Los waqf son las formas institucionalizadas de la generosidad constante, donde se plasma la misericordia, el amor fraternal y el afecto por la creación con el objetivo de complacer a su Creador. Implican donación de una propiedad especíęca por Allah, en otras palabras –tamlik y tamalluk1 de esta propiedad y su dedicación a un determinado beneficio para los demás. Su objetivo es ganarse la complacencia de Allah siendo generoso y compasivo con los necesitados. De hecho la generosidad por Allah –que puede llegar a abarcar, incluso, el dar la vida– es un mandato Divino que deben obedecer todos los Musulmanes ya que es una condición para hacer efectiva la fe. El Qur’an nos ordena:
“Los creyentes son aquéllos que, habiendo creído en Allah y en Su Mensajero, no dudan después; y luchan con sus bienes y sus personas en el Camino de Allah. Esos son los veraces.” (Al-Huyurat, 49:15)
“Es cierto que Allah les ha comprado a los creyentes sus personas y bienes, a cambio de tener el Jardín…” (At-Tawbah, 9:111)
“Hay hombres que entregan su propia persona buscando la complacencia de Allah. Y Allah es Espléndido con los siervos.” (Al-Baqarah, 2:207)
Islam exhorta a ver el mundo desde la perspectiva del Más Allá, siendo éste la continuación de aquél, y establece, en consecuencia, el equilibrio perfecto, la base más sólida de una sociedad próspera y pacíęca, entre el cuerpo y el espíritu, entre la materia y la esencia.
Los waqf, que extienden sus servicios a muy diferentes campos y encarnan a la perfección los ideales islámicos de misericordia y compasión, son las instituciones más adecuadas para el infaq a la vez que cumplen con el mandato del Qur’an de dar de lo que más amamos para ganar la complacencia de Allah. Para un ser humano lo más valioso en este mundo es su vida y su riqueza. Ganarse la complacencia de Allah el Todopoderoso y entrar en el Paraíso solamente es posible sometiendo plenamente a nosotros mismos y a nuestra riqueza a Allah.
Por esta razón, a los que viven y dan de su riqueza por Allah les llaman a menudo “la gente dotada” –una expresión muy adecuada ya que se donan a sí mismos y donan sus propiedades para el bien de los demás.
Estas personas juegan un papel fundamental a la hora de establecer una sociedad prospera y segura. Sus servicios y actividades no se limitan, por lo general, al periodo de su vida. De hecho, se extienden hacia el futuro por medio de los establecimientos que han fundado. A la cabeza de “los dotados” están los Profetas, los amigos de Allah, y los que alcanzan la perfección por medio de una adecuada educación.
Son los que han propagado la fe por todo el mundo y han llenado las páginas doradas de la historia humana. Una de las causas de los problemas sociales y económicos del mundo de hoy es la destrucción de los antiguos waqf y la insuęciencia de los nuevos. Es responsabilidad de los Musulmanes ricos de nuestro tiempo luchar por re-establecer aquellos waqf. Dice un hadiz del Profeta (s.a.s):
“Cuando muere un hijo de Adam, todos sus actos llegan a su ęn, excepto tres: la sadaqah al-yariyah (la generosidad que no cesa); el conocimiento del que se beneficien los demás; y un hijo o hija piadoso que suplica por él.”
Los sabios Musulmanes han interpretado “la generosidad que no cesa” como los waqf, ya que significa dejar por Allah algo que sirva constantemente a los demás. Hay fuentes y manantiales límpidos que Ěuyen desde la creación del mundo y seguirán fluyendo hasta el Último Día, que dan de beber a los sedientos y contribuyen a la esperanza y alegría de los tristes.
El Mensajero de Allah (s.a.s) ha comparado algunos tipos de generosidad a esos manantiales. Sin embargo, son algo diferente a ellos, ya que el beneficio que otorgan fluirá a través de la eternidad, no solamente hasta el final de este mundo, y seguirán añadiendo recompensa al libro del siervo.
En otras palabras, se convierten en sadaqah al-yariyah. Allah Todopoderoso le ha subordinado al hombre todo cuanto existe y le ha otorgado, al mismo tiempo, la responsabilidad de cuidarlo y protegerlo. Todo lo que tenemos, incluyendo hijos, propiedades y salud, le han sido dados al ser humano con la condición de protegerlos a toda costa, recibiendo por ellos la bendición Divina y Su misericordia. Dice Yunus Emre con su típica delicadeza:
Dueño de las propiedades, dueño de los bienes:
¿Quién fue su primer dueño?
Las propiedades son un engaño, los bienes una ilusión efímera.
Aquí, te entretienes con ellos durante un tiempo.
