DE LOS LIBROS

Islam el renacimiento de la humanidad

El objetivo principal de cada sistema de pensamiento es elevar al ser humano al nivel más alto. Sin embargo, ningún sistema ideado por el hombre ha logrado llegar a donde ha llegado el Islam. La razón principal de este estado de cosas es que los sistemas creados por el hombre dependen de las limitadas capacidades de su intelecto; por otro lado, Islam, siendo el producto de la Voluntad Divina, ha creado un sistema de equilibrio entre la humanidad y la realidad del universo. Cualquier sistema que pueda proponer el hombre para regular sus asuntos y reconocer su propia posición y la del resto de la creación, se verá insignificante si lo comparamos con el poder de Allah Todopoderoso. Por esa razón, la mayoría de esos sistemas y religiones, aunque mantengan todo lo contrario, no han podido mostrar a la humanidad el camino correcto, dejando al hombre desesperado y abandonado. Desde Freud, que arrastró a la humanidad al colapso ético, hasta Marx, que afirmaba que la humanidad se dirigía hacia la prosperidad económica universal, los resultados han sido diametralmente opuestos a lo pretendido, causando desorden social y miseria.

Es un hecho histórico que el Profeta (s.a.s) abrazó a la humanidad, que se hundía en la opresión y en la anarquía, con compasión y misericordia, mostrando con su propia conducta el mejor ejemplo a seguir. Antes de que le llegara la Profecía los seres humanos estaban hundidos en un mar de opresión e injusticia. Sus benditas manos salvaron a todos de tal ignominia, convirtiéndolos en individuos excepcionales –“como las estrellas del cielo”. Hay muchos ejemplos de ello en la vida de los distinguidos Compañeros.

El que relatamos a continuación se refiere a Mus’ab bin Umair (r.a): Mus’ab fue enviado a Medina para enseñar allí el Islam. Le acompañaba As’ad bin Zurarah (r.a). Nada más llegar, comenzaron a hablar a la tribu de los Abd Ashal. En esa época sus jefes eran Sa’d bin Mu’az y Usaid bin Hudair. Eran politeístas. Cuando Sa’d se enteró de la llegada de Mus’ab, le dijo a Usaid:

“¿A qué estás esperando? Vamos a echar a esta gente de aquí. De lo contrario, intentarán engañar a los más débiles de entre nosotros.”

Usaid se dirigió a donde estaban Mus’ab y As’ad y empezó a insultarles y a amenazarles con su lanza, diciendo:

“Si no queréis que os mate, abandonad la ciudad de inmediato.”

Mus’ab (r.a) le contestó sonriente:

“Te ruego que te tranquilices y que nos escuches. Eres una persona inteligente y prudente. Si te gustan nuestras palabras, acéptalas. Si no te gustan, recházalas.”

Usaid se quedó pensativo por un momento, y luego dijo:

“Me parece bien lo que propones.”

Dejó su lanza y se sentó a escuchar. Cuando oyó las ayaat del Qur’an que le recitaba Mus’ab, su cara se transformó y una nueva luz apareció en ella. Sin más demora, aceptó Islam. Se fue luego tranquilamente a ver a Sa’d. Le dijo:

“He escuchado sus palabras y no he visto nada malo en ellas.”

Sa’d enrojeció de ira; temió que hubieran convencido a su compañero con sus patrañas y fue a ver a Mus’ab personalmente. Éste le saludó de la misma manera que a Usaid, y le apaciguó. Le explicó los principios del Islam, y también él lo aceptó. Este relato muestra el nivel que habían alcanzado los Compañeros gracias a la educación que recibían del Profeta (s.a.s). Fueron ellos quienes pusieron en práctica el principio de “los que vienen a matarte, deben revivir en ti”.

El Mensajero de Allah (s.a.s) perdonó a muchos malhechores, incluido Wahshi, el asesino de su tío, y los trató con misericordia. En su caso, la misericordia y el perdón se adelantaban siempre a la ira, y muchos fuegos devastadores causados por la negligencia y la corrupción quedaron extinguidos en el río de la Verdad que Muhammad (s.a.s) hizo correr para que la gente de su época, de la que el famoso poeta turco Mehmed Akif Ersoy decía que “si un hombre no tenía dientes, su hermano se lo comía”, se purificara y volviera a florecer en ella su naturaleza primigenia.

