DE LOS LIBROS

El Muro De La Existencia

Sin la emancipación de las pasiones de este cuerpo mortal, es imposible postrarse ante Aquél que nos ofrece el elixir de la inmortalidad, y beber de este océano espiritual hasta que se apague nuestra sed.

Rumi

En la orilla del océano había un muro muy alto que impedía a la gente alcanzar el agua. Un hombre estaba de pie sobre este muro y, como todos los demás,  no podía alcanzar el agua a causa de su gran altura. De hecho, en su miseria se parecía a un pez fuera del agua que lucha por volver a casa.

De repente el hombre lanzó un ladrillo al agua del océano. Cuando el ladrillo cayó al agua, el ruido del golpe acarició sus oídos como un elixir puro y balsámico. Su entusiasmo aumentaba con el armonioso movimiento del agua. Finalmente, estimulado por el sonido que tanto le gustaba, empezó a lanzar los ladrillos uno tras otro. El agua le preguntó: ¡Oh derviche! ¿Por qué me lanzas tantos ladrillos?

El sediento derviche contestó: ¡Oh agua! Percibo dos tipos de beneficio cuando los lanzo.

El primero: El ruido del agua es música para los oídos del sediento.

Es como el sonido de la trompeta de Israfil que llama a los muertos a la vida.

El ruido del agua es como las lluvias fértiles de Abril que revivifican los pastos y los jardines, y les devuelven su belleza por medio de las lágrimas del cielo.

También es la invitación a dar sadaqa a los necesitados y a los viajeros pobres. Es como el soplo de Allah, el Más Compasivo, que le llegó al Profeta (s.a.s) desde Yemen. El Mensajero de Allah (s.a.s) dijo de Uwais al – Qarani: “Oigo el soplo de Allah, el Más Compasivo (nafas ar – Rahman), desde Yemen.”

Es como el olor de la intercesión del Profeta (s.a.s) por los malhechores en la presencia Divina.

Es como la brisa matinal de la ayuda Divina que resuena desde los minaretes de la Cúpula Verde de Medina.[1]

Lo siento en mi corazón como la suave y refrescante brisa que soplaba desde Layla y le llegaba a Maynun –mísero, exhausto y abandonado.

Es como los brazos abiertos al huérfano y al indigente.

Finalmente, el segundo beneficio que obtengo al lanzarte los ladrillos es que cada uno que saco del muro rebaja su altura y hace que me vaya acercando a ti.

EL MATHNAWI:

¡Oh hombre sano! Ciertamente, quitando los ladrillos del muro rebajas su altura.

De esta manera te acercas al nivel del agua. Así pues, el hecho de quitar los ladrillos acaba en la unión con el océano.

La postración ante Allah es un medio de ir sacando los ladrillos, unidos uno al otro con el cemento, y para ello hace falta estar cerca de Él. Dice el Qur’an: “¡Póstrate y busca la proximidad!”[2]

El muro existencial dificulta nuestra postración mientras sea alto.

Sin la emancipación de las pasiones del cuerpo mortal, es imposible postrarse ante Aquél que nos ofrece el elixir de la inmortalidad, ni beber del océano de la espiritualidad hasta saciar nuestra sed.

Contra más sed se tiene, más rápidamente se quitan los ladrillos del muro.

El que más ame el sonido del agua, más velozmente sacará los ladrillos del muro existencial que le impiden alcanzar el agua.

El amante del sonido del agua se quedará cada vez más entusiasmado con él, hasta que no le quede otra opción que zambullirse en ella.

Saludemos al que ve cada nuevo día como un tesoro. Aprovecha su tiempo de la mejor manera, e intenta cumplir con sus obligaciones y pagar sus deudas cumplidamente.

Sheij Sadi Shirazi definió al ser humano con las siguientes palabras “unas cuantas gotas de agua como miles de ansiedades”.

El muro que nos separa del océano en esta historia simboliza los deseos y las interminables pasiones mundanas, sobre todo el egoísmo.

El océano simboliza el conocimiento y el amor Divino. Los corazones que han saboreado el amor Divino se encuentran en un estado de continua añoranza del océano. Cada brisa, cada sonido que viene del océano del conocimiento les cubre con incontables bendiciones y les prepara para el viaje a Allah.