En realidad todo Le pertenece a Allah el Altísimo. Los siervos solamente ostentan el derecho temporal de disponer de ello. Por esta razón, uno de los requerimientos del verdadero creyente es vivir sabiendo que todo lo que poseemos nos ha sido dejado en depósito. Desde este punto de vista, disponer de nuestras propiedades olvidando los límites del infaq constituye una violación de la confianza que se ha depositado en nosotros. No solamente será penoso dar cuenta de esa violación en el Más Allá, sino que también, obviamente, tendrá serias consecuencias tanto para el individuo como para la sociedad.
Ser generoso por Allah protege a la sociedad del peligro del capitalismo y evita la hostilidad entre los miembros de la comunidad. Los miembros afortunados de la sociedad que hoy disfrutan de un opulento bienestar no deberían olvidar que mañana pueden perderlo todo y convertirse en los pobres y necesitados que antes miraban con desprecio.
Por ello deberían hacer todo lo posible por participar activamente en las campañas del infaq que son una manera práctica de mostrar su gratitud por las bendiciones que Allah Todopoderoso les ha otorgado. La verdadera bendición por la generosidad en el Camino de Allah depende de la intención y de la sinceridad –algo que se reęere a todas acciones que realizamos. Allah Todopoderoso recompensa con grandes bendiciones incluso las pequeñas muestras de generosidad, tal como lo menciona el Qur’an:
“Los que gastan sus bienes en el Camino de Allah se parecen a un grano que produce siete espigas y cada una de las espigas lleva cien granos. Así multiplica Allah a quien Él quiere; Allah es Espléndido y Conocedor.” (Al-Baqarah, 2:261)
El Mensajero de Allah (s.a.s) ha dicho: “Al que construya una mezquita por amor a Allah, Allah le construirá una mansión en el Paraíso.”
Otro aspecto signicativo de la generosidad es que protege a los ricos del despilfarro.
El objetivo primordial de un waqf, desde su inicio, es ganarse la complacencia de Allah y alcanzar la felicidad en el Más Allá. Lo refleja el término altaqarrub ila-Allah –acercarse a Allah, considerado como una de las condiciones para que un acto de generosidad sea válido.
Por lo tanto, debemos mostrar gran sensibilidad en cuanto al mantenimiento de los depósitos Divinos. Islam siempre ha cumplido con esta obligación y cuando ha sido descuidada, las consecuencias han sido trágicas para los Musulmanes. La milagrosa camella blanca que recibió el Profeta Saleh (a.s) como signo no pertenecía a nadie sino que era un depósito procedente de Allah para el bien de los hombres. De allí su parecido con un waqf. La leche que producía se puede comparar con una fuente pública cuyo dueño es Allah Todopoderoso. Aún así, la comunidad de Saleh la mató, violando flagrantemente la confianza depositada en ellos. En consecuencia fueron destruidos. Es ejemplar la parábola de los gorriones en el relato sobre el Profeta Suleyman (a.s). En una ocasión Suleyman reprendió a un gorrión, y éste le contestó:
“Podría destruir tu reino.”
Suleyman dijo:
“Eres tan pequeño, ¿cómo podrías ser capaz de semejante cosa?”
A lo que el pequeño pájaro respondió:
“Puedo mojar mis alas y frotarlas con la tierra que ha sido donada. Puedo llevar esta tierra y tirar la sobre el techo de tu palacio. Sería suficiente para destruirlo.”
La parábola que acabamos de citar muestra la importancia que debemos dar a y la sensibilidad que debemos tener con la generosidad. Nuestros antepasados nos advirtieron de tener cuidado con varias cosas que podríamos llamar los uve dobles. Especialmente, los juramentos innecesarios por Allah –wallahi; ser un gobernador –wali, negligente y torpe; ser un tutor –wasi, incapaz de ejecutar correctamente sus obligaciones; y el hecho de tener presente el peso de la responsabilidad en cuanto al uso adecuado de las propiedades de los waqf.
El verdadero significado de esta advertencia consiste en el énfasis que se pone en la necesidad de ser cuidadosos a la hora de proteger y distribuir la propiedad de un waqf. El waqf lo constituyen los bienes muebles e inmuebles cuya propiedad pertenece a Allah Todopoderoso, mientras que su rendimiento, es decir el usufructo y el beneficio, se dedica a los hombres. Cuando se dona la propiedad, el donante pierde su derecho sobre ella. No puede ser vendida, cedida o heredada. Para recalcar la seriedad de la administración de la propiedad del waqf, al principio y al final del acto de donación se incluye una súplica y una maldición. La súplica es por los que cuidan correctamente la propiedad donada y la maldición es para aquellos que no cumplan con su obligación o causen algún daño a la propiedad. A continuación ofrecemos un ejemplo de la maldición del acto de donación del waqf Hagia Sophia, por parte de Mehmed II el Conquistador:
“Al que cambie o anule las condiciones de esta donación, que caiga sobre él la maldición de Allah, de los ángeles, de los hombres, y de todos los seres…”
Es una amenaza espiritual. Los Musulmanes rectamente guiados, que se preocupan por su salvación y el Más Allá, harán todo lo posible por no ser objeto de tal maldición, actuando de la forma más correcta. Administrar cuidadosamente y proteger las donaciones tiene tanta importancia en el Islam que la declaración, o las condiciones dictaminadas por el waqif -la persona que establece un waqf- tiene el mismo valor que las reglas dictaminadas por Allah Todopoderoso y que son la fuente de la legislación islámica.