Se convirtieron en seres humanos dispuestos a los más altos sacrificios, incluso en el campo de batalla y en el momento de la muerte. El Profeta (s.a.s) elevó a su gente a la cumbre de la espiritualidad; nunca flaqueó; siempre estuvo al frente de la caravana. A principios del siglo pasado se reunió en La Haya, Holanda, un grupo de expertos para seleccionar a los cien hombres más importantes en la historia de la humanidad. Aunque eran cristianos, tuvieron que elegir al Profeta Muhammad (s.a.s) como al hombre más insigne basándose en los criterios éticos de cada candidato.

También merece la pena mencionar que casi 90 % de los Compañeros aceptaron Islam debido a la perfecta personalidad del Profeta (s.a.s) y a su excelente conducta –al-uswah al-hasanah. Incluso sus adversarios y enemigos nunca le llamaron ‘mentiroso’ u ‘opresor’, y siempre cuando intentaban calumniarle de alguna manera, terminaban por alabar su conducta. Los que aceptan Islam sinceramente y quieren servirle deberían saber que este camino bendito se propone, en primer lugar, revivir a la humanidad.

Cada ser humano debe ser tratado como lo más noble de toda la creación porque el objetivo del Islam es hacer prevalecer la conducta ejemplar del ser humano. Para ello, deben ser purificadas sus calidades negativas y re-establecidas en su naturaleza original, algo que solamente es posible alcanzar por medio de la espiritualidad. Por esta razón, Islam otorga una gran importancia al comportamiento y a la madurez ética desde el mismo día en el que nacemos, transformando a sus seguidores en individuos que todo el mundo admira. Lo ha logrado con gente negligente, ruda, que vivía como los animales.

Por ejemplo, Umar bin al-Jattab (r.a) había enterrado viva a una de sus hijas al nacer, pero al abrazar Islam, se convirtió en un Musulmán ejemplar en todos los aspectos de la vida. El sentido de la responsabilidad que emana de la semilla de la compasión, le lleva al ser humano al comportamiento perfecto y a la felicidad en ambos mundos. Yunus Emre lo ha expresado de esta manera:

Seamos amigos

Facilitémonos el camino

Amemos y comportémonos de forma que nos amen

El mundo no se quedará para nadie.

El sentido de la misericordia era tan grande en nuestra historia que le hizo decir a un comandante que había sido hecho prisionero de guerra: “¡Oh misericordia! ¡Qué cruel eres que me haces amar a mis enemigos!” En la actualidad, debido a la ignorancia que reina en el mundo, se pronuncia la palabra Islam junto a la de terrorismo. De alguna manera intentan ensuciar al sol con barro. Eligen a gente inocente para influenciar a las masas con un peligro imaginario y sin nombre.

Dado que Islam exhorta a abrazar incluso a los malhechores con misericordia y perdón, ¿cómo podría promulgar intimidación y terror?

Desde que fue revelado, Islam ha tratado a todos, creyentes y no-creyentes, con justicia y compasión, prohibiendo tajantemente cualquier acción destructiva contra la propiedad, la vida y la naturaleza. Obliga al estado a proteger la vida, la propiedad, el honor y la familia, y a asegurar el orden y el equilibrio social. No existe la menor conexión entre el Islam y el terror, ya que aquel prohíbe cualquier acción que pueda ser considerada como terrorista. Muslim bin Hariz (r.a) ha transmitido:

El Mensajero de Allah (s.a.s) nos envió a una campaña militar. Cuando llegamos a nuestro destino, puse a mi caballo a galope y me adelanté a mis compañeros. Hablé con la gente de aquel pueblo y aceptaron Islam. No había necesidad de batallar. Sin embargo, algunos de mis compañeros que no se dieron cuenta de la sutil situación que se había creado, me reprocharon diciendo:

“Hemos perdido el botín.”

