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ACEPTAR LA CONDICIÓN DE CADA UNO

Tanto la felicidad extrema como el dolor extremo constituyen una gran trampa para el hombre. Aceptar la condición de cada uno, tener paciencia y confianza en Allah -son las características del creyente que ha alcanzado el estado de perfección.

La condición indispensable para la felicidad es seguir la revelación, adornar el carácter con bellos rasgos y aceptar los reveses que nos trae la vida. La felicidad, pues, llega con la aceptación de los altibajos existenciales, con la tolerancia de las dificultades, y con el esfuerzo para reformarse a uno mismo y llegar a ver que todo lo que nos sucede es bueno, para de esta manera someterse plenamente al Señor de los mundos.

Qué admirable es el siguiente consejo de Luqman Hakim:

“¡Hijo mío! No dejes que tu corazón se preocupe por las aflicciones y tristezas. Ten cuidado con la avaricia. Acepta tu destino. Sé agradecido con lo que Allah te ha dado para que tu vida sea bella y tu corazón lleno de felicidad, para poder, de este modo, sentir el placer de la vida.”

Aceptar con alegría las manifestaciones y acontecimientos que nos complacen para luego desanimarse con las tristezas y preocupaciones no concuerda con el espíritu del Islam. No obstante, mientras el ser humano no alcance la cima de la madurez espiritual, le será difícil liberarse de su debilidad humana. Cuando, por otro lado, haya purificado su nafs y haya alcanzando el estado de satisfacción, podrá someterse plenamente y estar contento con las pautas de su destino que se manifiesten en los aconteceres que decrete la voluntad Divina -sean buenos o malos.

El que alcance este estado nunca se quejará. Qué grandes son las noticias que anuncia el Qur’an para los que lo logran:

“¡Oh nafs sosegado! Regresa a tu Señor, satisfecho y satisfactorio. Y entra con Mis siervos, entra en Mi Jardín.” (Al-Fayr, 89:27-30)

Es fácil hacer lo que nos gusta, lo que nos resulta agradable y placentero. Lo que es fácil se hace sin dificultad, cómodamente y a gusto. Para el creyente que ama a Allah, todo que viene de Él es fácil, y es fuente de alegría. Los veraces, con la certeza de la fe, están complacidos con el decreto de Allah.

Saben que no les puede ocurrir nada que no haya sido ‘escrito’ por Allah. Por eso, todo lo que les sucede en este mundo les parece pequeño comparado con el Más Allá. Allah el Más Elevado concede a estas personas la paz. Para ellos, las diferentesmanifestaciones de Allah que aparecen ante sus ojos son miles de veces mayores que los sueños pasajeros y el mundo de imágenes, ya que se han alejado de las cosas a las que la gente común se vuelve y a las que considera maravillosas.

El Bendito Profeta (s.a.w) ha dicho:

“La grandeza de la recompensa de cada uno es acorde a la intensidad de sus aflicciones. Allah permite que la aflicción toque a los que ama. Allah estará complacido con aquellos que acepten todo lo que les sobrevenga. Y el que esté descontento con su destino, será objeto de Su ira.” (Tirmidhi, Zuhd, 57/2396; Ibn Mayah, Fitan, 23)

Y en otro hadiz ha dicho:

“Ante Allah, el creyente con una fe fuerte es mejor y más digno que aquel que posea una fe débil. Pero hay un bien en ambos. Debéis intentar obtener lo que os beneficia. Suplicad la ayuda de Allah y no mostréis debilidad. Si algo malo os pasa, no os lamentéis ni digáis:

‘Si hubiese hecho esto o lo otro, no me habría pasado lo que me ha pasado,’ pero decid en vez de eso: ‘Es el decreto de Allah. Él hace lo que quiere.’ El ‘si’ condicional abre la puerta a lo que le complace a shaytan.” (Muslim, Qadr, 34; Ibn Mayah, Muqaddima, 10)

La persona que no está satisfecha con su situación y dice: ‘Si hubiese hecho esto o lo otro,’ quedará expuesta a los estados que son contrarios a la fe, como el descontento, la rebelión contra el propio destino, y la insatisfacción con la voluntad de Allah. Estos estados complacen a shaytan y llevan a la persona a la ruina.

Por otro lado, la aceptación de nuestra condición hace que merezcamos la complacencia de Allah. Después de haber mencionado la felicidad en este mundo y en el Otro, el Qur’an dice:

“Pero la aceptación de Allah es más importante, ése es el inmenso triunfo.” (Al-Tawba, 9:72)

Escenas de virtud Usama ibn Zaid (r.a) ha transmitido:

“Un día, Zainab, la hija del Profeta (s.a.w), le mandó el siguiente mensaje a su padre:

‘Mi hijo se está muriendo, por favor, ven a vernos.’

El Profeta (s.a.w) le mandó saludos, y le dijo al mensajero:

‘El que da y el que quita es Allah. Todo tiene su tiempo. Qué tenga paciencia y espere la recompensa de Allah.’

Su hija le mandó de nuevo un mensaje:

‘Por favor, decidle que tiene que venir.’

Esta vez el Mensajero de Allah (s.a.w) se levantó y fue a su casa, junto con algunos de sus Compañeros, entre ellos Sa’d ibn Ubada, Muadh ibn Yabal, Ubayy ibn Ka’b y Zaid ibn Thabit. Tomó al niño, que apenas podía respirar, en sus brazos, y de sus benditos ojos empezaron a fluir abundantes lágrimas. Viéndolo, Sa’d ibn Ubada preguntó:

‘¿Qué estado es ese, oh Mensajero de Allah?’

Le contestó:

‘Es el sentimiento de la compasión que Allah ha puesto en los corazones de aquellos de Sus siervos que quiso. Y Allah muestra la compasión solamente a aquellos de Sus siervos que son compasivos.’” (Bujari, Yanaiz, 33, Ayman 9, Merda 9; Muslim, Yanaiz 9,11)

El primer mensaje que el Profeta (s.a.w) le mandó a su hija fue el consejo de ser paciente ante el destino ya que la verdadera virtud está en la sumisión y la paciencia, a pesar del dolor que uno pueda sentir, en el momento de la aflicción. El segundo estado del Profeta (s.a.w) no era, como en el primer momento lo podían haber supuesto algunos de los Compañeros, rebelión contra el destino que toma la forma de gritos y lamentaciones, o rasgarse las ropas -cosas que había prohibido, sino que fue más bien la expresión de la compasión que Allah ha otorgado a Sus siervos.