Por consiguiente, hacer cambios en las condiciones de un waqf es tan ilícito como cambiar el mandato de Allah. Debido a este principio, los waqf establecidos hace siglos siguen funcionando hasta nuestros días. Los waqf empezaron en los lugares de adoración y luego se extendieron a otros campos de la vida social. Según la transmisión que nos ha llegado, Ibrahim (a.s), influido por la alabanza que hizo Yibril (a.s) de Allah, quien se le apareció en la forma de un hombre, le regaló el rebaño entero.
No obstante, Yibril le reveló luego su verdadera identidad y no aceptó el regalo debido a su condición. Entonces Ibrahim vendió el rebaño, compró un terreno y lo que producía lo ofreció para el disfrute de la gente, siendo éste el primer caso de un waqf.
Nuestro amado Profeta (s.a.s), enviado como misericordia y ejemplo para todos los mundos, ha dicho:
“Mostrad misericordia con los que están en la tierra para que los que están en los cielos muestren misericordia con vosotros.”
Dio ejemplo de ello en todos los aspectos de su vida. Donó, por complacer a Allah, sus siete palmerales en Medina y su parte de los palmerales en Jandaq y Jaibar. Sus Compañeros, qué Allah esté satisfecho con todos ellos, siguieron su ejemplo. Yabir (r.a) dijo al respecto:
“No conozco a ningún Muhayir ni Ansar pudiente que no haya donado alguna vez.”
Después de haber recibido un palmeral como parte del botín de Jaibar, Umar (r.a) soñó durante tres noches consecutivas que lo había donado. Fue a ver al Profeta (s.a.s) y le dijo:
“¡Oh Mensajero de Allah! Nunca he tenido un palmeral tan valioso. Haré lo que me ordenes.”
El Profeta (s.a.s) le respondió:
“Si quieres, lo puedes dar por Allah. Después, no podrá ser vendido, donado ni heredado. Solamente se podrá regalar lo que produzca.”
Umar lo hizo inmediatamente y su palmeral benefició a los necesitados que luchaban en el camino del Islam, a los esclavos que deseaban emanciparse y a los viajeros. Dar sinceramente lo que nos es más querido es el principio central de la generosidad.
En una ocasión los Compañeros estaban escuchando el discurso del Profeta (s.a.s) en la mezquita de Medina. Recitó la siguiente ayah:
“No alcanzaréis la virtud hasta que no deis de lo que amáis. Y cualquier cosa que deis, Allah la conoce.” (Al-Imran, 3:92)
Los Compañeros se preguntaban cómo podrían aplicar esta ayah en sus propias vidas. Abu Talha (r.a), por mencionar un ejemplo, era propietario de los mejores palmerales entre los Ansar. Uno de ellos, el que más apreciaba, estaba situado justo en frente de la Mezquita del Profeta (s.a.s), donde a menudo solía invitarle a comer. Abu Talha se quedó tan afectado por esta ayah que fue al Profeta (s.a.s) y le dijo:
“¡Oh Mensajero de Allah! Dice Allah ‘no alcanzaréis la virtud hasta que no deis de lo que amáis’. La propiedad que más aprecio es este palmeral que se llama Bairuha. Quiero donarlo por Allah, esperando Su recompensa. Puedes disponer de él como te lo indique Allah.”
Según las transmisiones, después de esta conversación, Abu Talha fue a su palmeral para cumplir con su intención. Estaba allí su esposa, sentada debajo de un árbol, pero él no entró. Su esposa le preguntó:
“¡Oh Abu Talha! ¿Por qué te quedas ahí fuera? ¿Por qué no entras?”
Abu Talha contestó:
“No entraré. Y en cuanto a ti, deberías recoger lo que es tuyo y salir.”
“¡Oh Abu Talha! ¿Por qué? ¿No es nuestro este palmeral?”
“No. A partir de ahora pertenece a los necesitados de Medina.”