Cuando volvimos a casa, le comunicaron al Profeta (s.a.s) lo que había pasado. Me llamó y alabó mi conducta:

“Has de saber que Allah te ha recompensado por cada una de las personas que has salvado. Escribiré una carta recomendándote a los futuros administradores.”

La escribió, la selló y me la dio.

Otro excelente ejemplo:

Después de la masacre de 70 maestros del Qur’an en Bir Mu’anah y otros ataques parecidos, el Profeta (s.a.s) empezó a enviar escoltas con cada grupo de maestros. Los miembros de estas escoltas podían utilizar las armas solamente en casos de absoluta necesidad. En una ocasión, Jalid bin Walid excedió los límites marcados, y cuando el Profeta (s.a.s) se enteró de lo ocurrido, dijo con gran tristeza:

“¡Oh Allah! Soy libre de lo que ha hecho Jalid bin al-Walid.”

Y lo repitió tres veces. Luego envió a Ali bin Talib al lugar del incidente con la misión de pagar la indemnización, no solamente por las vidas humanas sino también por los animales, perros incluidos, que hubieran resultado heridos.62 Los otomanos siguieron esta misma actitud. Nunca obligaron a los no-Musulmanes a aceptar Islam, y nunca esclavizaron a la población nativa imponiéndoles algún tipo de tiranía.

Aceptaban a los no-Musulmanes que vivían en sus territorios como un depósito de Allah, y los trataban según las normas establecidas por el din. Muchos elegían vivir en sus territorios. De hecho cuando los ejércitos otomanos atacaban los muros de Estambul, Notaras, el Gran Duque cristiano, respondió cuando alguien sugirió que se pidiera ayuda al papa:

“Prefiero ver en estas tierras el turbante turco que la tiara cardenalicia.”

Los Musulmanes debemos mostrar misericordia y compasión hacia toda la creación, sobre todo en los tiempos que corren. Es la manera más efectiva de acercamiento a Allah Todopoderoso. El siguiente relato muestra de manera perfecta el estado mental del creyente:

Durante un viaje, Bayazid al-Bistami se detuvo un instante a descansar; se sentó bajo un árbol, comió un poco y siguió su camino. Después de un buen rato vio que llevaba una hormiga en el zurrón. Pensó:

“La he separado de su casa y de su tierra.”

Siendo consciente de la importancia de mostrar misericordia con toda la creación, volvió a aquel lugar y dejó allí a la hormiga. Al exhortar al hombre a mostrar este nivel de compasión hacia los animales, el Islam considera al ser humano la parte más sublime de la creación y le estimula a viajar hacia los más elevados horizontes. En otras palabras, cuando aprehendemos el verdadero significado de que el hombre es ‘lo mejor de la creación’, ahsan taqwim, entendemos mejor la importancia que se debería dar al concepto de humanidad.

Lo vemos en todos los principios del Islam referidos al hombre. Su objetivo es elevarle a lo más alto de forma que sea objeto de envidia incluso para los ángeles. La razón de tanta opresión y anarquía en el mundo moderno es el alejamiento de los principios Divinos, como el amor y la misericordia, y la sumisión a los deseos mundanos. Es el resultado de la falta de Islam. La salvación se encuentra en la comprensión de su mensaje, en escuchar al corazón, y en darse cuenta de lo efímero que es este mundo. El hombre moderno necesita conocer los principios del Islam y regular su vida según lo que establecen.

¿Acaso no son las palabras de Yunus Emre “ama a la creación por su Creador” un salvavidas para al guien que se ha desviado de la realidad, capaces de ayudarle a alcanzar la satisfacción en este mundo y en el Más Allá? Es nuestra obligación, como Musulmanes, ayudar en esta tarea y utilizar los medios de comunicación con este fin, contrapesando la negativa publicidad que existe en estos momentos con respecto al Islam. Nuestra responsabilidad individual y social es la misma.

Para entenderlo mejor, citemos el siguiente relato: Un médico norteamericano aceptó Islam y organizó una pequeña fiesta en la mezquita para celebrarlo y hablar de las razones de su conversión. Estaban presentes muchos Musulmanes que se habían desplazado hasta allí provenientes de casi todas localidades de la región. Este médico recién convertido dijo:

“Antes de hablar de las razones de mi conversión, me gustaría haceros una pregunta: Mis padres murieron como cristianos. ¿Cuál es su situación en el Más Allá?”