Para los que saborean el amor Divino, este mundo es un espejo de la sabiduría colocado ante el intelecto espiritual. Dado que el rango de los seres humanos está en función de su altura espiritual y no de la condición de su cuerpo, la perfección de la adoración solamente se puede alcanzar por medio del profundo entendimiento del nafs. Es la cualidad humana más alabada en el Qur’an.

Nos podemos imaginar fácilmente que un día lejos del amor Divino y del placer espiritual, y lleno de diversión y locura por la vida mundana, nos traiga una noche tranquila. Tampoco cabe esperar que a un día así le siga una mañana deliciosa. Tal actitud desdeñosa de la riqueza de los acontecimientos de este mundo, llenos de enseñanzas Divinas, y de las consecuencias de este estado, traerá los dolores, todavía desconocidos, de la muerte. El color rosáceo del mundo se desvanecerá en el Más Allá, y la risa de aquí se convertirá en un grito ante el Fuego que espera al negligente espiritual.

El Profeta Muhammad (s.a.s) dijo:

– No os sentéis con la gente muerta.

Los Compañeros preguntaron:

– ¡Oh Mensajero de Allah! ¿Quiénes son?

Contestó:

– Los que están perdidos en este mundo.

Fraternizar con la gente despreocupada, los muertos vivientes de este mundo, es beber un veneno mortal sin darse cuenta. La consecuencia espiritual es el endurecimiento del corazón. La única solución para ello consiste en estar en compañía de los que tienen una espiritualidad viva. Si por alguna razón tenemos que separarnos de ellos, el remedio consistirá en leer el Qur’an con el corazón atento y contemplarlo con profunda atención. El Profeta Muhammad (s.a.s) dijo: “Los que quieran conversar con Allah Todopoderoso, qué lean el Qur’an.”

Los que siguen el camino recto, diseñado por el Qur’an, deben adoptar la enseñanza moral del Qur’an y del Profeta Muhammad (s.a.s). Deben, así mismo, aumentar su familiaridad con las historias de aquellos profetas anteriores mencionados en el Qur’an. De esta manera, sus corazones estarán regados con las dulces lluvias de la bendición y la sabiduría.

Se nos ha transmitido de Yabir (r.a) que dijo en una ocasión:

– Fui a ver al Profeta (s.a.s) y llamé a la puerta. Respondió:

– ¿Quién es? Contesté:

– Soy yo.

El Profeta (s.a.s) no parecía satisfecho con mi forma de utilizar la palabra “yo”, que normalmente suena a orgullo y arrogancia.

El gran maestro Rumi (K.s) cuenta esta historia de la siguiente manera:

“El amante, con el corazón en llamas, llamó a la puerta del amado. No obstante, cuando dijo ‘yo’ en respuesta a la pregunta ‘¿quién es?’, el amado dijo:

¡Vuélvete! No ha venido todavía para ti el tiempo de entrar. En esta mesa de las bendiciones espirituales no hay lugar para los inmaduros.

El amante desgraciado se alejó de la puerta. Pasó un año deambulando de aquí para allá acosado por las pasiones y atormentado por las dudas. Durante todo ese tiempo ardía con el fuego de la separación y añoranza del amado.

Con el tiempo, el fuego del amor maduró al amante. Volvió, y se dirigió a la casa del amado.

Llamó a la puerta con gran cuidado y amabilidad porque temía que sus palabras resultasen descorteses.

El amado preguntó: ‘¿Quién es?’

Contestó: ‘¡Oh tú que me has robado el corazón! Eres tú ante tu puerta.

Contestó el amado: ‘Ahora que ya eres como yo, puedes entrar. ¡Oh aquéllos cuya existencia consiste en la mía. ¡Entrad! Dos ‘yo’ no cabrían en la misma casa.’

Y añadió: ¡Oh tú que superaste a tu nafs en un año! ¡Entra! No eres ya un arbusto tosco –lo opuesto de un rosal. Ahora eres el rey de las rosas. Eres el que ha abandonado el dualismo aparente y se ha convertido en mí.’”

También dijo Rumi (K.s): “El que diga ‘yo’ o ‘nosotros’ ante la puerta del amado, se quedará atascado en el valle del ‘no’.[3] Nunca será aceptado en la puerta del amigo.”