Y le citó la ayah que había sido revelada y su decisión. Cuando su esposa preguntó si había donado el palmeral también en su nombre, respondió que sí. Entonces ella dijo:
“¡Qué Allah esté complacido contigo! Estaba pensando lo mismo pero nunca me atreví a decírtelo. Qué Allah acepte tu generosidad. Salgo en seguida.”
No es difícil imaginarse lo maravilloso que sería el mundo si estuviera impregnado de la generosidad de los Compañeros, Abu Talha entre ellos. Los otomanos, siguiendo fielmente las huellas del Mensajero de Allah (s.a.s) y de sus Compañeros, dedicaron muchos esfuerzos para establecer los waqf. Las donaciones en la época otomana florecían por doquier, tanto en calidad como en cantidad.
Los waqf en el Imperio Otomano emergieron como instituciones de depósitos por medio de los cuales la riqueza circulaba en la sociedad. En vez de reservar su riqueza para ellos mismos y sus familias, los miembros pudientes de la sociedad la ponían al servicio de la comunidad para ganarse la complacencia de Allah Todopoderoso.
En el Imperio Otomano los waqf llegaron a ser tan numerosos que servían no solamente a los hombres sino también a los animales, e incluso a las plantas. Esa gloriosa nación, que vivía según los principios del Islam y estaba al servicio de todos los Musulmanes, mostró al mundo entero su misericordia sin límite. Se fundaron miles de waqf en todas las tierras otomanas para atender a las necesidades de las gentes que allí vivían. Los otomanos adoptaron como principio el dicho del Profeta (s.a.s):
“El mejor hombre es aquél del que la gente más se beneficia.”
Poniéndolo en práctica fundaron numerosos, magníficos y duraderos monumentos de la civilización del Islam. Los servicios y la actividad de los waqf durante el Imperio Otomano abarcaban un amplísimo espectro. Es imposible identificar o enumerar todos los campos de actividad de los waqf y sus servicios, pero podemos mencionar los más significativos:
– La construcción y mantenimiento de mezquitas, alojamientos de los derviches, monasterios y templos;
– Mantenimiento de las instituciones educativas, como las madrasas, escuelas del Qur’an, e instituciones científicas;
– Hospicios, caravasares, baños y hospitales;
– Pequeñas mezquitas, bibliotecas, y casas de huéspedes;
– Pozos, canales, acueductos y fuentes;
– Comedores populares, guarderías;
– Liberación de esclavos;
– Aprovisionamiento de leña y carbón para los más necesitados;
– Fondos para cubrir los desperfectos causados por los sirvientes;
– Ayudas para el casamiento de las huérfanas;
– Ayudas para pagar las deudas;
– Ayudas para las viudas;
– Ayudas para dar de comer y vestir a los escolares;
– Cuidado de los niños perdidos durante las festividades religiosas;
– Pagos por los servicios funerarios de los necesitados;
– Protección y cuidado de las mujeres mayores sin hogar.
Aparte de los arriba citados, los otomanos establecieron un waqf para cada necesidad que nos podamos imaginar, de forma que se podría decir que la suya fue la civilización de los waqf ya que sin duda alguna fueron una característica distintiva del Imperio Otomano.
Nos gustaría mencionar un aspecto de esta actitud por su importancia como ejemplo de la previsión de nuestros antepasados. Se habían formado varios waqf al servicio de Mekka y Medina, normalmente llamados los waqf de las haramain –las dos ciudades sagradas.
Este tipo de waqf, para los que se había establecido una administración separada, aseguraba la paz y la tranquilidad en estos territorios benditos, funcionando por doquier desde Europa central hasta Yemen. Aparte de los ingresos que provenían de ellos, casi todos los Sultanes ofrecían regalos a las haramain y su vecindad durante la ceremonia anual de cambiar la cubierta de la Ka’aba.
Esta ceremonia, llamada “sürre alayı” tuvo lugar hasta el final del Imperio. Con el paso del tiempo estos regalos llegaron a ser de gran valor. De hecho, cuando Sharif Hussain y sus seguidores se alzaron en armas contra el Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial, Fakhredddin Pasha, defensor de Medina contra los rebeldes, los empaquetó y los envió a Estambul para evitar su saqueo.
El numero de cofres, más de trescientos, prueba la generosidad de los otomanos a la hora de regalar. Los servicios ofrecidos a estas tierras benditas por medio de los waqf establecidos por los Sultanes y por los miembros de la sociedad otomana se ganaron el aprecio y la gratitud del mundo musulmán.
Otro tipo de waqf digno de mención fue el que protegía a las mujeres mayores carentes de medios. En vez de ayudarles directamente, el waqf les abastecía de lana para hilar y tejer. A cambio de este trabajo recibían un salario que les ayudaba a vivir digna y cómodamente hasta el final de sus vidas.