Los presentes se inquietaron. ¿Podría su respuesta disgustar al nuevo Musulmán? Le contestaron:

“Si no recibieron el mensaje del Islam en sus vidas, están excusados. Permanecen en el mundo que está entre éste y el Más Allá. Su caso se decidirá en el Día del Juicio.”

Después de oír esta respuesta, el médico continuó: “¡Oh Musulmanes! Mis padres tenían más conocimiento que yo. Debido a la presión de la sociedad vivieron y murieron como cristianos, pensando que el Profeta Isa era dios. No sabían nada del Islam, quizás solamente el nombre. Que Allah esté satisfecho con todos vosotros. Vinisteis a América y construisteis esta mezquita. Me hablasteis del Islam y sois la razón de mi conversión. Os doy las gracias por ello. Mis padres eran dos jubilados.

¿Por qué no les habéis hablado igual que a mí?

Si lo hubieseis hecho, seguramente lo habrían aceptado con más entusiasmo que yo. Creo sinceramente que vuestra negligencia es la razón de que muriesen sin la bendición del Islam. Seréis responsables de ello, y yo también.”

Se echó a llorar y luego empezó a hablar de las razones de su conversión. Esta historia nos debería hacer pensar mucho, ya que transmitir el mensaje del Islam con todas nuestras fuerzas es nuestra responsabilidad, y esta responsabilidad aumenta con los medios de comunicación que tenemos a nuestro alcance. No solamente los que están lejos de nosotros, sino también los que están a nuestro alrededor, nos culparán de nuestra negligencia e insuficiencia en la transmisión del mensaje del Islam.

Hay que decir claramente que el din no puede ser un instrumento de los intereses políticos. Los Khariyitas, por ejemplo, mantenían que todo lo que hacían era en el nombre del Islam, pero de hecho sus actos estaban dirigidos por el pensamiento político y poco tenían que ver con Islam. A lo largo de la historia ha habido gente, grupos, e incluso estados, que atacaban la paz social para sus propios fines y para beneficiarse de este desorden, utilizando elementos que la población aceptaba como legales, sobre todo en cuanto al din, para presentar su causa injusta como justa. Podemos mencionar lo que dijo a sus seguidores Abdullan bin Saba, el principal artífice de la Batalla del Camello:

“¡Oh gente! Vuestra vida y vuestro honor dependen del desorden y las revueltas sociales. Entonces haced que luchen entre ellos. Que no se ocupen de nada más. La gente que está con vosotros debe pensar que es necesario mantener la lucha entre Ali, Zubair, Talha, y los que piensan como ellos, y que es necesario dar la espalda a lo que no deseáis, es decir, la paz.”

Estas palabras pueden ser la clave para entender lo que subyace en la negligencia de los Musulmanes y en la desunión, tanto pasada como presente. Vemos cómo en el siglo anterior el mundo Musulmán se quedó sin guía, enzarzado en luchas fraticidas. Para comprender la verdadera razón de esta hostilidad, debemos analizar cuidadosamente el significado de lo que acabamos de citar. Lo ha expresado apropiadamente Yalal al-Din al-Rumi (q.s):

“¡Oh los que plantáis la semilla de la discordia en este mundo! Volved a la razón. No busquéis espinas en el rosal donde canta el ruiseñor. No le echéis culpa al rosal por vuestros propios errores.”

“¿Con qué estado mental buscáis deficiencias y fallos en la superficie de la luna?

¡Intentad recoger las espinas en el Paraíso!

¡Oh los que buscáis espinas en vez de rosas!

Si vais al Paraíso, no podréis encontrar más espinas que vosotros mismos.”

Rumi también advierte a los Musulmanes contra los agitadores:

“Son los que comen carne humana, como las bestias. Su saludo y las palabras ‘la hawla’ son borrosos, porque sus corazones son nidos del diablo, y ellos mismos son diablos humanos.”