Imaginaos que ni siquiera el hilo deshilachado puede entrar por el ojo de la aguja. Para que esto ocurra todas las fibras del hilo deben estar unidas, deben ser una sola. El amante puede lograr pasar por el ojo de la aguja de la unidad solamente después de haberse convertido en un hilo unificado; solamente después de haber ardido en el fuego de la separación.

Es realmente difícil lograr ser claro y transparente como el agua por medio del refinamiento espiritual y la auto-limpieza del egoísmo para ser cono el hilo fino y uniforme que pasa por el ojo de la aguja de la unidad. No obstante, hace falta llegar a este estado para disfrutar de las bendiciones Divinas:

“Es cierto que a los que tachan de mentira nuestros signos y se muestran soberbios ante ellos, no se les abrirán las puertas del cielo ni entrarán en el Jardín hasta que no pase el camello por el ojo de la aguja. Así es como pagamos a los que hacen el mal.” (‘Araf, 7:40)

Significa esto que corren detrás del falso orgullo, de la arrogancia y del egoísmo y, por lo tanto, no se merecen la unión paradisíaca con Allah a no ser que abandonen las falsas pretensiones del nafs y se conviertan en seres puros en el camino a Allah. Las puertas del cielo permanecerán cerradas ante ellos hasta que asimilen las reglas de la ley del Islam y se beneficien de la compañía de los creyentes veraces, limpiando, de esta manera, sus corazones del egoísmo –una característica propia del shaytan.

El lado “animal” del ser humano solamente se puede transformar por medio del amor, la humildad y el control del nafs; es decir, alcanzando el estado de “la nada”. Entonces uno pude pasar por el ojo de la aguja de la aflicción.

Yunus Emre, el gran poeta otomano, explica que el egoísmo en el camino de Allah es inaceptable:

“Porque decir ‘yo’ no es cosa adecuada para superar la barrera.

Algunos que pretenden volar alto, nos desprecian–

no es ese el camino de Allah.”

Por otro lado, el siervo no debe estar engañado por la idea de que llegó a la luz espiritual por medio de sus propias fuerzas. Debe, en cambio, tener muy presente que se trata de un regalo Divino por el que debería sentirse inmensamente agradecido. De lo contrario, sería para él profundamente destructivo sentirse orgulloso por haber recibido semejante bendición Divina, y dejarse engañar por su nafs creyendo que este logro se debe a sus propios méritos. El destino de los que actúan de esta manera, después de haber recibido el beneficio de la luz de un profeta o de un siervo justo de Allah, es volver a la oscuridad. Esa sombría estación les impedirá llegar a ser un verdadero siervo de Allah y un sincero seguidor del Profeta Muhammad (s.a.s). La historia del Islam ofrece abundantes ejemplos de los que cayeron en esta trampa, como por ejemplo Qarún.[4]

Por esa razón, para protegerse de esta trampa espiritual, debemos volvernos hacia Aquél que nos provee de bendiciones espirituales, y no a las bendiciones en sí mismas. Rumi (K.s) llama nuestra atención al respecto en los siguientes versos:

“Uno debe dejar atrás muchos recursos y estaciones espirituales para poder llegar a su verdadero hogar.

No atribuyas la luz del hierro calentado al fuego al hierro, porque es el fuego el que le da este brillo pasajero y lo calienta.

Si ves una casa llena de luz a través de una ventana, no atribuyas esa luz ni a la casa ni a la ventana, sino más bien al sol que es la fuente de la iluminación.

El sol les dice a los que son tan orgullosos de su brillo: ‘¡Oh gente insensata! Esperad a que veáis la verdad cuando desaparezca bajo el horizonte o detrás de una montaña.’”

De la misma manera, haz de saber que cuando un cuerpo aparenta ser bello y tierno, su verdadero poder está en el espíritu que hay dentro de él. Los que entienden esta verdad y abandonan su egoísmo, es decir aquéllos que se liberan de las garras del nafs y mueren antes de morir físicamente, encuentran en su Amado, a modo de recompensa, una nueva vida. En esta nueva vida Allah es el ojo con el que ven y la mano con la que sostienen. En esa estación el siervo vive en un gran estado de unión y no ve en todo sino a Allah. Yunus Emre ha expresado la experiencia de esta unión de la siguiente manera:

“He encontrado la fuente de la vida,
¡qué me importa mi vida!
No me preocupa la bancarrota,
¡qué me importa mi tienda!