También los animales y plantas se beneficiaron de la actividad de los waqf. Durante la época otomana se establecieron hospitales que cuidaban de los pájaros migratorios enfermos, como las cigüeñas. Asombrado por esta muestra de sensibilidad, el oficial francés Conde de Bonneval (14 julio 1675-23 marzo 1747) comenta sus experiencias en tierras otomanas:
“Hay turcos alocados que contratan a trabajadores para que rieguen los árboles y evitar, así, que se sequen.”
Dado que el establecimiento de los waqf requiere un cierto nivel de madurez espiritual, los otomanos tenían a su disposición la guía y el consejo de los murshid kamil, o maestros rectamente guiados, cuyas enseñanzas dieron como fruto la disciplina espiritual, el altruismo y la sinceridad.
Los albergues para los derviches eran centros de disciplina espiritual en la sociedad otomana. Era allí donde se absorbía “la cultura oral” y se alcanzaba la madurez espiritual, que a su vez estimulaba el establecimiento de los waqf y la sensibilidad popular con respecto a la solidaridad y unidad entre la gente. De hecho, estos albergues eran waqf en sí mismos. La mayoría de sus discípulos alcanzaron el nivel de waqif insan, persona dedicada, y fueron ellos mismos fundadores de numerosos waqf.
Algunos de ellos han llegado hasta nuestros días y siguen respondiendo a las necesidades de la sociedad moderna. Lo mismo se refiere a algunas mezquitas, fuentes, cuarteles militares y hospitales. Todos los miembros de la sociedad otomana, desde el Sultán hasta el más humilde de los ciudadanos, eran conscientes de la importancia social y espiritual de la generosidad. Los murshid kamil animaban a la gente a ser generosos. Aziz Mahmud Hudayi, por ejemplo, escribió en su carta a Murad III:
“De la misma forma que tu antepasado, el Sultán Suleyman, trajo el agua desde las Montañas Strandzha, y alivió la sed de su gente, también tú deberías traer leña de las Montañas de Bolu para distribuirla entre la tuya.”
El Imperio Otomano, que gobernó sobre una gran parte del mundo e influyó decisivamente en el curso de la historia, aseguró la paz y la seguridad de la sociedad por medio de los waqf. Ricos y pobres, fuertes y débiles, todos vivían dentro de una hermandad espiritual, alcanzando el más alto nivel de “justicia social” que jamás haya existido. Merece la pena mencionar que, como género literario, la novela apareció en los últimos días del Imperio. El ya fallecido escritor turco Cemil Meriç explica así las razones:
“En la sociedad otomana no existía ninguna tragedia que pudiera dar lugar a la novela.” Aunque la “misericordia” llegó a ser uno de los principios básicos de la cristiandad, en el occidente las instituciones benéficas, que son las manifestaciones de esta caridad, no llegaron nunca a ser tan numerosas como en el mundo musulmán. Se puede comprobar a través de las memorias y las confesiones de los embajadores y oficiales de las embajadas occidentales en las tierras otomanas, como por ejemplo las del conocido embajador francés Busberg, que incluso las fundaciones que existen actualmente en occidente se han establecido gracias a sus consejos y sugerencias.
Los otomanos tomaban grandes precauciones para protegerse de la hipocresía, evitando que el donante y el destinatario se conocieran. Muchas donaciones se distribuían a través de las mezquitas y albergues de los derviches –lo cual ayudó a reforzar el nivel espiritual de la sociedad. La gran sensibilidad con la que estas actividades se llevaban a cabo encuentra su mejor manifestación en el acto de donación del Sultán Mehmed II el Conquistador:
“Yo, el Conquistador de Estambul y humilde siervo, Sultán Mehmed, dono las 136 tiendas del barrio de Taşlık, compradas con mi propio dinero, bajo las siguientes condiciones:
Los beneficios obtenidos de estos establecimientos servirán para emplear a dos hombres por cada calle de Estambul para que, andando a lo largo de ellas con un cubo de cenizas y cal, cubran los esputos que allí encuentren. Por este trabajo recibirán 20 akchas por día. Asimismo servirán para emplear a 10 cirujanos, 10 médicos y 3 asistentes que atiendan a los enfermos; éstos saldrán en días determinados de cada mes y llamarán a todas las puertas, sin hacer excepción alguna, ofreciendo sus servicios a todos aquellos que necesitasen ayuda médica.
Toda persona que se encontrase en esta situación, recibiría la atención y los cuidados que precisase. Si la cura fuera imposible llevarla a cabo en su propia casa, el enfermo sería llevado al hospicio de Dar al-Ayaza sin gasto alguno. Allah no quiera que suframos hambruna. Si ocurriese, 100 cazadores recibirán armas para que puedan cazar animales salvajes, excepto en la temporada de celo y crianza, con el propósito de alimentar a los necesitados.
