah le bendiga y le de la paz). Por ello, para que no volvamos a ese periodo de ignorancia, debemos seguir la luz del Qur’an y del Mensajero de Allah (que Allah le bendiga y le de la paz). Allah Todopoderoso ha dicho en el Qur’an:
“Así, pues, creed en Allah y en Su Mensajero, y en la luz que ha hecho descender. Y Allah es perfecto conocedor de todo lo que hacéis.” (Taghābun, 64:80)
Todos aquellos que no viven acorde a la luz del Qur’an, viven en la más absoluta oscuridad. Debemos protegernos y proteger a nuestras familias de esta oscuridad. El primer paso es enseñar a nuestros hijos como vivir acorde a los principios que nos enseña el Qur’an. Después, debemos enseñarles los pilares del Islam y los pilares de la creencia. Por último, deben aprender a comportarse con la educación que nos enseña el Islam.
Sin embargo, este programa educativo no tendrá éxito si solamente se establece en el hogar; necesitamos la ayuda de gente cualificada, como pueden ser los imames de la zona donde vivimos, profesores y escuelas islámicas. El proceso educativo es muy importante a la hora de perfeccionar al ser humano. Es como plantar buenas semillas en una tierra fértil; el resultado final será una creencia bien enraizada y envuelta en el estilo de vida coránico. A este respecto, el Profeta (que Allah le bendiga y le de la paz) dijo que había que animar a nuestros hijos a hacer la salah después de que hubieran cumplido los siete años, para que se acostumbrasen a adorar a Allah. Este hadiz es la prueba de que la educación islámica debe comenzar a una temprana edad.
El consejo sincero y el entrenamiento que damos a un niño, quedan registrados en su corazón como si lo hubiéramos grabado en el mármol. Si cultivamos en su corazón el amor por Allah y Su Mensajero, los frutos de esta bendita influencia continuarán durante toda su vida. Uno de los amigos de Allah, Abū Bakr Warrāq, envió a su hijo a la escuela donde enseñaban Qur’an. Un día, su hijo volvió a casa de la escuela con el rostro pálido. Abū Bakr le preguntó a su hijo si había ocurrido algo. El niño contestó:
“¡Oh padre mío! Hemos aprendido en la escuela la siguiente ayah: ‘Si negáis a Allah, ¿cómo os protegeréis de un día en el que el pelo de los niños se volverá canoso?’ (Muzzammil, 73:17) Cuando medité sobre el significado de esta advertencia sentí en mi interior un gran temor y temblé de miedo.”
Poco tiempo después, su hijo murió. Abū Bakr visitaba a menudo su tumba y se lamentaba diciendo:
“He estado recitando el Qur’an durante tanto tiempo y sin embargo nunca llegue a comprender su esencia como lo hizo mi propio hijo.”
En verdad que el Qur’an es un poderoso océano que envuelve el corazón de los que son como niños cuando lo leen. Leer el Qur’an –la última revelación de Allah- es la mejor forma de adorar a Allah. Es tan importante la lectura del Qur’an que si alguien no recita nada de él durante su salah, ésta no es válida. Otras partes esenciales de la salah, como postrarse o levantarse pueden obviarse en momentos de dificultad, pero nunca se puede obviar la recitación del Qur’an.
Sin embargo, esta recitación no debería tomarse a la ligera por los Musulmanes, sino que deberían tener en cuenta esta ayah:
“Y recita el Qur’an despacio y con un ritmo medido.” (Muzammil, 73:4)
De la misma forma, el Qur’an nos aconseja escuchar las palabras de Allah con suma atención:
“Y cuando el Qur’an se esté recitando, prestad atención y callad, tal vez así obtengáis misericordia.” (A’rāf, 7:204)
Guardar silencio cuando se está recitando el Qur’an nos permite comprenderlo y comprender que esas palabras conducen a una certeza en el conocimiento; y esto, a su vez, invita a la misericordia divina. El Profeta (que Allah le bendiga y le de la paz) también nos dio, a este respecto, un buen ejemplo. Le pidió a ‘Abd Allāh b. Mas’ūd que recitase el Qur’an y mientras lo escuchaba con gran atención, sus ojos se iban llenando de lágrimas.
De la misma forma, es una gran bendición para los padres escuchar a sus hijos recitar el Qur’an con una buena pronunciación (taywid), ya que leer el Qur’an les llevará a ser piadosos Musulmanes cuando crezcan. El amor y el respeto por los padres es una fuerte inclinación natural, pero todavía más fuerte es el amor de los padres por sus hijos.
La fuerza de esta emoción puede superar cualquier otro sentimiento, por ello el Qur’an nos advierte que no descuidemos nuestras obligaciones para con nuestros hijos. Si los padres educan a sus hijos según los principios islámicos, aquellos se convertirán en una bendición de Allah; de lo contrario, se convertirán en objeto de disputa constante (fitnah).