He abandonado mi nafs,
he quitado el velo de mis ojos,
he alcanzado a mi Amado,
¡qué me importan mis miedos!

Yunus, tus palabras son dulces,
has comido miel y azúcar,
he encontrado la fuente de la miel,
¡qué me importa mi colmena!”

La estación espiritual más alta es la de ser testigo únicamente de las manifestaciones de Allah, ignorando todo lo demás. El siervo que se encuentra en ese nivel, está completamente inmerso en Allah. Alguien en ese estado experimenta de manera profunda la siguiente verdad expresada por un gran siervo de Allah:

“Allah es tan manifiesto, que se hace invisible debido a Sus incontables manifestaciones. Este fenómeno es parecido al del sol que es invisible al ojo normal cuando sus rayos son demasiado fuertes para la percepción ocular.”

Esta es la etapa final de ser testigo –mushahada, la etapa del testigo amante. En otras palabras, la del estado en el que el corazón está purificado y liberado de las cualidades animales. Uno llega entonces al punto en el que está con el Señor incluso cuando se relaciona socialmente con un grupo de personas; también está con todo el mundo cuando está solo con el Señor.

El relato que sigue nos ayudará a entender la situación de estar con Allah cuando físicamente estamos en compañía de otra gente:

El gran maestro Muhammad Parisa pasó por Bagdad en su camino a Mekka, donde se proponía realizar el hayy. En el mercado vio a un joven joyero con el rostro lleno de luz. Su tienda estaba siempre llena, así que estaba constantemente ocupado. Muhammad Parisa sintió pena de aquel joven siempre absorto en los asuntos mundanos, en vez de pasar su tiempo en actos de adoración. Más tarde le miró con el ojo de su corazón y, asombrado, se dio cuenta de que el corazón de aquel hombre estaba siempre con Allah. Este estado se llama “unidad dentro de la diversidad”. Es cuando se siente la presencia de Allah y se está con Él a solas, aunque aparentemente estemos rodeados de gente.

En cuanto a estar con todo el mundo cuando estamos a solas con el Señor –es éste el estado de los Profetas y los siervos sinceros de Allah. Es un atributo de los corazones vivos; un signo de participación en los asuntos de la comunidad.

Un ejemplo concreto de este estado lo tenemos en la ascensión del Mensajero de Allah (s.a.s) a los cielos –miray. Se acercó a su Señor “a la distancia de dos arcos o aún más cerca”,[5] cosa que está fuera de nuestra comprensión. El Profeta (s.a.s) pensó en su comunidad, ummah, incluso entonces: “¡Oh Señor! He venido a Tu Presencia con las imperfecciones de mi comunidad y con sus errores. ¡Oh Señor! Te pido perdón para mis padres y para mi comunidad.”

Los que lo tratan como enseñanza se esfuerzan por estar con Allah en toda circunstancia. En este estado se manifiesta el significado del hadiz qudsi que declara que “Me convierto en los ojos con los que ve y el oído con el que oye”. Este estado se menciona en la siguiente ayah:

“Ni tirabas tú cuando tirabas sino que era Allah quien tiraba.” (Anfal, 8:17)

El atributo más importante de este estado es que era el estado de Muhammad (s.a.s). Los siervos excepcionales de esta comunidad, ummah, obtienen una parte de este estado según el grado de amor que tengan por el Profeta (s.a.s). Incluso si no logran alcanzarlo plenamente, su consciencia aumenta según el grado de su sinceridad. Y los que alcanzan este nivel plenamente, dicen: “Yo no soy yo. Esta exhalación es suya.” Por esa razón, cuando dicen “yo”, hablan metafóricamente porque se han desprendido de su nafs. Lo expresó de forma clara Esrar Dede:

“Lo que llamo ‘yo’; lo que nombro ‘yo’ es todo ‘Tú’;
lo que llamo mi nafs y mi cuerpo es todo Tú.”