Las familias de los mártires y los pobres de la ciudad de Estambul comerán de las cocinas comunes establecidas con esta donación. Si no pudiesen venir por alguna razón, la comida les será llevada a sus casas, por la noche, asegurándose de que nadie lo vea…”
Como podemos ver Sultán Mehmed estableció aquí varios principios loables de ayuda a los necesitados. Se preocupó incluso de limpiar las calles de los esputos que allí pudiera haber. Mientras ordenaba alimentar a los necesitados con venado, prohibía la caza en la temporada de celo para proteger la naturaleza. Se preocupaba por la gente al mismo tiempo que tenía en cuenta el bienestar de los animales.
Hace cinco siglos, mucho tiempo antes de los modernos e hipócritas debates sobre la polución y el equilibrio ecológico, se establecieron las medidas para asegurar la protección de la naturaleza –un gran ejemplo de la historia para el hombre moderno. La orden de distribuir comidas entre las familias de los mártires por la noche es otro ejemplo de la sinceridad a la hora de proteger el honor y la dignidad de la gente –también una gran lección para las futuras generaciones.
Vale la pena recalcar el hecho de que leyendo los actos de donación se ve claramente cómo en la sociedad otomana la gente estaba conectada entre sí por un fuerte sentido de misericordia y solidaridad, viviendo el Islam en su más amplia dimensión. Pensemos por un momento en una sociedad en la que la gente pone una flor roja delante de la casa en la que hay un enfermo para que los transeúntes que pasen por delante de ella sepan que deben guardar silencio para no molestar a la gente que allí vive.
Obviamente es imposible contar, en el presente trabajo, los ejemplos de sensibilidad y madurez que encontramos en la historia del Imperio Otomano. Tenemos la impresión de que quizás los que acabamos de mencionar serán suficientes. Es difícil determinar el número exacto de los waqf establecidos durante el Imperio Otomano. No obstante, hay consenso entre los historiadores de que la cifra total pudo haber alcanzado los 26.300, lo cual sería una prueba evidente de la generosidad de nuestros antepasados. Históricamente hablando el objetivo de los waqf adquirió mayor relevancia durante los periodos de máxima vulnerabilidad.
Después de la pérdida de grandes territorios en Rumelia, como resultado de la derrota en la guerra turco-rusa del 1877-1878, y la llegada a Estambul de cientos de miles de emigrantes, los waqf jugaron un papel muy activo a la hora de prestar su ayuda.
Durante mucho tiempo estas instituciones se encargaron de proveerles con viviendas y comida. Servicios parecidos se desarrollaron durante los duros años de la guerra de los Balcanes y la Primera Guerra Mundial, cuando millones de personas pudieron sobrevivir gracias a los generosos waqf otomanos. El ejemplo más reciente lo tenemos en el terremoto de Marmara del 17 de agosto 1999.
El recuerdo de los servicios que desplegaron los waqf está todavía fresco en los corazones de la gente. No obstante, la tarea primordial de estas instituciones, la de cubrir las necesidades de los ciudadanos desamparados, desarrolla su actividad día a día, en silencio, sin que nadie lo perciba. Debemos tener en cuenta a la hora de apreciar en su justa medida la actividad de estas instituciones que, incluso en los tiempos de gran prosperidad, siempre ha habido gente necesitada fuera del alcance del estado.
Podemos ofrecer aquí los waqf de Sokollu Mehmed Pachá como ejemplo. Sokollu Mehmed, un Musulmán sincero procedente de Serbia, fue uno de los grandes visires de la administración otomana en su momento de máximo esplendor. Construyó varias mezquitas, fuentes, madrasas y otras instituciones, y las donó para el uso público. El comentario de Evliya Celebi sobre su acto de donación es realmente edificante:
“Si llega un viajero de los suburbios a medianoche, abrid las puertas y admitidle. Dadle de comer. Bajo ninguna circunstancia permitáis que se quede fuera. Se le debe garantizar un lugar de cobijo. Al amanecer, el conserje debe llamar en voz alta, como si fuera un pregonero público:
‘¡Oh ummah de Muhammad! ¿Están vuestras pertenencias, vuestras monturas y vuestras vestimentas en orden? ¿Necesitáis algo?’ Si los presentes contestan que todo está en orden, el conserje debe abrir las puertas. Suplicad por ellos y dadles consejos. Decidles:
‘Tened cuidado. No andéis descuidadamente. No entabléis amistad con los extraños. Que Allah os ayude.’ ” Altamente significativo es también el extracto del acto de donación de Naqib al-Ashraf Esad Efendi:
“Las necesidades de los mayores, de los pobres y de los enfermos que no pueden valerse por sí mismos deben estar cubiertas. Lo mismo se refiere a los casamientos de jóvenes pobres en edad de contraer matrimonio.”