“Otros se parecen a los carniceros que quieren despellejar a sus amigos. Por un lado no paran de decir ‘mi querido, mi amor’. Por otro, están preparando el cuchillo. Te engañan con palabras bonitas para despellejarte. ¡Y qué estado tan lamentable el de los que tragan el opio suministrado por sus enemigos!”

Todos los que se encuentran en este estado utilizan su humanidad como una máscara porque no son conscientes de la verdadera dignidad humana, no han probado el amor Divino y no poseen la más mínima capacidad de compasión. Si fueran ideas, matarían a la realidad. Si fueran poetas, corromperían los corazones. Si fueran defensores de la moralidad, la destruirían. Rumi dice de ellos:

“Si cogen una rosa, se convierte en una espina en sus manos. Y si están con un amigo, muerden como las culebras.”

Allah Todopoderoso habla así de este estado:

“Y cuando se les dice: No corrompáis las cosas en la tierra, responden: Pero si sólo las hacemos mejores. ¿Acaso no son los corruptores, aunque no se den cuenta? (Al-Baqarah, 2:11-12)

Así pues, lo más importante no son las decisiones, los deseos y las ambiciones personales, sino los mandatos de Allah Todopoderoso. Los que utilizan los motivos y principios religiosos como cobertura para sus nefastos fines son los que no se merecen la complacencia de Allah Todopoderoso. Dice el Qur’an acerca de los corruptores, aquellos que llegaron, incluso, a matar a los Profetas:

“Por esto les decretamos a los hijos de Israel que quien matara a alguien sin ser a cambio de otro o por haber corrompido en la tierra, sería como haber matado a la humanidad entera. Y quien lo salvara sería como haber salvado a la humanidad entera. Y así fue como les llegaron Nuestros mensajeros con las pruebas claras y sin embargo, después, y a pesar de esto, muchos de ellos se excedieron en la tierra. (Al-Ma’ida, 5:32)

Un asesino que ha matado injustamente, en contra de la inocencia de la persona, no ha acatado el derecho a vivir de esta persona y ha animado a los demás a matar. De ahí que cualquiera que toma una vida se merece la ira de Allah Todopoderoso como si hubiese matado a la humanidad entera –según la Palabra de Allah, y salvar una vida equivale a salvar a toda la humanidad.

Mawlana Yalal al-Din Rumi (q.s) compara el Islam con un elixir, reflejando así la bondad de este din:

“Nadie se muere en la orilla del agua de la vida.”

Podemos decir que todos los principios del Islam se agrupan alrededor de esta consciencia. Islam moldea a los seres humanos, primero, con la fe correcta; luego con la buena conducta, con la misericordia, con el servicio a los demás, con el conocimiento, con la cortesía, con el sometimiento a las leyes y a los altos valores de conducta. De esta manera reaviva a la humanidad en el verdadero sentido de la palabra.

En la actualidad la única característica que puede salvar, profundizar y adornar al hombre es la misericordia. Sus frutos son la generosidad, la modestia, el servicio, el perdón y la falta de envidia. Todos los servicios sinceros que llegan a los demás, sin reparar en consideraciones mundanas, transcienden al individuo y le acercan a Allah Todopoderoso. Solamente a través del servicio a la creación se abren las puertas de la esperanza en nuestros corazones, aumentando así nuestras posibilidades de unión con Allah Todopoderoso.

De lo contrario, las tendencias y cualidades egoístas que puedan existir en nuestras acciones nublarán el principal objetivo de nuestra venida a este mundo. Podemos decir, para resumir, que la fe y la buena conducta constituyen la base que ofrece Islam para que haya paz y felicidad. Por ello, los creyentes rectos se vuelven en cuerpo y alma hacia Allah Todopoderoso y dedican todas sus fuerzas a los actos de bien. Como lo ha expresado Yalal al-Din al-Rumi:

“Feliz aquel feo que tiene al bello por compañero. ¡Ay del rostro sonrosado que se ha asociado al otoño!”

¡Oh Allah! Bendícenos en ambos mundos con la belleza del Islam. Protege nuestra estación, la nación musulmana y la humanidad entera de la discordia y de toda calamidad.

Amin.