El Profeta (que Allah le bendiga y le de la paz) dio a los padres que han cumplido con sus obligaciones hacia sus hijos enseñándoles el Qur’an, la siguiente buena nueva:
“Los padres de aquellos que leen el Qur’an estarán adornados con coronas y ropas de luz.” (Abu Daud, Ahmad, al-Hakim)
Es deseo de toda pareja que se casa tener hijos en un momento u otro de su vida matrimonial; es algo que forma parte de nuestra naturaleza. Sin embargo, si pensasen en lo que significa educar a esos hijos según los principios del Islam y siguiendo las enseñanzas del Qur’an, posiblemente se lo pensasen dos veces y sintiesen una tremenda responsabilidad sobre sus espaldas.
Educar a nuestros hijos en el Islam es seguir la voluntad de Allah, ya que Él creó al ser humano para que Le adore. Si uno se esfuerza y actúa lo mejor que puede, incluso las dificultades cotidianas que pueda sufrir, como son el tener que trabajar y cuidar de su familia, se cuentan como adoración y como perdón por sus faltas.
Los hijos son escudos entre los padres y el Infierno; pueden llegar incluso a salvarnos. Nuestros hijos son nuestra mejor inversión y la mayor bendición de Allah. Por ello, debemos protegerles de todo tipo de peligros, y de los peligros espirituales muy principalmente. Incluso los animales protegen a sus pequeños de los peligros con bravura y determinación.
Una gallina, que generalmente es un animal muy tímido y asustadizo, actúa con inusitada fiereza cuando sus polluelos están en peligro. Quizás te preguntes ¿cómo podemos proteger a nuestros hijos de ser dañados? ¿Sería, por ejemplo, alimentándoles con la comida más adecuada, o satisfaciendo su apetito con cualquier tipo de comida?
La mejor dieta para nuestros hijos es la comida espiritual, y consiste en inculcarles constantemente en sus corazones un gran amor por Allah y Su Mensajero (que Allah le bendiga y le de la paz). De esta forma, llevarán a cabo sus obligaciones religiosas con satisfacción y alegría. De lo contrario, harán la salah con irregularidad y a desgana. Es una verdadera lástima que algunos Musulmanes no enseñen el Din a sus hijos ni el Qur’an, privándoles así de la luz de Allah. Esta es la mayor oscuridad potencial que anida en el futuro de nuestros hijos.
De la misma forma, deberíamos ser muy cuidadosos cuando elegimos pareja para nuestros hijos. Lo primero que deberíamos tener en cuenta es su disposición en el Din de Allah, es decir, su práctica del Islam. Las parejas que no están basadas en el Islam, están condenadas a separarse tarde o temprano.
En resumen, debemos proteger a nuestros hijos de los vicios de nuestra presente sociedad tales como llegar tarde a casa, malgastar el tiempo y el dinero, ver películas indecentes, y cosas por el estilo. Por el contrario, debemos llenar sus corazones con el amor de Allah, de Sus profetas y de sus Compañeros. Solamente así, podrán los corazones progresar espiritualmente, y sentir contento al recitar el Qur’an y establecer las salah regularmente. De esta forma, siguen con sumo cuidado hasta el más mínimo detalle del Din. Sin amor, las salah y la adoración no son nada. Más aún, los problemas de la sociedad sólo pueden ser resueltos por el sistema moral islámico.
La anarquía y los delitos, tales como el robo, la violación y otras enfermedades sociales, serían fácilmente erradicados si se siguiera el modelo de comportamiento propugnado por el Islam. Todos esos delitos son cometidos por gente que no puede controlar sus más bajos deseos, mientras que, precisamente, el sistema moral islámico está basado en el control de nuestras acciones y pensamientos.
El otro gran problema de nuestras sociedades –el egoísmo y el materialismo- también puede ser tratado por el Islam, ya que Islam siempre ordena compartir y pensar en los intereses del otro. El materialismo sólo puede crecer cuando Islam está ausente; de ahí que no sea una filosofía de vida, sino más bien la manifestación del declive humano. Hay numerosos incrédulos en nuestras sociedades que hacen mal uso de su inteligencia y que no conocen los límites de sus cinco sentidos. Dado que no son capaces de comprender las realidades espirituales, optan por negarlas.
El Qur’an responde a estos incrédulos siguiendo su propia mentalidad de rechazar la creencia y la autoridad de Allah:
“¿Es que no ve el hombre que le hemos creado de una gota de esperma? Y sin embargo es un puro discutidor (intenta rivalizar con Allah)” (Yāsīn, 36:77)
Estos incrédulos no aceptan la realidad del Islam porque sus corazones están muertos. Cuando un creyente les invita al Islam, dicen:
“Vivimos en la era de la ciencia y la razón, y lo que tú me cuentas son historias de los antiguos, no son otra cosa que supersticiones.”