Y otro poeta explica en las siguientes estrofas que el nafs actúa como un velo, y nos alecciona de cómo debemos liberarnos de él:

“Es así como descubrí en este camino
que mi nafs es para mi un velo.
Lo he estudiado, entendido y realizado
–que mi nafs es para mi un velo.”

Un grano de trigo entra en el cuerpo de un ser vivo y se convierte en parte de él;

El kohl, después de haber sido triturado y pulverizado, se pone en los ojos; deja de ser piedra y mejora la vista;

El río que llega al mar deja de ser río y se convierte en parte del mar;

De la misma manera, la perfección y el conocimiento espiritual emergen del interior de quien recibe la enseñanza, el cuidado y la bendición de un amigo de Allah. El corazón de esta persona, antes muerto con respecto al resto de la creación, cobra vida de nuevo.

Un día, el rey de Telemsan, Sultán Yahia, salió con su sequito para dar unas vueltas por la ciudad. La gente, impresionada por su gloria, le recibía con respeto, le aplaudía y vitoreaba: “¡Viva nuestro Sultán!” De repente, el Sultán vio a alguien con cara iluminada que se mantenía fuera de la muchedumbre. Preguntó a los que le acompañaban quién era aquel ciudadano. Le dijeron:

– ¡Oh Sultán! Es un sheij famoso de Túnez. Vive en una cueva; dicen que es un gran asceta.

El Sultán se sintió intrigado y dirigió su caballo hacia donde estaba aquel hombre. Cuando se le hubo acercado, le hizo una pregunta que le tenía preocupado desde hacia tiempo:

– ¿Puedo hace los salah vestido con estas sedas?

El sheij de Túnez rehusó contestarle y le recomendó que preguntase a los sabios de su entorno. Pero el Sultán insistió tanto que por fin le dio su opinión:

-Imagínese un perro que encuentra a un animal muerto y se come su carne. Está sucio por dentro y por fuera. No obstante, levanta la pierna cuando orina para de esta forma no ensuciarse.

El Sultán gritó:

– ¿Qué quieres decir?

El sheij contestó:

– Quiero decir que tu estómago, todo tu cuerpo, está lleno de lo ilícito, de la violación de los derechos de los demás. Y sin embargo, lo único que te preocupa es saber si puedes realizar la salah vestido de seda.

Estas palabras le hirieron al Sultán profundamente. Inmediatamente se quitó sus ropas de seda y se desprendió de ellas. Luego, se quitó la espada y proclamó:

– ¡Musulmanes! Os pido perdón y os digo que os busquéis otro sultán.

De esta forma se convirtió en discípulo del sheij de Túnez.

El Sultán Yahia alcanzó una estación espiritual tan alta que cuando la gente le pedía al sheij que suplicase por ellos, éste solía decir:

– Pedid al Sultán Yahia que suplique por vosotros porque probablemente yo no habría podido hacer lo que hizo él, de haber estado en su lugar. Si los demás sultanes supieran qué tesoros ha recibido, sacrificarían todo para obtenerlos ellos también.

Los amigos de Allah educan a la gente teniendo en cuenta sus debilidades, sus inclinaciones innatas y sus circunstancias en la vida. Por ello, no debemos deducir de la historia que acabamos de contar que “en el Islam no es bueno ocupar cargos de responsabilidad”. La conclusión de la historia solamente se refiere a la circunstancia del Sultán Yahia. Dado que había violado los derechos de los demás y había alimentado su cuerpo con comida ilícita, su entrenamiento espiritual y su purificación debían tomar aquel derrotero. Podemos encontrar muchos ejemplos diferentes en las vidas de otros amigos de Allah. Por ejemplo, tenemos el caso opuesto en la relación de Fatih Sutlán Mahmad Han, el conquistador de Estambul, tanto con Akshemseddin como con Abu al – Vefa. El gran maestro Akshemseddin se trasladó a Goynuk, una ciudad en Anatolia central, antes de la conquista de Estambul. Estaba preocupado por la posibilidad de que Fatih Sultán Mahmad descuidara las obligaciones del gobierno debido al excesivo interés por su enseñanza. Otro gran maestro, Abu al – Vefa, quien obró con la misma intención aunque por separado, le envió el siguiente mensaje a Fatih Sultán Mahmad, quien insistía en verle:

“Nuestro Sultán Fatih tiene un corazón sensible y extasiado. Si entra en nuestro mundo y participa de nuestros placeres espirituales, no querrá volver a sus obligaciones de gobierno; y tanto la comunidad Islámica como el estado en sí se apoyan en él. Si rescinde de sus obligaciones, y alguien de talla parecida no le sustituye, sufrirán tanto el estado como la comunidad. En tal caso, tendríamos que responder los dos ante Allah.

