El corazón y el dhikr son como el árbol y el agua. En cambio, el corazón y la contemplación son como el árbol y sus frutos. Sería un error esperar que el árbol florezca antes de regarlo, así como esperar que los frutos salgan antes de que le crezcan las hojas y se ponga en flor. Nunca dará frutos, no importa lo mucho que lo deseemos.