Durante siglos los waqf establecidos por nuestros compasivos antepasados dejaron asombrados no solamente a los escritores occidentales imparciales sino también a aquéllos que a menudo escribían artículos insidiosos sobre los turcos. Podemos encontrar numerosos ejemplos que lo corroboran en el libro de Ismail Hami Dansimend “Eski Türk Seciye ve Ahlâkı”, como el del viajero Du Loir que comenta en su libro publicado en París:
“Me permito resumir las costumbre turcas y sus tradiciones: su benevolencia se extiende no solamente a los seres humanos sino también a los animales. Existen en todas las tierras otomanas albergues que se llaman imarets. Sus fundadores los han establecido para que se ayude a la gente sin reparar en su afiliación religiosa. Los viajeros se pueden quedar allí durante tres días, recibiendo un plato de arroz cada día. Aparte de los imarets, hay también edificios públicos a lo largo de los caminos, llamados caravasares, que abren sus puertas a todo el mundo.
Algunos turcos construyen fuentes a lo largo de los caminos para proveer con agua a los viajeros; otros construyen fuentes en las ciudades y emplean a trabajadores a sueldo para que sirvan agua a sus habitantes. Los ricos visitan las cárceles y buscan a los que están allí por impago de sus deudas para liberarlos pagándoselas. También buscan a los necesitados que tienen demasiada vergüenza para pedir ayuda y les proveen en secreto para proteger su dignidad.”
Y Corneille Le Bruyn comentó lo siguiente:
“Es un hecho incontestable que los turcos practican la generosidad mucho más que los cristianos. Esa es la razón por la que hay tan pocos mendigos en la sociedad otomana.
Los turcos que no tienen suficiente dinero para dar ayudan a los demás de muchas otras maneras. Trabajan en las carreteras principales si hace falta; llenan los tanques de agua que hay a lo largo de los caminos; cuando ocurre una inundación, ayudan a los demás a cruzar los terrenos inundados. Ofrecen muchos otros tipos de servicios comunales y no esperan nada a cambio.
De hecho, si alguna vez alguien quisiera pagarles por lo que hacen, se negarían, diciendo que lo hacen únicamente para complacer a Allah.”
También los comentarios de Mouradgea d’Ohsson son realmente significativos:
“A todos los niveles de la sociedad, los padres y los parientes intentan ser modelos de conducta para sus hijos y los acostumbran a participar en los servicios comunales. A consecuencia de esta generosidad y compasión, las actitudes negativas, como el egoísmo, la tacañería y la avaricia, disminuyen, y en su lugar aparece el deseo de ayudar a los demás. De ahí que los Musulmanes nunca se cansen de ser generosos, superando en ello a todas las demás naciones.”
A continuación transcribimos un extracto de la carta que un joven escribió a su padre mientras estaba ingresado en un hospital musulmán:
“Querido padre, me preguntas si necesito dinero. Cuando me den de alta, recibiré ropas nuevas y cinco piezas de oro, así que no tendré que trabajar durante un tiempo, y no tendrás que vender las ovejas… No quiero que me den de alta. Las camas son blandas, las sábanas limpias, y las mantas como la seda. Hay una fuente en cada habitación. Todas las habitaciones tienen calefacción en noches frías.
La gente aquí es muy amable y misericordiosa. Casi todos los días los pacientes que aún no se han recuperando comen pollo o cordero. Mi vecino de habitación hizo como que todavía estaba enfermo para poder seguir comiendo esta deliciosa comida durante una semana más, pero el médico sospechó que estaba fingiendo y le mandó a casa después de haber dejado que comiera pan y pollo, lo cual fue la prueba de que ya estaba bien. Por favor, ven a verme, antes de que me ofrezcan mi último trozo de pollo frito.”
Vale la pena resaltar el hecho de que 1.400 waqf de los 26.300 registrados fueron establecidos por mujeres. Entre ellas, Nur Banu Valide Sultán14 mandó construir varias obras tanto en la parte asiática como europea de Estambul. También merece la pena mencionar la Mezquita de Atik Valide, con su cocina comunal, colegio, hospital y baños dobles. Era judía. Su padre, Yasef Nassi, era uno de los más destacados miembros de la comunidad judía que tuvo que emigrar de España a tierras otomanas para evitar la masacre que tuvo lugar después de la derrota de los musulmanes a manos de los ejércitos cristianos.