El ambiente espiritual que tenemos aquí le conquistaría y, en consecuencia, toda su riqueza revertiría únicamente en nosotros. El amor por este mundo podría entrar en los corazones de nuestros discípulos y desordenar nuestras filas. Este dinero será mejor gastarlo en ayudar a las viudas, a los huérfanos, a los viajeros y a los necesitados.

Suplicamos por nuestro Sultán desde aquí con gran amor. Su corazón está en el nuestro. Qué así sea nuestra manera de relacionarnos con él, ya que el bienestar de la comunidad lo requiere.”

La educación espiritual de Aziz Mahmud Hudai también fue ejemplar y digna de ser conocida generación tras generación. Desempeñaba el cargo de juez, pero bajo las instrucciones de su maestro, Muhammad Uftade, abandonó todos sus compromisos mundanos. Era necesario que así fuese si quería seguir el método que seguía su maestro. Al final de su camino, alcanzó el nivel que le permitió guiar a los sultanes. Como maestro, sin embargo, Aziz Mahmud Hudai siguió un método alternativo al de su maestro, ya que educaba a los sultanes que estaban activos en lo referente al gobierno y a los asuntos terrenales. Les enseñaba a eliminar de sus corazones todos los apegos por las atracciones de este mundo. Debido a estas enseñanzas, Sultán Ahmed I llegó a tal grado de identificación con su maestro que no hubiese sido posible diferenciarles, incluso en las poesías que escribían, si no fuera porque firmaban con seudónimos.

Resumiendo, podemos decir que los métodos del entrenamiento espiritual aplicados por los siervos veraces de Allah, sea por medio de abundancia y riqueza, o abstención y pobreza, requieren un examen detallado y una profunda comprensión. Estos métodos varían según las capacidades espirituales del discípulo. Por ejemplo, Qarún no lo entendió y siguió a su nafs a pesar de las advertencias del Profeta Musa (a.s). Tuvo un final miserable del que se pueden extraer importantes lecciones para la gente sana e inteligente. Por eso, el mejor curso a seguir en el entrenamiento espiritual es, teniendo en cuenta las incontables aflicciones que tenemos que pasar, el de mantener una total sumisión a Allah. Tal camino es solamente posible a través de un sincero amor por el Mensajero de Allah (s.a.s), por sus Compañeros y por los creyentes veraces.

El gran maestro Rumi (K.s) dijo al respecto: “¡Qué felices los que purifican sus deseos por medio de la amistad en el corazón de un amigo de Allah!”

Son las palabras que nos ayudan a cultivar el amor y el afecto cuya verdad se manifestará plenamente en el Más Allá. Si el amor por el Noble Qur’an no alimenta nuestros corazones como las lluvias de abril lo hacen con la tierra sedienta, nunca nos convertiremos en el pasto esmeralda de la época de Muhammad (s.a.s). Los jardines del corazón esperan la lluvia de los actos virtuosos como la tierra espera las lluvias de primavera. Por medio de estas lluvias, con la bendición de Allah, emergen los capullos de amor, compasión y servicio misericordioso hacia Su creación. El ser humano se convierte, de esta manera, en la condensación de toda la creación y cumple con su función de ser su forma más elevada. Se convierte en Su ojo y en Su oído. Toda la humanidad se beneficia de su mano y de su corazón.

La siguiente historia del Mathnawi, referente al Califa Umar, ilustra muy bien esta verdad:

“Un embajador bizantino llegó a Medina Munawwara[6] en misión diplomática. Preguntó por el palacio del Califa Umar (r.a). La gente a la que le requirió tal información, le contestó:

‘Aunque todo el mundo conoce su nombre, no posee ninguno de esos palacios que se pueden construir en este mundo. Su propio corazón es un palacio luminoso. La única propiedad que tiene es una casita, como la que tienen los más pobres. Debido a la enfermedad de vuestro corazón no podréis ver su palacio espiritual.’