El Qur’an se refiere también a estos argumentos que esgrimen los incrédulos:
“Cuando llegaron a ellos sus Mensajeros con las pruebas claras, se contentaron con el conocimiento que tenían y aquello de lo que se habían burlado los rodeó.” (Mu’min, 40:83)
Lo más valioso que podemos dar a nuestros hijos es educarles de forma que puedan arrebatar su salvación en la otra vida de las manos de shaitan. Deberíamos enviarles a escuelas islámicas. Desgraciadamente, muchas de estas escuelas están a punto de cerrar en casi todo el mundo por falta de estudiantes. Lo primero que consideran los padres a la hora de inscribir a sus hijos en un colegio, es el dinero, de ahí que la mayoría decida no llevarles a una escuela islámica.
Y sin embargo, sólo dándoles a nuestros hijos una educación islámica adecuada lograremos resolver los graves problemas sociales que atenazan a nuestras sociedades, tales como la anarquía, el divorcio, la delincuencia y muchos otros. El Qur’an es nuestra sola cura tal y como lo ha expresado Allah en Su libro:
“Y con el Qur’an hacemos descender una cura y una misericordia para los creyentes, sin embargo los injustos no hacen sino aumentar su perdición.” (Isrā’, 17:82)
En otra ayah, Allah dice:
“Ellos son los que dicen: No gastéis a favor de los que están con el Mensajero hasta que no se separen de él. A Allah le pertenecen los tesoros de los cielos y de la tierra, sin embargo los hipócritas no comprenden.” (Munāfiqūn, 67:7)
Por ello, no deberíamos dar prioridad a los intereses mundanos, sino más bien deberíamos preocuparnos por el lugar que tendrán nuestros hijos en la otra vida. Es un signo de gran debilidad el hecho de que la ummah musulmana no esté siguiendo el camino recto en cuanto a la educación de sus hijos se refiere.
La historia es testigo de que aquellos que han seguido el camino del Mensajero de Allah, el de los profetas anteriores a él, el de los nobles creyentes (sālih) y el de los creyentes sinceros (sādiq) han alcanzado un gran éxito en esta vida, al mismo tiempo que la satisfacción de Allah. El Profeta (que Allah le bendiga y le de la paz) nos ha informado de que Allah elevará a ciertas naciones por haber seguido las enseñanzas del Qur’an, y de que destruirá a otras por su rechazo del Qur’an. (Muslim, Ibn Mayah)
Podemos comparar el mundo a una gran mesa de comedor, servida con la más exquisita comida, como manifestaciones de dos de los atributos de Allah: Rahmān y Rahīm (misericordioso y compasivo). Hemos sido enviados a este mundo y compartimos y nos beneficiamos de los suculentos platos de este banquete gracias a la misericordia de Allah. Sin embargo, no debemos olvidar un hecho fundamental: un día tendremos que abandonar este banquete y responder de nuestra conducta en él.
Esto significa, que debemos comportarnos siempre según la etiqueta exigida por el Anfitrión –Allah: comer según lo indicado, sin abalanzarnos sobre los alimentos, ni llenarnos a reventar. Gracias a la misericordia de Allah, todos tenemos un sitio en la mesa, incluso los incrédulos y los hipócritas disfrutan del banquete junto a los creyentes. Sin embargo, un día compareceremos ante Allah, y tendremos que dar cuenta de nuestras acciones. Seremos premiados o castigados por ellas.
Por ello, debemos, ya en esta vida, limpiar nuestras obras de todo lo que no sea satisfactorio para Allah antes de que pasemos a la otra y sea demasiado tarde. El Día del Juicio Final no va a ser un día cualquiera, sino que como lo describe el Qur’an:
“Realmente tememos de nuestro Señor un día largo, penoso.” (Insān, 76:10)
y también:
“Ese día el hombre dirá: ¿Por dónde se puede escapar?” (Qiyāmah, 75:10).
Allah, por su infinita misericordia hacia el hombre, nos advierte de los peligros y calamidades de ese día de forma que no nos coja desprevenidos:
“¡Vosotros que creéis! Guardaos a vosotros mismos y a vuestra gente de un fuego cuyo combustible serán los hombres y las piedras. Sobre él habrá ángeles duros y violentos que no desobedecerán a Allah en lo que se les ordene, sino que harán lo que se les ordene.” (Tahrīm, 66:6)
La mejor palabra es la palabra de Allah, y la mejor guía es la guía del Profeta Muhammad (que Allah le bendiga y le de la paz). La mejor herencia que podemos heredar de nuestros padres, es el conocimiento del Qur’an y la enseñanza de sus mandamientos.
¡Que Allah nos de corazones que Le teman y Le adoren como si Le vieran! ¡Que Allah nos de también el poder de seguir el camino del Qur’an y de Su Profeta (que Allah le bendiga y le de la paz) como punto de partida del viaje que nos llevará al Paraíso y al goce de Allah! ¡Que Allah nos facilite poder imitar las mejores cualidades de nuestro Profeta Muhammad (que Allah le bendiga y le de la paz) con un espíritu de hermandad islámica.
¡Amín!