Se desprende de los documentos históricos existentes que Yasef Nassi trabajaba en el servicio de información del Sultán Suleyman el Magnífico. Durante el reinado del hijo de Kanuni, Sari Selim, Nassi acumuló grandes riquezas valiéndose de su posición de suegro del Sultán. No obstante, el sistema funcionó a la perfección, venciendo la buena conducta y la sensibilidad islámica. Su hija Banu Sultán llegó a destacar entre las mujeres musulmanas más generosas.
Otro ejemplo es Mâhpeyker Kösem Vâlide Sultán, quien puso los cimientos de la Mezquita Nueva. Construyó también la Mezquita de Üsküdar Çinili, donde había también un colegio, una fuente, una escuela de ahadiz y baños dobles. También construyó la mezquita en el cruce de Anadolu. El waqf que estableció para facilitar el matrimonio de huérfanas pobres es muy conocido, como muchos otros. Kösem Sultán, de carácter difícil, como es bien conocido, fue una figura de destacada misericordia y compasión. Aunque puso los cimientos de la Mezquita Nueva, no vivió lo suficiente para verla terminada.
Ese honor le perteneció a Hatice Turhan Sultán, quien también patrocinó otros servicios comunales como colegios, escuelas, cocinas, bibliotecas y fuentes. En el mes de Ramadan mandaba que las fuentes emanasen sorbetes de miel para el disfrute de la comunidad después del salah de la noche. Incluso la calidad de la miel estaba especificada en el acto de constitución. En aquella época la mejor miel provenía de una ciudad que se llamaba Atina, más tarde Pazar. El acto de constitución especifica que se comprase esta miel sin reparar en gastos. Hatice Turhan Sultán dejó grandes recursos para cubrir los servicios del waqf, empleando para este fin a 116 trabajadores a sueldo para su administración.
Mihrimah Sultán, a pesar de su disposición muy humilde, estableció numerosos waqf, entre ellos las Mezquitas Selatin, es decir, reales. Una de ellas es la de Edirnekapi y la otra la de Üsküdar. El relato que sigue a continuación muestra bien su gran humildad: La esposa de Harun Rashid, Zubaida Hanim, mandó traer a Mekka y Arafat agua fresca, pero en la época del Sultán Suleyman los canales se deterioraron.
Cuando Mihrimah Sultán se enteró de la situación fue a hablar con su padre, el Sultán Suleyman, y solicitó que el arquitecto Sinan reparase secretamente los canales que traían el agua. Donó todos sus ornamentos y joyas para este fin. Sinan desapareció durante un tiempo después de haber echado los cimientos de la Mezquita Suleymaniye, lo que provocó que empezaran las especulaciones acerca de la razón de tal ausencia.
Se decía que quizás los cimientos necesitaban un tiempo para asentarse, pero la verdadera razón era que estaba reparando los canales, llamados Ayní Zubada, cosa que se mantuvo en secreto a petición de la benefactora. Otra Valide Sultán muy conocida fue Bezmiâlem, quien dejó varias obras tras de sí. Entre las mezquitas que mandó construir la más grande es la Mezquita Valide, situada cerca del Palacio de Dolmbahce. El famoso Puente Galata se construyó también bajo sus auspicios. De la misma importancia es el waqf que estableció en Damasco. Mencionemos dos de sus condiciones:
– llevar el agua fresca de Damasco a los peregrinos;
– compensar los objetos caseros rotos por las criadas para proteger su orgullo y dignidad.
Otro waqf de gran importancia establecido por Bezmiâlem es el Hospital Ghuraba Muslimin, construido en gran parte con donaciones de sus fondos privados. Empezó a funcionar en el año 1843 y desde entonces nunca ha dejado de servir a los miembros más pobres de la ummah musulmana. Las esposas e hijas de los Sultanes consideraban el servicio de aguas como uno de los más importantes, por lo que construyeron fuentes en muchos lugares de Mekka, Arafat y Estambul.
Construyeron así mismo numeros acueductos, algunos de los cuales se mantienen todavía hoy en pie; reparaban los canales y aprovisionaban de agua a toda la ciudad de Estambul. Una de las figuras excepcionalmente generosas de la historia más reciente es Abdulhamid Khan II. Sus “fuentes Hamidiye” todavía ofrecen hoy la mejor agua de la ciudad. Nuestros antepasados establecían waqf con toda la sinceridad de sus corazones, y suplicaban para que sirviesen a los demás hasta el Día del Jucio Final, cosa que se va cumpliendo ya que la gran mayoría de ellos siguen fucionando y ayudando a las nuevas generaciones.
Todos ellos constituyen la huella de su fe, de su nobleza y generosidad por las que siempre serán recordados. ¡Oh Allah! Haz que seamos de los Musulmanes veraces que sirven a la creación por amor a su Creador y que cuidan correctamente de Tus depósitos.
Amin.