El embajador se quedó sumamente intrigado por aquellas palabras. Dejó su caballo y los regalos que lleva consigo, y comenzó a buscar al Gran Umar al-Faruq (r.a). Siguió preguntando a la gente y, mientras recorría las calles de la ciudad en busca de la casa del Califa Umar, se iba diciendo a sí mismo:

‘¿Quiere esto decir que existe un rey así? Está oculto a la vista, como el alma.’

Una beduina se acercó al embajador y le dijo: ‘Allí está el que estás buscando, durmiendo bajó esa palmera. Mientras todo el mundo duerme en sus camas, él lo hace en el suelo. Ve y comprobarás que debajo de esa palmera está el zil al – ilahi.’[7]

Cuando el embajador vio a Umar (r.a) dormido en el suelo, sintió una gran admiración y temor. Son dos sentimientos opuestos pero el embajador, en esta ocasión, los sintió como si se hubieran unificado en su corazón. Se dijo a sí mismo:

‘He visto a muchos emperadores y siempre me he ganado su aprecio. Nunca me he sentido así ante ellos; y sin embargo, ahora esos sentimientos se han apoderado de mí en presencia de este hombre.

Duerme en el suelo sin guardias que le protejan. ¿Qué puede significar esto? ¿Cómo puedo entenderlo? Puede que este temor sea de Allah. Puede que no provenga del hombre vestido con tosca lana.’

Mientras estos pensamientos pasaban por la mente del embajador, Umar (r.a) se despertó. El embajador le saludó con gran cortesía, y Umar (r.a) le devolvió el saludo. Después de las salutaciones, le admitió en su palacio interior y le transmitió la tranquilidad que rebosaba en su espíritu. El corazón agitado del embajador se regeneró. Le habló con palabras refinadas, profundas e iluminadoras. El embajador era consciente de su estado espiritual.

Al conocer al Gran Califa Umar (r.a) se convirtió en su amante. Se perdió en el sobrecogedor placer que recibía de su conversación. Se olvidó de su posición de embajador; incluso se olvidó del mensaje que llevaba para él.

Umar (r.a) siguió hablando al ver el impacto que sus palabras causaban en el ánimo de su oyente. Le explicó al embajador los estados del nafs y las etapas del camino espiritual. Habló del tiempo fuera del tiempo, de los estados espirituales de los grandes amigos de Allah.

Por fin, en el corazón del embajador brilló el sol de la fe verdadera y se unió a la caravana de la felicidad abrazando el Islam, dando testimonio de que no hay otro dios que Allah y de que Muhammad (s.a.s) es Su Mensajero.”

El gran maestro Rumi (K.s) dijo:

“El maestro estaba cualificado y el discípulo estaba abierto y predispuesto a recibir la verdad.

Es cierto que cuando un guía percibe a un discípulo dotado, fácilmente implanta la semilla de la fe en la Unicidad de Allah en la tierra pura de su corazón.”

Se puede identificar a una persona recta por la luz de paz y tranquilidad que emana de su rostro. De la misma forma, se puede identificar a un corrupto por la oscuridad que desprende su semblante.

La mirada de un maestro espiritual atrae el corazón como si fuera un imán siempre que haya inclinación hacia la verdad y sabiduría Divina. El poder de la mirada proviene de su apego a los Compañeros del Profeta Muhammad (s.a.s) y a los creyentes veraces. El maestro espiritual es aquel que ha conformado su vida a la vida de los mejores ejemplos de comportamiento que encontramos en el Islam. Unos a otros se asemejan. El Mensajero de Allah (s.a.s) era tan puro y refinado que su cuerpo entero era luz Divina; su rostro tenía el resplandor de la luna llena.

Suleyman Celebi lo ha expresado en la siguiente estrofa:

“Su cuerpo era todo luz,
la luz manifiesta; la luz no tiene sombra.”

El guía espiritual de Paquistán, Muhammad Iqbal, visitó en una ocasión a los peregrinos que acababan de volver de Medina. Durante la conversación que mantuvo con ellos les hizo las siguientes preguntas:

“¡Habéis visitado Medina! ¿Qué regalos habéis adquirido en el mercado de Medina? Los regalos materiales que habéis traído, como las alfombras y los gorros, se desteñirán y se desgastarán. ¿Qué otros regalos habéis traído que nunca se destiñan ni desgasten, y que aviven constantemente el corazón?

¿Están entre esos regalos la lealtad y sumisión de Abu Bakr, la justicia de Umar, la fe y el recato de Uzman, la sabiduría y la fuerza de Ali? ¿Podemos hacer que el mundo musulmán de hoy, que sufre de tantos males, vibre como en los tiempos felices del Profeta (s.a.s)?”

Iqbal, un gran poeta y pensador musulmán, sentía pena por la miseria del mundo musulmán y siempre estaba atormentado por su impotencia a la hora de revivificar el espíritu del Islam.

Dijo el Profeta (s.a.s) en un hadiz: “Este mundo y el Más Allá son como dos esposas del mismo hombre. Contra más feliz haces a una, más enfadada está la otra.”

Contra más atención prestamos a las atracciones mundanas, más extraña suena en nuestro corazón la voz del Más Allá. Por el contrario, contra más afianzamos en el corazón la voz del Más Allá, más extraña parece la voz de los placeres mundanos.

El gran maestro Rumi (K.s) ha dicho a este respecto:

“Si aceptas una de estas voces, nunca oirás la otra. El amante está ciego y mudo con respecto a las cosas que son lo opuesto de su amor.

Pero la duda es una prisión para el espíritu porque nos prohíbe tomar una dirección firme.

El amor por el mundo nos lleva en una dirección, y el amor por el Más Allá en otra. Cada una de ellas dice: “Mi camino, es el camino verdadero.”

Esta duda es una trampa en el camino a Allah. Saludo al que nunca resbala y al que se protege de este tipo de vaivenes.

¡Oh tú que eres inconsciente de la conducta correcta! Si quieres salvarte de la duda, imita a los Compañeros del Profeta (s.a.s). Si no quieres deambular perplejo, toma el camino de los creyentes veraces que siguen el camino de Allah y llegarás a contemplar indescriptibles bellezas. En caso contrario, puede que huyas corriendo de un jardín de rosas pensando que era fuego, privándote de su frescura. Puede que vayas detrás de los espejismos que ves en los desiertos de este mundo, dando por cierto que son un elixir.

Si no quieres que esto te ocurra, no tapes el oído del corazón con el algodón de la negligencia. Escucha las palabras de los amigos de Allah y sé Kitmir[8] en el camino del Mensajero de Allah (s.a.s).

La caravana del amor, que seguirá hasta el Último Día, se nutrirá de las lágrimas del corazón que surjan del amor por el Profeta (s.a.s). Yunus Emre lo ha expresado de la siguiente manera:

“¡Qué los amantes ardan de amor por ti,
oh Mensajero de Allah!
¡Qué los que beban el vino del amor, queden saciados,
oh Mensajero de Allah!

Concédeles a los que te aman,
tu intercesión.
Para los cuerpos de los creyentes,
eres la vida, oh Mensajero de Allah!

Estoy enamorado de este bello rostro.
Soy un ruiseñor en aquel jardín de rosas.
Aquellos que no te conocen todavía arden
en el fuego de la separación, oh Mensajero de Allah!”

Les esperan grandes bendiciones a todos aquéllos que se acercan al nivel de “la perfección en el din”, es decir ihsan, tomando parte de la excepcional personalidad y del mundo espiritual del Profeta Muhammad (s.a.s).

[1]       Kubba Hadra, donde está la tumba del Profeta Muhammad (r).

[2]       Alaq, 96:19.

[3]       Es decir, rehusado por el amado.

[4]       El Qur’an relata su historia en la surah Qasas, 28:76-83.

[5]       Surah Naym, 53:9

[6]       Literalmente –la Ciudad Iluminada.

[7]       La Sombra Divina.

[8]       El nombre del perro de los Compañeros de la Cueva. El relato de lo que ocurrió a estos jóvenes y al perro que les acompañaba encontramos en la surah Al – Kahf, 18:10-22.